CRÍTICA

La premiada obra se está presentando todos los viernes en la Alianza Uruguay-Estados Unidos

Hay obras de teatro que tienen su fuerte en la honestidad. Terrorismo emocional es de esas. Y es por eso que ha hecho tan buena carrera dentro del circuito teatral montevideano, integrando este año el ciclo Ellas en la Delmira, y ganando el año pasado dos premios Florencio, uno en actriz de unipersonal y otro en ambientación sonora. Ahora se está dando en Teatro Alianza, donde todavía le quedan funciones hasta fines de junio. Y esa sala es ideal para este espectáculo, que tiene una enorme aproximación, física y emocional, con el público.

No es un mero dato de la ficha técnica que Josefina Trías sea a la vez la autora del texto y la intérprete del espectáculo, dado que el mismo tiene un tono confesional, sincero, que le otorga una marcada organicidad. La actriz ofrece a los espectadores una historia por la que mucha gente ha pasado, inclusive mucha gente joven. Un primer amor, y una separación desgarradora. El personaje femenino que protagoniza la historia vuelve a la casa paterna, desde donde intenta rearmar su vida, a la vez que analiza lo sucedido en su vida emocional, recuerda a su expareja, y busca componer una nueva vida cotidiana.

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Y ese momentos de enorme sensibilidad que vive una persona que se acaba de separar, se refleja en ese colchón en el piso, en esos objetos que están distribuidos por todo el escenario. Pero a su vez, desde esa precariedad emocional y desde esa desolación de objetos escénicos, la puesta en escena logra un sentido plástico coherente, en buena medida gracias al trabajo de luces de Ivana Domínguez.

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Desde un texto fuertemente vivencial, la actriz recorre el dolor (y la búsqueda) de toda separación. Y el texto es a la vez literario y escénico, y entra muy bien en la vida de una persona joven que por primera vez vive que su mundo se le desploma en silencio. El trayecto literario refleja perfectamente esa situación desgraciadamente tan común, y al mismo tiempo extrae de ella toques de humor, nacidos muchas veces de cierto sentimiento de sinsentido que acompaña una ruptura de pareja. Al que se suma ese volver a la casa paterna, y retomar vínculos familiares que a la vez hay que necesariamente redefinir. 

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Hay aspectos de intimismo muy bien plasmados, y detalles de lo cotidiano sutilmente captados por parte de la autora. Como intérprete, Trías vierte su propia obra en escena con naturalidad, desde una actuación sin fisuras, en la que entran también en juego momento de una fuerte expresión corporal. La música es otro pilar de este espectáculo sencillo y potente. Un músico en escena acompaña a la intérprete en su largo parlamento, que está construido con un rico sabor de lo coloquial. Muy bien elegido el tema de la obra. Un espectáculo conmovedor.