Crónica de una noche de calor agobiante en el Teatro de Verano, entre abanicos y los ñoquis de Luana en Carnaval

La primera rueda del Concurso de Carnaval se cerró con temperaturas inéditas, crítica, humor, los ñoquis que le regalaron a Luana y la emoción de los coros murgueros. Así se vive la fiesta desde adentro.

Compartir esta noticia
Celina Pereyra, Luana Persíncula y una señora abanicándose, postales del Teatro de Verano.
Celina Pereyra, Luana Persíncula y una señora abanicándose, postales del Teatro de Verano.
Foto: Marcos Ferreira

Este lunes, la frase más repetida fue, sin dudas, "Qué calor". "Al fin respiro", le llegó a decir un niño a su padre cuando logró zafar del tumulto de la platea alta en el Teatro de Verano. Estaba insufrible. La ola de calor no daba tregua y los grados no bajaban, algo poco habitual en las noches de Carnaval. Los abanicos (algunos reales y otros improvisados con "Momo diarios") se convirtieron en los protagonistas de una velada con niveles históricos de temperatura en un Ramón Collazo de bote a bote, con gente ansiosa por disfrutar del candombe, el humor y la marcha camión.

La sensación térmica en la última etapa de la primera rueda era sofocante. El termómetro marcó 32 grados toda la noche y unos 28 a la 01.30, cuando bajó Asaltantes con Patente y terminó la función. El piso hervía y no corría ni una brisa, a pesar de estar a pasos de la Rambla. Los abanicos solo tiraban aire caliente y la gente se compraba botellas de agua para poder tirarse un resto encima en un intento por refrescarse. Nada parecía aliviar el agobio. El más contento era el heladero que se paseaba por todo el anfiteatro al grito de "¡helado, helado!", porque su producto era lo mejor a lo que se podía acudir.

Pero el lunes, no solo el calor fue inédito. Luana Persíncula debutó con la comparsa Integración y además de los aplausos, se llevó una rica porción de ñoquis, con cubierto incluido, que la periodista Peke Sander le entregó en la bajada. "Me lo voy a morfar ahora porque tenía tremenda hambre", le dijo la princesita de la plena, y paseó el tupper por todo el Teatro de Verano hasta llegar al pedregullo, mientras saludaba a los que se le acercaban.

Luana cantó el último tema del espectáculo titulado Matria, las madres de la patria a dúo con su novio Jona Suárez, bailó candombe junto a las vedettes, y prometió que en la segunda rueda "pasarán más cosas". Su actuación era la gran expectativa y hubo que esperar hasta al final de la presentación para verla. Cuando apareció, recibió una ovación que devolvió con una reverencia.

Su estadía en el pedregullo, el clásico lugar donde el público carnavalero recibe a los conjuntos luego de la actuación para saludar a los componentes, pedirles fotos y disfrutar de las bajadas de los espectáculos que se cierran cantando y bailando entre la gente, fue fugaz. Los fanáticos que la esperaban con una remera que decía "Generación Luana" se quedaron con las ganas de sacarse una selfie con su ídola que, aunque simpática como siempre, se dejó ver poco luego del show.

El folclore del pedregullo en el Teatro de Verano

El pedregullo, un espacio típico del Teatro de Verano, lleno de gente en la última etapa de la primera rueda del Carnaval 2025.
El pedregullo, un espacio típico del Teatro de Verano, lleno de gente en la última etapa de la primera rueda del Carnaval 2025.
Foto: Marcos Ferreira

Con o sin Luana, la fiesta, como es tradición, siguió en el pedregullo con el piso retumbando por el sonido de los tambores, y los más atrevidos mezclándose entre la comparsa para bailar como uno más. En ese territorio nunca faltan los llantos, los abrazos de los artistas con sus familiares, las fotos con el maquillaje corrido y la clásica pregunta de si el espectáculo anduvo bien.

Es, además, el lugar donde suceden las mejores charlas, se corren los run run de Momo, circulan los carnavaleros devenidos en personajes y se dan una vuelta los abonados, esos que compran cada año el mismo asiento en la platea baja y que entre ellos, aunque solo se vean un mes y pocos días por año, son como familia.

Abanicos en una noche de calor en el Teatro de Verano.
Abanicos en una noche de calor en el Teatro de Verano.
Foto: Marcos Ferreira

El Carnaval es la única expresión artística donde el público circula libremente durante las presentaciones, o entra en medio de la función y se acomoda en su espacio sin problema. Incluso quienes pagaron su entrada pueden optar por quedarse conversando en el pedregullo, comiendo o tomando algo, mientras esperan la siguiente actuación. No se trata de la comodidad: se trata de la experiencia, de los momentos compartidos.

El calor sofocante de este lunes hizo que se viera por allí, por ejemplo, a un murguista de Cayó la Cabra con la cara pintada, el torso desnudo y un abanico en la mano tratando de sobrevivir entre tanto polifón, minutos antes de tener que subirse a cantar.

Paciencia para comer y beber

En el templo de Momo, eso de comer y beber será posible siempre y cuando se arme de paciencia y el espectador logre completar el largo camino hasta hacerse de su menú y su bebida. Si hay entradas agotadas, es probable que el tiempo muerto —ese que transcurre entre una actuación y otra, y cuyo final se avisa con la melodía "Sinfonía de tambores"— ni siquiera le alcance.

Es que la fila para hacerse del ticket en la caja, y para su posterior retiro en el stand en cuestión, suele ser interminable. Dato: la bebida no se entrega en botella, solo se puede tomar en un vaso que se vende a $ 50; si uno desea, lo puede devolver y le reintegran el dinero al final de la noche.

No todo son pálidas: la oferta gastronómica es muy amplia en el Ramón Collazo. Hay tequeños, papas fritas con distintas salsas ($ 250), pizzas y fainá, chorizos, morcillas y hamburguesas ($ 260), empanadas ($ 130), tapas saladas y dulces.

La barra Chin Chin vende whisky, medio y medio y distintos tragos a $ 250: hay mojito, Cuba libre, gin tonic, Aperol y primavera con o sin alcohol. No faltan cervezas, refrescos, agua, y café para mantenerse despierto, aunque el lunes era muy poco solicitado.

La emoción de la marcha camión

Murga Asaltantes con Patente en la primera rueda del Teatro de Verano
Murga Asaltantes con Patente en la primera rueda del Teatro de Verano.
Foto: Marcos Ferreira

En el público hay desde bebés hasta abuelos. Cada conjunto lleva su hinchada y se hacen notar con banderas, cotillón o gritos. La ovación arranca apenas se abre el telón, y con Cayó la Cabra, Fantoches y Asaltantes con Patente no fue la excepción.

El cuplé de las parejas abiertas y de los padres del baby fútbol fue lo que más le festejó el público a las Cabras. También hubo crítica y un pedido al gobierno que entra: de que no se olvide de hacer algo porque en este país "vivir nos cuesta la vida", dijeron en relación al alto costo de vida. El solo del "Pulpa" Méndez en la canción final se robó todos los aplausos.

La misma escena se repitió cuando le tocó a Celina Pereyra pararse sola frente a 5.000 almas y emocionar con su dulce voz a a todo el auditorio, sobre el final de la actuación de Asaltantes, que tuvo muchos puntos altos en sus pasajes de humor, crítica (a la izquierda y la derecha) y reflexión.

Los murguistas dejaron el alma y la garganta en esa retirada dedicada al letrista Carlos Soto y lograron contagiar la emoción al público, que se paró a aplaudir tres minutos antes de que se bajara la murga, y la siguió hasta el pedregullo con ganas de que esa pegadiza bajada ("partir, partir, partir, partir, Asaltantes te deja su adiós") fuera eterna.

Así se cerró la primera rueda del Concurso: con un coro de murga en el aire, la promesa de volver, los gorros de los murguistas volando en el aire sobre el pedregullo, los niños desesperados por sacarse la foto con esos superhéroes, y como algo diferente, el calor insoportable que no pudo ganarle a la pasión.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar