"The Pitt" y el cansancio de salvar vidas: la serie que muestra lo que nunca se ve y es de las mejores del año

Se estrenó el final de temporada de "The Pitt", el drama médico que seduce a los doctores del mundo y en el que Noah Wyle vuelve al ámbito que lo hizo estrella. ¿Por qué es uno de los éxitos de 2025?

Compartir esta noticia
pitt
Noah Wyle en "The Pitt".
Foto: Warrick Page / MAX

En el último episodio de la temporada de The Pitt, el público podrá encontrar, por fin, un momento de alivio. O dos. Primero, cuando el Dr. Brody termina por quebrarse y deja salir todo eso que aprieta en el cuerpo, aunque sea por un par de minutos; y después, en los últimos segundos, cuando se calza los auriculares, empieza a sonar “Baby” de Robert Bradley’s Blackwater Surprise y él, en la oscuridad, emprende el camino a casa.

Es un momento perfecto para que el espectador suspire y deje de preguntarse de una vez por qué alguien quiere vivir así, con ese vértigo, con toda esa carga, con la imposible responsabilidad de tener que salvar vidas. The Pitt logra eso que no había logrado una serie médica hasta ahora: un retrato crudo que se traduce en empatía y que puede, también, acarrear cierta culpa. Al menos por los 15 episodios que dura la primera temporada (ya se confirmó la segunda), cualquiera que no trabaje en el sistema de salud pensará que nunca más va a enojarse si demoran en atenderlo en la emergencia.

Lanzada el 9 de enero, la serie de Max estrenó este jueves su episodio final y cerró, así, el turno eterno del Pittsburgh Trauma Medical Hospital que lidera el Dr. Robby, Noah Wyle volviendo al ambiente que hace 30 años, cuando protagonizó E.R. Sala de Urgencias, lo convirtió en una estrella.

De hecho, The Pitt nació de un fallido revival de E.R., que estuvo muy cerca de concretarse y se desvaneció cuando no se logró un acuerdo con Sherri, la viuda de Michael Crichton, creador del drama médico.

El proyecto quedó trunco, pero Wyle seguía interesado en volver a las aventuras de hospitales y Max igual quería una serie del estilo con su cara, aunque no pudiera atender como el Dr. Carter. The Pitt se puso en marcha cuando terminaron las huelgas de Hollywood y se filmó a mediados del año pasado; finalmente, la viuda de Crichton demandó al equipo por entender que la ficción no es más que el proyecto descartado, con otro nombre. Ella acusó al actor de traición y él, en entrevista con Variety, dijo sentirse “triste y decepcionado”.

Sin embargo, The Pitt no tiene nada que ver con E.R., ni con cualquiera de los dramas médicos que se reproducen. El clásico Grey’s Anatomy lleva 21 temporadas al aire y hoy es la tercera serie más vista en Disney+ a nivel global. Al cierre de esta nota, Pulso, una ficción sobre las tareas —y sobre todo los dramas personales— de los trabajadores de un hospital de Miami, era la segunda más vista en Netflix en el mundo. Además, esta misma plataforma estrena hoy Manual para residentes, serie médica coreana.

A diferencia de la mayoría de las del género, The Pitt le escapa a la etiqueta de lo telenovelesco y se concentra en la acción. Aquí no hay amoríos de pasillo ni enredos románticos, apenas una posibilidad que sobrevuela y no pasa de un par de sonrisas. Tampoco hay melodrama. Las complicaciones íntimas están ahí —la tobillera electrónica de la doctora McKay, una dura pérdida de la doctora Collins, el vínculo de la doctora Mel con su hermana—, pero al servicio de darle hondura a los personajes. Están lejos de ser la columna del show.

pittt.jpg
Una escena del drama médico "The Pitt".
Foto: Max

En ese sentido, The Pitt es un drama médico verdadero, puro. Estructurado al estilo de la serie de acción 24, cada capítulo cuenta una hora de actividad en un centro de trauma de Pittsburgh, un lugar (ficticio) que atiende urgencias de todo tipo y está absolutamente sobrecargado. La temporada registra en una suerte de “tiempo real” un turno completo, que se extiende a la fuerza cuando llegan al lugar 112 personas heridas en un tiroteo masivo durante un festival.

A esa construcción de lo real también aporta un elenco multirracial y la decisión de no aferrarse a lo impecable. Al final de la jornada, en The Pitt hay médicos demacrados, doctoras despeinadas, pieles sudadas, cuerpos que piden a gritos un descanso.

Esas características la han convertido en una de las grandes sensaciones televisivas de 2025, con un respaldo que engloba al público, a la crítica y, como rareza, a los verdaderos protagonistas. En un artículo titulado “Los médicos ocupados no se cansan de The Pitt”, The New York Times recogió el testimonio de varios médicos estadounidenses que coinciden en que este no es otro-drama-médico en la interminable lista.

Una doctora residente en un hospital de Michigan dijo: “Es la primera vez que veo médicos en la televisión y siento que puedo verme reflejada en ellos”.

La serie sostiene ese mérito no solo con un abordaje sólido de la medicina, el asunto que curiosamente más flaquea este tipo de ficciones, sino con detalles que tienden a ser salteados. En el episodio tres, el espectador empieza a desesperarse cuando el doctor Robby pasa casi todo el capítulo intentando ir al baño. Y en el siete se desarma ante la entereza de la doctora Collins, que sigue en servicio mientras recibe un golpe emocional duro y apenas tiene tiempo para llorarlo.

Escenas así contribuyen al retrato del sistema de salud, en el que The Pitt hace especial énfasis. Su creador R. Scott Gemmill y su productor ejecutivo John Wells, dos ex E.R., han dicho que querían hacer una obra lo más realista posible, en un contexto actual en el que la salud, sobre todo luego de una pandemia como la del covid, quedó con sus debilidades tan expuestas. Para eso, ficharon a verdaderos médicos y los involucraron en los diferentes niveles de producción, y reclutaron al guionista Joe Sachs, que también tiene historia en E.R. y que trabajó como doctor antes de dar el salto a la televisión.

Además, según recoge el New York Times, consultores médicos reales dan indicaciones directas a los actores tanto en la exigente coreografía que se necesita como en la forma de decir las líneas. Por último, el soporte del streaming permite planos extremadamente gráficos (una intervención en el último episodio es el súmmum de esa contundencia) a los que la televisión aún se resiste.

Con todos esos elementos, la serie logra una experiencia inmersiva que le propone un desafío interesante a los fanáticos del binge-watching: a nivel físico, psicológico y emocional, no es nada fácil ver tres o cuatro episodios de The Pitt de un tirón. Por eso, cuando Robby se toma una cerveza, se ríe con una carcajada estridente y sepia, se pone los auriculares y suena “Baby” de Robert Bradley’s Blackwater Surprise y camina como si todo estuviera en orden, hay tanto alivio. Porque mostrada así, como en esta serie, la realidad de un hospital se puede parecer al infierno. La diferencia con el arte es que, como en The Pitt, se puede tomar todo eso y generar belleza.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Max

Te puede interesar