Una crónica del crimen organizado: Gomorra

Llega un film italiano que obtuvo un Gran Premio del Jurado en Cannes

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GUILLERMO ZAPIOLA

Se la ha definido como "una crónica brutal extraída de la realidad". Mañana se estrena "Gomorra", film italiano sobre la Camorra, el equivalente napolitano de la Mafia siciliana, dirigido por Matteo Garrone y premiado en Cannes.

La fuente inmediata es la novela testimonial que el periodista Roberto Saviano, también colibretista del film, escribió en el 2006 sobre la vasta organización delictiva que maneja gran parte de los negocios sucios de Nápoles. Desde entonces, Saviano ha recibido amenazas de muerte y vivido prácticamente en la clandestinidad y con fuerte custodia. Los muchachos de la Camorra no juegan.

La película de Matteo Garrone se centra en varias historias independientes que se entrecruzan, empero, a partir del tema común de la organización criminal. Una de ellas tiene que ver con Franco (Toni Servillo), un hombre de negocios impecablemente vestido y su asistente Roberto (Carmine Paternostre), un joven con aspecto de estudioso. Su trabajo para la Camorra se especializa en la eliminación de residuos tóxicos: el Norte industrial italiano se desembaraza de su basura contaminante encomendándola al crimen organizado, cuya flota de camiones transporta la mercancía hasta los campos de la Campania y del Casertano.

coral. En otra zona de Nápoles transcurre la historia de Totó (Salvatore Abruzzese), de doce años, que se "hace hombre" matando a tiros a una joven viuda, sospechosa de traición. No demasiado lejos de él están Marco (Marco Macor) y Piselli (Ciro Petrone), dos jóvenes alucinados por la imagen romántica de los gángsters del cine, que quieren abrirse paso por sus propios medios, se creen más listos que sus colegas y se atreven a robar armas de la "organización". Es prácticamente seguro que les va a ir mal. Y también tiene un lugar en el asunto Pasquale (Salvatore Cantalupo), un sastre de la industria textil de Tersigno, lugar en el que se fabrica en negro por unos pocos cientos de euros buena parte de la moda italiana que se vende en las tiendas de lujo. Los tentáculos de la Camorra asoman en la entrelínea de toda esa serie de peripecias.

El director Garrone ha dicho que quiso hacer "una película de la Camorra, desde el interior", sin juzgarla y para que cada espectador sacara sus propias conclusiones. El cineasta sostiene también que el libro de Saviano es un punto de partida, pero que la película va a menudo en "una dirección diferente". Por ejemplo, señala el director, donde Saviano da nombres y detalles específicos, la película prefiere ser menos precisa, quizás porque Garrone no quiere pasar el resto de su vida escondido en un armario y con guardia en la puerta.

Por otra parte, el director insiste en que su historia no es solamente napolitana, y que a través de personajes concretos plantea de hecho una temática universal. Gomorra es, según él, "una metáfora de lo que pasa en todo el mundo".

Garrone y su equipo visitaron muchos lugares, se entrevistaron con gente vinculada a la Camorra, y el guión fue permanentemente reescrito a partir de los datos que iban recopilando. Algunas escenas provienen directamente del libro, pero otras salieron de detalles contados al director por testigos presenciales o "de oídas", por ejemplo la primera escena de la película, en la que hay un asesinato en un centro de bronceado.

La crítica internacional ha insistido en el carácter directo y realista, cercano al documental, de una película que conecta en parte con la tradición del neorrealismo italiano (hay actores no profesionales, incluyendo integrantes de la Camorra, algunos de los cuales han pasado por la cárcel; tres de ellos, incluso, han vuelto a ella luego de la filmación), y que prescinde del costado `glamoroso` con que el cine se aproxima a menudo al tema.

El director establece empero una razonable distinción entre lo realista y lo periodístico, y también señala que al principio tuvo sus dudas acerca de cómo acercarse a los habitantes de Nápoles. Afirma sin embargo que fue recibido con entusiasmo, especialmente cuando la gente entendió que estaba haciendo una película de ficción y no un documental. Loa napolitanos aman tanto al cine, asegura, que hicieron todo lo posible para participar en el proyecto y ayudar a recrear la atmósfera. Hubo incluso traficantes de droga que extendieron a los cineastas una suerte de "acreditaciones" que les permitieron moverse sin peligro en algunos lugares considerados "pesados".

REALIDADES. Garrone sostiene que entre el cine gangsteril y la realidad hay una relación de ida y vuelta. Por ejemplo, no todos los jefes del crimen organizado lucen en la realidad como los "capi" de los clanes de la pantalla. Sin embargo, esas imágenes fílmicas no dejan de influirlos. Algunos copian de la pantalla la forma de vestirse y de hablar, y hasta hay por lo menos un caso en el que alguien se hizo construir una villa idéntica a la de Tony Montana (el personaje encarnado por Al Pacino) en Scarface (1983) de Brian De Palma.

La crítica ha insistido también en que la película reitera un rasgo del cine de Garrone: no hay buenos y malos nítidamente separados por una línea divisoria. Lo que se cuenta son los actos de unos personajes y sus consecuencias, ubicados en "la zona gris entre el Bien y el Mal".

Más allá de los enojos de la Camorra con el escritor Saviano y (en menor medida) con la película, Gomorra parece haber ayudado a generar en Italia un debate sobre el crimen organizado y la necesidad de incorporar al ejército en el combate contra él. Sin embargo, Garrone expresa sus dudas de que el problema de la Camorra pueda ser resuelto simplemente con medidas militares. Según él se trata de algo endémico, que debe ser corregido "desde adentro", y que ello puede llevar generaciones.

Recordable antecedente

Tal vez porque su relación con los Estados Unidos ha sido menor, la Camorra no ha tenido la divulgación cinematográfica de la Cosa Nostra exportada desde Sicilia a América, e inevitablemente a Hollywood.

Es posible, empero, que algunos memoriosos recuerden un excelente film italiano llamado Proceso a la ciudad (Processo alla cittá, 1952), dirigido por Luigi Zampa en el momento en que estaba produciéndose un repliegue en el movimiento neorrealista.

La película, escrita entre otros por el dramaturgo Diego Fabbri, el futuro director Francesco Rosi y la frecuente cómplice de Visconti, Suso Checchi d`Amigo, era un vigoroso ataque contra la Camorra, aunque la acción se ubicaba a comienzos del siglo veinte, es decir cincuenta años antes del rodaje. El actor Amedeo Nazzari encarnaba a un juez honesto y valeroso, decidido a terminar con la Camorra, y que a cierta altura entendía (como lo decía el título), que debía procesar a toda la ciudad.

Director italiano que es ya algo más que una promesa

Nacido en 1968, el director de Gomorra, Matteo Garrone, se dedicó primero a la pintura, y en 1996 sintió nacer en él una vocación cinematográfica. El premio Sacher de Oro a su corto Silhouette le facilitó el salto al largo: de la unión de ese corto con otros dos episodios surgió Terra di mezzo (1997), un cuadro de la Roma de los inmigrantes que intentan sobrevivir entre la miseria, la explotación, el trabajo en negro y la nostalgia por su lugar de origen.

Siguió con el tema en la historia sobre dos jóvenes albaneses en Roma en Ospiti (1998), entre el documental y la ficción. El panorama cambió algo en Estate romana (2000), que se centraba en un grupo de personajes frustrados y con rasgos de incomodidad existencial (un pseudoartista, una joven madre sola, una ex actriz que busca un papel) que se entrecruzaban durante la celebración del Jubileo.

La afirmación crítica de Garrone se produjo con L`imbalsamatore (2002), presentada en Cannes, sobre la ambigua relación entre un taxidermista y su atractivo asistente. La siguiente película del director, Primo amore (2004), generó otros elogios que se han extendido hasta la inminente Gomorra.

Claves de un grupo secreto

El origen del término "Camorra" es incierto, pero la más aceptada de las interpretaciones lo vincula con la antigua palabra español "gamurri", que era el nombre con el que se individualizaba a las bandas de malhechores que abundaban en las montañas de España, y que llegaron a Italia alrededor del 1300.

Desde el siglo XIX el término se ha utilizado para denominar al hampa organizada napolitana durante el siglo XIX, también conocida la Bella SocietaRiformata ("Bella Sociedad Reformada"). Su estructura difiere de la "cosa nostra" siciliana en la medida en que resulta más compleja y fragmentaria y está compuesta de muchas "familias" diversas entre sí en influencia territorial, poder financiero y modus operandi. Las alianzas van desde simples acuerdos de no beligerancia o competencia hasta colaboración concreta en algunas áreas.

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