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De una gallina embalsamada a la cama en la que durmió un expresidente: así es el Museo Romántico

Funciona en la casa que perteneció a Antonio Montero y propone una reconstrucción de la vida de las familias de clase alta del siglo XIX.

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Museo Romantico
Interior del Museo Romantico Casa de Antonio Montero, ubicado en 25 de Mayo 428, Montevideo.
Francisco Flores/Archivo El Pais

Por Soledad Gago

Hay lugares en la ciudad que están ahí, en medio del ruido y del tránsito y de las bocinas y de las oficinas, en silencio, quietos, en reposo. Son lugares por los que, posiblemente, todas las personas de esta ciudad hayan pasado alguna vez, o pasen, incluso, todos los días. Entonces, lo que hay que hacer, aunque sea una vez, es detenerse, sentir curiosidad y entrar. Y una vez adentro sentir el silencio, la quietud, el reposo, la ilusión de que allí pasa todo menos el tiempo. El Museo Romántico, ubicado en 25 de mayo y Misiones, en plena Ciudad Vieja de Montevideo, es uno de esos lugares.

Por fuera, una fachada pintada de un rosa pálido con cinco puertas en planta baja y cinco ventanas con sus respectivos balcones en la planta superior y una inscripción que dice 1831. Esa, dice Ernesto Beretta, parte del equipo del Museo Histórico Nacional del que depende el Museo Romántico, no es la fecha de construcción. Se trata del año en que Antonio Montero, comerciante, compró la casa y la reformó para vivir con su familia. Por la estructura y la disposición del lugar, explica Beretta, se trata de un edificio de la época colonial.

Por dentro, un sitio hermosísimo que aún conserva piezas de lo que fue la ornamentación de la familia Montero, pero, también, un museo con distintas salas centradas en los estilos decorativos y el ajuar que caracterizó a las residencias de la clase alta montevideana del siglo XIX, que coincide con el Romanticismo.

De ahí su designación como Museo Romántico y de ahí, también, a que sea un lugar tan cargado, tan exuberante, tan expresivo.

Una colección de objetos extraños

Al ingresar, la primera pieza que se ve es una especie de banco de mármol que simula un sofá, con flecos y borlas. Una vez un investigador contó a la gente del museo que no se trata de un banco para sentarse o descansar sino que es un objeto que se utilizaba en el siglo XIX para poder subirse al caballo.

Después, hay que avanzar unos pasos para encontrarse con un patio de baldosas blancas y negras, amplio, con una fuente de mármol en el centro y esculturas en todas partes.

Museo Romantico
Interior del Museo Romantico Casa de Antonio Montero, ubicado en 25 de Mayo 428, Montevideo.
Francisco Flores/Archivo El Pais

“Lo que sucede es que en esa época hay una moda bien interesante que se da cuando Italia empezó a exportar mármol de carrara. Buena parte de esa producción de mármol se comercializa, no como obras de autor, sino como modelos escultóricos decorativos. Acá encontramos esculturas mitológicas, copones, fuentes. Y también hay, en esta casa, una combinación con artesanos locales, por ejemplo, en el aljibe. En la época en general se compraban las piezas de mármol pero se tallaban aquí”, cuenta Beretta, licenciado en Antropología e investigador en Historia del Arte.

En la planta baja funcionan la hemeroteca, con diarios y revistas locales y de otras partes del mundo y también la sección de musicología, donde se conserva el acervo musical. En la planta superior funcionan las salas del museo.

“Este es un lugar que tiene de todo y por eso es complicado de definir. Acá tenemos desde decoración, hasta vestimenta, vajilla, pinturas, mobiliarios”, dice Bereta.

Así, hay una sala en la que está montado un comedor de recepción del siglo XIX, lugares en los que se exponen pinturas de artistas de todas partes -desdeJuan Manuel Blaneshasta el italiano Cayetano Gallino- o una vitrina en la que se exhibe vajilla de la época: desde tazas y teteras de porcelana con el escudo nacional o con imágenes de líderes políticos hasta un jarrón mandado a hacer en Francia por la Jura de la Constitución. Todas las piezas tienen una explicación sobre sus usos, costumbres y procedencia.

Hay, también, salas que llevan nombres particulares porque conservan colecciones privadas. Está, por ejemplo, la sala Julio Herrera y Obes, donde se exhibe parte del mobiliario que el político uruguayo tenía en su casa, como un mueble de madera con dos sirenas hechas en oro que tiene en sus extremos. O la sala que conserva la cama del expresidente Máximo Santos. Allí también se puede encontrar el neceser de viajes de su esposa, Teresa Mascaró. Se trata de un baúl del que se conservan todas sus piezas intactas, como los frascos de perfumes, peines o, incluso, el reloj y el termómetro que utilizaban las damas de la época para controlar el tiempo para aprontarse y evaluar qué vestimenta ponerse de acuerdo a la temperatura.

Museo Romantico
Interior del Museo Romantico Casa de Antonio Montero, ubicado en 25 de Mayo 428, Montevideo.
Francisco Flores/Archivo El Pais

Pero también hay objetos más extraños, más curiosos: pelucas, una colección de cajas de música, la gallina disecada que perteneció al coronel Diego Lamas, máscaras funerarias, uno de los primeros pianos que se fabricaron en Uruguay, vestimentas de adultos y de niños que conservan, algunas, manchas de cebo de vela, manchas de sangre, marcas de alguna vida pasada.

Esa es la sensación que queda al recorrer esta casa en plena Ciudad Vieja: la del silencio de un tiempo que fue, la de estar espiando la vida de alguien más, la de que allí cada objeto tiene una historia para contar.

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