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Jeffrey Dahmer y las claves de la serie sobre una historia de espanto que arrasa en Netflix

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Even Peters como Jeffrey Dahmer en "Monstruo". Foto: Netflix
CORAL GABLES, FLORIDA - SEPTEMBER 29: Farruko performs onstage during the 2022 Billboard Latin Music Awards at Watsco Center on September 29, 2022 in Coral Gables, Florida. Jason Koerner/Getty Images/AFP
Jason Koerner/AFP fotos

RESEÑA

"Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer" es la serie más vista a nivel mundial y uno de los mejores estrenos del servicio. ¿De qué se trata?

Hay un momento en el que Monstruo quiebra, cambia, rompe. Hay un momento en el que la serie, que es morbosa y turbia y desagradablemente fascinante, se aparta de su punto de vista, de su foco, y decide mirar a través de los otros. Entonces el espectador ve lo que tiene que ver, y enfrente ya no está el asesino en serie y el probable camino de explicaciones hacia lo inexplicable. Enfrente está el desastre, las vidas borradas, la interrupción de los sueños, la pérdida. La tragedia honda que de a ratos, en el fenómeno de turno de Netflix, le gana al show.

Lanzada el 21 de setiembre, Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer lleva 10 días en el centro de la conversación seriéfila. Entre las críticas, los elogios, el espanto y las polémicas (tuvieron que quitarle la etiqueta LGBTQ+), se ubica cómoda como la serie más vista de Netflix a nivel mundial y, como si fuera poco, como el tercer mejor estreno de serie de todos los tiempos en el servicio. Acumula más de 196 millones de horas visualizadas en cinco días, y sigue subiendo.

Es otro aporte en el derrotero de Ryan Murphy para el servicio de streaming. Desde que fue fichado en 2018 y con contrato millonario, el creador de Glee tuvo altos y bajos entre series modernas (The Politician), de época (Hollywood), de terror (Ratched) y basadas en historia real (Halston).

Con Monstruo, o Dahmer a secas, el creador combina dos de sus especialidades: el hecho histórico con un terror de señas particulares, de impecable estética. Y lo hace de la mano del mismo intérprete que tanto rédito le ha dado en su antología American Horror Story, una de sus obras claves: Evan Peters.

Peters, que ha sido parte de la franquicia X-Men y estuvo en la serie WandaVision de Marvel, fue figura de la primera temporada de AHS como Tate Langdon, el adolescente que masacraba a 15 chicos en un tiroteo en su centro de estudio.

Tras el papel, el actor estuvo en las siete temporadas siguientes, con diversos personajes más o menos perturbados. Dio un paso al costado tras interpretar, para Cult, al líder de un culto maldito, trabajo que le demandó, según declaró a Entertainment Weekly, “dos años de descanso y terapia”.

Reapareció en 2021 en Double Feature, y se lo espera en la temporada New York City que llegará el 19 de octubre.

Murphy sabe lo que puede encontrar en él, el compromiso con el que asume los proyectos, y Peters sabe cómo responder a exigencias así de elevadas. Su Jeffrey Dahmer es tan intimidante como medido, y salpica con estallidos rabiosos una composición que es de palabras entre dientes y un permanente aura de indiferencia.

Está acompañado, además, por Richard Jenkins como Lionel, el bien interpretado padre del asesino, y por Niecy Nash, que brilla como Glenda Cleveland, la vecina que intentó advertir una y otra vez a la policía de que algo horrible ocurría en el apartamento de al lado.

Sobre esos tres pilares, la dirección repartida entre Carl Franklin, Clement Virgo, Jennifer Lynch, Paris Barclay y Gregg Araki, y el guion que tiene mucho del propio Murphy y de Ian Brennan, entre otras firmas, la serie se sumerge en la cotidianidad macabra de un hombre que, a casi 50 años del comienzo de sus crímenes (y a casi 30 de su muerte), aún causa fascinación.

Eso lo reafirma no solo el éxito de Monstruo, que en Uruguay lleva días como la más vista. Como si no alcanzara con la ficción, el próximo viernes Netflix lanzará, en el marco de la docuserie Conversaciones con asesinos, el ciclo Las cintas de Jeffrey Dahmer, sobre las entrevistas del homicida con su equipo de abogados.

Su presencia está, además, en Lluvia constante, la obra que se convirtió en uno de los hitos del teatro uruguayo de 2022, y que tuvo funciones a sala llena hasta ayer en El Galpón. Dahmer está así de vigente, y eso habla de la sociedad, del consumo, de lo que somos.

Y eso, en el acierto o en el error, en una construcción exageradamente morbosa y explícita, atraviesa la serie y de alguna forma la define.

Porque la historia de Jeffrey Dahmer es también la del privilegio del hombre blanco en la sociedad moderna. Diecisiete hombres en su mayoría gays, afroamericanos o inmigrantes, murieron ante la negligencia de un sistema policial ganado por el racismo, la xenofobia y la discriminación. Monstruo dialoga con los ochenta desde un presente donde hay reclamos que se mantienen, conductas colectivas que se perpetúan y morbos que aún marcan tendencia.

Y eso es la serie, el retrato de una atrocidad que el espectador no puede —lo números lo avalan— abandonar. Hasta que el mecanismo se rompe y la mirada se traslada a las víctimas, las familias, los entornos, y el velo del show se corre y quedan las miserias a la vista, como un evidente recordatorio que avisa que detrás de cada obsesión por la mente de un asesino hay un dolor vivo, que nada tiene que ver con la industria del entretenimiento.

Ahí Monstruo —hecha para atrapar, para cautivar, para entretener— encuentra su mayor fortaleza.

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