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Fe y alegría, una ONG que apuesta por la educación integral

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Foto: Fe y alegría

EDUCACIÓN

Fe y Alegría Uruguay es un movimiento que trabaja con una red de centros educativos que ofrecen educación integral de calidad en contextos vulnerables.

Que niños, niñas y adolescentes de contextos vulnerables puedan acceder a una educaciónde calidad: esa es la misión de la organización no gubernamental (ONG) Fe y Alegría, que desde hace más de 60 años trabaja en 22 países del mundo.

Se trata de una asociación civil que financia aproximadamente el 65% de su presupuesto con convenios con el Estado, fundamentalmente con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). El resto del financiamiento se obtiene a través de donaciones de empresas, fundaciones y personas. Con su trabajo, la ONG apuesta a fortalecer las propuestas de los centros, profesionalizar a los equipos educadores a través de la formación, desarrollar o adaptar programas educativos que den respuestas a medida para cada contexto, mejorar la infraestructura.

En Uruguay, la ONG trabaja desde 2008 y hoy están en una red de 25 centros educativos entre los que hay centros CAIF, clubes de niños, centros juveniles, una escuela y un centro de formación profesional para jóvenes. “Ofrecemos una propuesta de educación integral a más de 2.000 niños, niñas y adolescentes desde la primera infancia hasta la juventud”, detalló a El País Martín Haretche, director nacional de Fe y Alegría Uruguay.

El foco está puesto en el desarrollo integral de cada pequeño: “Ellos están en el centro del proceso educativo. Trabajamos en el desarrollo de todas las dimensiones humanas, la intelectual, espiritual, física y emocional y lo hacemos trabajando estrechamente con las familias, con los centros educativos a los que asisten los chiquilines y con la comunidad en la que están insertos para que las respuestas sean adecuadas a cada contexto, a la etapa educativa que transitan y a sus necesidades”, dijo Haretche.

La mayor parte de los centros en los que trabajan son de educación no formal y se caracterizan por incluir una amplia gama de propuestas, pero es importante señalar, aclaró el director, que se trata de educación con una intencionalidad y un propósito definidos. Puso el ejemplo de un club de niños o un centro juvenil: “Son lugares privilegiados para el desarrollo integral de los niños, las niñas y los adolescentes porque allí son acompañados por equipos interdisciplinarios, integrados por educadores, psicólogos, trabajadores sociales, psicopedagogas y esto permite un abordaje integral y muy personalizado. La cantidad de tiempo que ellos pasan, por ejemplo, en un club de niños es aproximadamente un 15% más del que pasan en la escuela porque están abiertos buena parte del verano y en vacaciones; se hace un trabajo muy cercano con las familias y se trabaja codo a codo con la escuela, por eso decimos que el impacto educativo es muy importante”.

En los últimos años, por ejemplo, en primera infancia han trabajado con centros CAIF con un proyecto de “Crianza positiva”, cuyo objetivo es desarrollar capacidades en las familias para fortalecer los vínculos con sus hijos y mejorar el ambiente en el que crecen los niños. En el caso de los adolescentes, el trabajo se centra entre otras cosas en acompañarlos de forma personalizada en el trayecto por la educación secundaria de manera integral, desde el punto de vista de los aprendizajes y la formación para el trabajo, y del desarrollo de sus habilidades para la vida y su crecimiento humano.

Foto: ONG Fe y alegría
Foto: ONG Fe y alegría

Cuando la ONG llegó a Uruguay trabajaba con cinco centros educativos. Pero con el tiempo fue creciendo y actualmente son 25. Haretche sostuvo que el crecimiento de la red ha sido muy importante, tanto en la cobertura medida en cantidad de participantes y de centros, así como en la calidad y profundidad de las propuestas educativas y en el presupuesto anual.
“Los logros en términos de aprendizajes se ven reflejados en las mejoras significativas que han tenido, por ejemplo, los niños y niñas de edad escolar en cuanto a sus habilidades básicas e instrumentales en las áreas de lenguaje escrito, lectura y matemáticas. A nivel de centros juveniles, desde hace varios años tenemos egresados de bachillerato provenientes de contextos en los que esto era impensable. O la inserción laboral efectiva de jóvenes que participaron por primera vez en el programa de formación laboral el año pasado”, dijo.

Pero quizás los logros más importantes, agregó, “están vinculados a los procesos que hacen los chiquilines cada día y que son acompañados de forma muy cercana por los equipos de los centros y que muestran progreso en cuanto a la gestión de sus emociones, a la superación de situaciones complejas a nivel familiar, el fortalecimiento de su autoestima, su autoconocimiento y tantos otros aspectos del ser humano que a veces es difícil traducir en cifras, pero que son evidentes para quienes los acompañan”.

Un nombre elegido por una buena razón.

Cuando hace más de 60 años hubo que ponerle un nombre a esta organización que apuesta a una educación integral de niños, niñas y adolescentes, al parecer no hubo muchas dudas: Haretche contó que en aquel entonces el fundador de la ONG, José María Vélaz, solía decir que las personas iban a trabajar con la comunidad de un barrio muy pobre de Caracas, donde después sería fundada la primera escuela, iban con fe y volvían con alegría.

“Es una historia muy linda, que involucra la entrega y la generosidad de muchas personas que vivían en situaciones muy diferentes, cuyas vidas se encontraron y dieron origen a este movimiento del que hoy somos parte”, sostuvo Haretche.

Desde la ONG saben que la pandemia afectó en los últimos meses los procesos de aprendizaje de muchos niños y niñas.

Haretche agregó: “Diría que también, y casi en mayor medida, afectó la salud emocional de esos niños y sus familias”.

Es por eso que desde los centros educativos con los que trabajan vienen tomando varias iniciativas para acompañar esta situación. Haretche explicó que “primero en todo lo relativo a la atención de las familias en emergencia: entregamos canastas de alimentos y de artículos de limpieza, atendemos situaciones de violencia intrafamiliar que algunos casos se vio agudizada. Tenemos contacto semanal para saber cómo están, qué necesitan, cómo podemos ayudar”.

Y añadió que “el otro aspecto central es acompañar los procesos de aprendizaje con propuestas que eviten que esos procesos se interrumpan. En los clubes de niños, por ejemplo, el año pasado se enviaban actividades por WhathsApp que ellos hacían en sus casas y muchas veces en familia y que luego compartían con sus educadoras”.

Educar es mucho más que enseñar a leer o escribir.

Los principios inspiradores de la ONG están presentes en el día a día de quienes trabajan en esta organización. “Nuestra convicción de que todos los seres humanos somos capaces de transformar la realidad que nos rodea y de ser protagonistas de nuestro desarrollo y que para eso necesitamos oportunidades. Que buena parte de esas oportunidades provienen de la educación, que es la herramienta más poderosa para transformar a las personas y a las comunidades”, sostuvo Haretche.

Y agregó: “Cuando hablamos de educación nos referimos a mucho más que aprender a leer y a escribir, es aprender a conocerse a uno mismo, a gestionar las emociones, a adquirir las habilidades para desenvolverse en la vida. Creemos en este tipo de educación y ponemos especial cuidado en que niños y niñas puedan desarrollar plenamente todas sus capacidades”.

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