El camarín de Sting está sin Sting. Es una especie de caja-contenedor gigante y afuera de él reina un imperio de 40 grados, un abrazador calor que cae sobre las afueras del Ópera House de Sydney y que crispa la piel.
Sobre una mesa hay litros de agua purificada y en una muralla, cortinajes orientales. Hay además pequeñísimos altares estilo hindú con velas encendidas y un leve olor a incienso inunda este mini oasis de paz espiritual. Sting, afuera, bajo el sol de Australia, ensaya junto a la Sinfónica de Sydney antes del comienzo de uno de sus shows. Los violines y orquesta suenan a lo lejos con potencia y la voz rasposa de Sting encaja perfecto delante de este inusitado academicismo de su "Symphonicity Tour", un concierto sinfónico que repasa la mayor parte de su trayectoria solista y como pieza del trío The Police.
Es el mismo show que traerá a Chile este 25 de febrero al Festival de Viña del Mar, escenario que lo recibirá tras su histórica visita de 1982. Ese año el Festival de la Canción fue conducido por María Olga Fernández y Antonio Vodanovic; la canción Ausencias, de Juan Carlos Duque, ganó el certamen, y la italiana Raffaella Carrase coronó Reina del Festival. Todo eso pasó mientras The Police, la banda más importante del planeta de inicios de los 80, obtuvo el premio limón de la prensa. Todo porque Andy Summers, Stewart Copeland y Sting juguetearon, dijeron palabrotas y tocaron con actitud desafiante Every little thing she does is magic, So lonely, Roxanne y más.
El británico, de 59 años, sufre del mismo síndrome que varios de sus maduros colegas rockeros: el Benjamin Button. A mayor edad, más look juvenil. Pero pese a su dominante actitud adolescente, hay que sumar un factor no menor: un respetable aire de tranquilidad. ¿Paz interior producto de sus muchas horas de yoga y de buscar el estado zen o simplemente las buenas maneras del inglés en Sydney?
"Llevo trabajando con él todo este tour y jamás, jamás lo he visto enojado", decía momentos antes su productora. El reflejo más evidente del innegable aire sereno que emana Sting es la pulcra y musicalmente balanceada puesta de su cancionero en clave sinfónica. Una idea que le ha reportado shows a tablero vuelto en ciudades de prácticamente todo el mundo.
Nada mal para algo que nació hace un par de años, cuando le hicieron una oferta que no pudo rechazar: grabar sus canciones con la Orquesta Sinfónica de Chicago. "Este desafío me resultó excitante y, para ser honesto, me hizo sentir un poco nervioso", dice. Aunque hay que ser claros con algo: el hombre siempre ha sentido una afinidad con la música clásica.
Cuando era más joven estudió repertorio para guitarra española e hizo práctica diaria con selecciones de J.S. Bach. "Me gusta la travesía de descubrimiento de la música. Siempre está revelando algo nuevo. Entonces exploré diferentes modos, trabajé duro con la orquesta sinfónica, lo que fue interesante y entretenido".
Al iniciar el tour, dijo que era un desafío. Después de todo este tiempo, ¿ganó ese desafío? "¿Si gané el desafío? Todavía estoy explorando con la orquesta, después de noventa shows o tal vez más, y en Chile probablemente llegaré a los cien. Entonces en esencia es algo que está en evolución permanente y cada día es un poco diferente. A la larga, es divertido esto de no estar en un solo lugar. Me gusta estar descubriendo cosas nuevas. Por lo tanto, puedo decir que sí, gané".
RUSOS Y VAQUEROS. Un par de horas después de esta entrevista, Sting comandará su tercer recital en tierras australianas. "Symphonicity Tour" tiene la resonancia grandilocuente de una banda sonora, mucho violín, cellos, instrumentos de bronce, pero, curiosamente, alcanza el nivel de intimidad de una sesión de jazz, por lo demás, una de las primeras pasiones del músico. Energía sincopada, entrelazada en un orden más bien académico, que agarra aún más toques propios cuando el cantante introduce algunas canciones con referencias personales. Para su tema Russians, de 1985, una historia que habla sobre el amor por los niños al otro lado de la Cortina de Hierro, en plena Guerra Fría, el hombre se inspiró en esto: "Tenía un amigo científico y él había inventado un aparato que, entre otras cosas, servía para captar las señales de la Tv rusa. Un noche me invita a ver Tv, llevamos cerveza y nos emborrachamos viendo programación infantil rusa. Por la diferencia de hora no podíamos ver otra cosa y ahí me di cuenta de que era una cosa genial, hecha con mucho amor y que, pese a las diferencias, uno compartía esto con ellos: el amor por nuestros hijos".
El atardecer comienza a poner el cielo rojizo, las nubes avanzan al compás de la música y parece un recurso técnico más aparte de las pantallas gigantes. La orquesta suena imponente en Russians, que incluye segmentos de Prokófiev. "Me encanta la música rusa, me encanta Prokófiev, me encanta Stravinsky. Entonces en esta versión nosotros tenemos un poco de Prokófiev que tomé prestado, también un poco de Mussorgsky en el inicio. Creo que es el sabor del espíritu ruso, fuerte, pero además romántico", dice entusiasta.
Seguimos viendo el show. Al lado del micrófono, Sting tiene un DVD cuya mano sobre él no deja ver la carátula. Es la presentación de una nueva canción, de This is cowboy song y es su propio homenaje al western. "De niño adoraba ver las películas de vaqueros. Amaba las series de vaqueros y adivinen cuál era mi favorita... nop, nop Skippy", ríe sobre la serie de TV de un canguro y muestra la cara del DVD: "Amaba Bonanza y bueno, quise hacer una buena canción country aunque yo haya nacido cerca de Newcastle y no en el Oeste americano".
¿Qué significa para usted llegar a los 60 años en octubre? Se lo pregunto porque sus padres murieron de cáncer antes de los 60. "Tengo 59 aún. Y es sólo un número. Creo que te tienes que enfrentar con el hecho de que la mayor parte de tu vida ya pasó y en bastantes maneras tienes que pensar que toda experiencia es quizás la última que tengas. Lo cual es aterrador, pero también enriquecedor. Cuando eres joven piensas que vivirás para siempre, entonces no piensas que cada experiencia que vives es tan importante y que las tendrás un millón de veces como cuando tienes 60. Entonces todo es más valioso. Desde que tenía 50 años hasta ahora ha sido mi época favorita".
Vida: "Desde que tenía 50 años hasta ahora ha sido mi época favorita", sostiene el británico.
Gestos de un hombre agradecido
¿Cómo mantenía la fe mientras el éxito no llegaba? "Estoy agradecido a esos tiempos difíciles porque cuando consigues éxito inmediatamente no tienes con qué comparar , no puedes. Ahora soy muy exitoso y adinerado, pero he vivido el fracaso y he sido muy pobre, y la gente lo nota porque sé cómo es eso. Nunca lo olvidé y estoy agradecido porque enriqueció mi vida. La mayor parte de la gente del planeta es pobre y no tiene modo de comunicarlo o expresarse. Tengo la fortuna de que mi trabajo puede mostrarles que puede hacerse, no necesariamente ser exitoso, pero sí que todos pueden tener una vida plena y feliz".
"Mirar el fuego es más imaginativo que mirar Tv"
En el escenario, Sting además tiene una mesita con una vela que está casi siempre encendida. Esa llama le trae un vital recuerdo: cuando era un chico, además de los vaqueros, le gustaba estar junto al fuego y mirarlo mientras su madre tocaba el piano y su padre canturreaba el vals Good night Irene. Ha dicho que mirar las llamas le ha alimentado la imaginación desde esa edad, "viendo en la forma del fuego reinos perdidos, viejos castillos, luchas entre dragones y caballeros". Ahí encontró la magia que su madre le decía que nunca perdería. Y, al parecer después de 16 Grammy y una nominación al Oscar, razón tenía. "Para no perder la magia necesitas mantener esa mirada de niño. No ser ingenuo, sino que ponerte en los ojos de un niño. Hacer cosas que estimulen tu imaginación. Mirar el fuego es más imaginativo que mirar la Tv. Tengo más pensamientos cuando miro la llama de una vela o el mar o la luna, que cuando veo Tv. No veo Tv".
¿Qué recuerda de sus padres? "Bueno, cuando mis padres no estaban peleando estaban haciendo música, pero ellos peleaban la mayor parte del tiempo (risas). Pero pienso que en esos momentos cuando tocaba música, mi madre probablemente me señalaba quién era yo, más que con las peleas".
El concierto sigue su curso y sobre el mar, a unos metros del Ópera House un crucero comienza su partida. Sting va a iniciar la siguiente canción cuando se queda detenido mirando esa escena. "Recuerdo cuando mi padre, que era el lechero del pueblo, me llevó al muelle y me dijo: `Tienes que largarte y conocer el mundo`. Como ven, no le hice caso pero lo que más recuerdo es su preocupación y, claro, uno de mis primeros trabajos fue como cantante a bordo de un crucero ¡Qué trabajo más jodido!". Con la mano y un lacónico "bye", despide al crucero y empieza su homenaje a su padre: Why should I cry for you.