Yupanki a un siglo de su nacimiento

HUGO GARCÍA ROBLES

LAS COLUMNAS

Se cumplen en estos días cien años del nacimiento de Atahualpa Yupanki. Un canal argentino termina de mostrarlo lúcido y octogenario, en una antigua entrevista en la que derrochó palabras profundas como sus canciones. Gran amigo del Uruguay dijo, entre ellas, una cuarteta que rimaba el nombre del "criollo oriental Artigas" a propósito de su frase "con libertad, ni ofendo ni temo". Argentina reconoce en él una parte de su ser nacional.

Ahora que el Carnaval uruguayo trae la murga y lo que se llama erróneamente "candombe", Yupanki es buen pretexto para distinguir entre lo presente y lo vigente, como quería el maestro Ayestarán.

Cambios comprensibles, quizá inevitables, han modificado el Carnaval montevideano. Algunas expresiones ya no están y otras, ocupan con carácter excluyente el abanico cultural. Por debajo de esa superficie presente, subyace la napa profunda donde anida lo vigente: estilos, milongas y cifras, payadores y danzas que el Carnaval actual ignora. Hasta el tango ha perdido terreno en la "carnavalización" de la cultura.

La responsabilidad de las autoridades competentes se ha diluido hace tiempo y no cuida del patrimonio aludido. Por el contrario, cultiva esa corriente de olvido. Talleres de murga, candombe y "cumbia villera" argentina integran los programas del Ministerio de Cultura, a lo largo del país y, a veces, en su propia sede.

Al amparo de este clima, personajes del mundo deportivo reclaman que las escuelas deben enseñar quien es Tito Pastrana. No debe sorprendernos ya que el Día del Patrimonio, hace un par de años, entre Carlos Vaz Ferreira y Carlos Solé, optó por el famoso relator.

A pesar que la guitarra es el instrumento más socializado de nuestra música -sostiene a los payadores, Gardel, Zitarrosa y pervive en Viglietti- el tamboril todo lo invade. Nadie puede impugnar la maravilla rítmica del piano, el chico, el repique y el agonizante bombo. Pero es evidente que el mundo afro-uruguayo no contiene toda nuestra música, a pesar de la vocación por la lonja de las altas esferas políticas y de los ciudadanos con sus repiques diarios.

Para medir esta excesiva presencia del mundo afro-musical, basta cotejarlo con Venezuela. En un país cuya población afro-descendiente multiplica varias veces la del Uruguay, es preciso aguardar el 24 de Junio, la noche de San Juan y acudir a Barlovento para el rito del "guarapo" de ron y el tambor con las "mulatas de cintura fina". El tambor tiene fecha y lugar, no es omnipresente.

Argentina, a pesar de la "cumbia villera" y del rock nacional, no se engaña: se reconoce en Yupanki y su amplia herencia folclórica. Una elección tan sensata, como la cueca en Chile, que nuestro país, por ahora, no practica.

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