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"Muñeca Rusa 2": una de las mejores series de Netflix volvió más delirante que nunca

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Natasha Lyonne en la temporada 2 de "Muñeca Rusa". Foto: Netflix
Russian Doll. Natasha Lyonne as Nadia Vulvokov in episode 201 of Russian Doll. Cr. Courtesy of Netflix © 2022
COURTESY OF NETFLIX/COURTESY OF NETFLIX

RESEÑA

La segunda temporada de la serie protagonizada por Natasha Lyonne llegó el miércoles a la plataforma, con siete nuevos episodios. Los repasamos

¿Qué diría Freud de la segunda temporada de Muñeca Rusa? ¿Qué conclusiones haría un psicoanalista y qué luces echaría sobre el espiral de sombras de estos siete nuevos capítulos? ¿Y alguien especializado en biodecodificación? ¿En constelaciones familiares?

¿Y cómo se le hace frente a uno de los estrenos más esperados de Netflix para este 2022? ¿Es una comedia para tomar en serio? ¿Es un viaje psicodélico y hay que aceptarlo como tal? ¿Por qué Natasha Lyonne está tan empeñada en abrir el baúl de las grandes dudas existenciales?

Si la pandemia del coronavirus agudizó el sentimiento de crisis individual (emocional, profesional) en buena parte de la población, la segunda temporada de Muñeca Rusa (Russian Doll en el original en inglés), que llegó este miércoles al streaming, no hace más que aportar a la causa. Acá la estabilidad pende de un hilo, pero ahí está parte de su disfrute.

La comedia creada, escrita, dirigida y protagonizada por la neoyorquina Lyonne, que en algunos de esos rubros comparte créditos con Amy Poheler y Leslye Headland), se estrenó en febrero de 2019 en Netflix, y causó amor a primera vista. Sin la necesidad de ser un fenómeno viral y en tiempos donde la plataforma aún no difundía sus números de audiencia, la serie conquistó a la crítica especializada (tuvo cuatro nominaciones a los premios Emmy) con una premisa única, un guion agudo y un tono mordaz.

En su primera temporada, Nadia Vulvokov (Lyonne) moría en la noche de su cumpleaños número 36, y revivía en el mismo lugar, en las mismas condiciones... y pronta para morir de nuevo. Se contabilizaron 26 fallecimientos en un bucle que la puso contra las cuerdas, y la llevó a tratar de encontrarle la explicación a semejante problema. Y en ese camino conoció a Alan (Charlie Barnett), un hombre en idénticas circunstancias que se convirtió en el compañero que tan particular contexto le impuso.

Muñeca Rusa 2 se ubica tres años después de aquellos acontecimientos. Nadia está próxima a los 40 y todo en su vida parece haberse acomodado, hasta que se toma la línea 6 del metro de Nueva York y aparece, sin saber cómo, en la década de 1980. Si el asunto ya le parece raro, espere a que la protagonista se mire al espejo para descubrir que ahora es su madre Nora (Chloë Sevigny), en el momento exacto en que está embarazada de ella misma. ¿Se entiende?

Eso ocurre en el primer capítulo, y de ahí en más Nadia viaja de acá para allá en el transporte público y en el tiempo, una travesía que, a su manera, también emprende Alan. Mientras él opta por ir a la Alemania de la década de 1960 para “convertirse” en su abuela con la intención de entender algunas cuestiones de su propia vida, la excéntrica pelirroja recorrerá épocas y ciudades en la misión de recuperar un “tesoro” que su familia húngara perdió a manos de los nazis.

Las líneas narrativas hablan por sí solas: Muñeca rusa, sobre todo en esta segunda temporada, no es para cualquiera. Si su primer ciclo fue tomado como una versión sórdida de El día de la marmota, con la mirada más aspiracional posible a ese Nueva York de rock y electrónica, de expresiones artísticas, de bailes y drogas y de una adultez al límite, en este regreso las riendas se soltaron y esa es la intención definitiva.

La ciencia ficción y la cuota dramática desdibujan la forma de la comedia negra propiamente dicha, y aportan un vértigo que deja de lado cualquier coherencia. No sirve de nada tener a mano papel y lápiz para trazar líneas cronológicas; no sirve buscar explicaciones ni aplicar el conocimiento adquirido en tantas películas de viajes en el tiempo.

Aquí lo único que queda por hacer es subirse al vagón con Nadia y acompañarla, de acá para allá, en un recorrido literal pero figurado en la interna de su árbol genealógico, con el fin de reparar los errores del pasado para tratar, así, de corregir un poco de este presente. Pero ninguna hija puede convertirse en su madre y después salir ilesa. Entre otras cosas, la serie habla de ese dolor, de esos vínculos y de la salud mental. De vuelta, ¿qué diría Freud al respecto?

Natasha Lyonne en la temporada 2 de "Muñeca Rusa". Foto: Netflix
Natasha Lyonne en la temporada 2 de "Muñeca Rusa". Foto: Netflix

Con exageraciones e imposibilidades, una estética exquisita y unos recursos visuales cada vez más lisérgicos, Muñeca Rusa pondrá todo lo que tiene sobre la mesa. El banquete es abundante, pero está visto que no complacerá a cualquier estómago.

Si esta reseña le resultó caótica es porque la serie es así: una bola de nieve que crece mientras de fondo suenan Janis Joplin, Depeche Mode, Velvet Underground y Pink Floyd, y mientras Nadia rompe el tiempo, su propio tiempo y todo el tiempo. No solo Marvel se anima a esas cosas.

Natasha Lyonne, con esa melena rojiza, esa voz ronca y ese andar tan exagerado como indiferente, es la que le da un sostén pleno a cualquier delirio posible en el que pueda recaer Muñeca Rusa 2.

Su solidez como comediante, y su desempeño en un personaje hecho a la medida, son claves para que del medio de semejante caos, todavía pueda emerger algo de belleza.

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