MATÍAS CASTRO
El título de Gran Hermano está muy mal puesto. A la inversa de lo que planteaba la novela 1984, de George Orwell, el "Gran Hermano" ya no te vigila, sino que pide que lo vigiles a él las veinticuatro horas del día, quieras o no.
Atendiendo al punto de partida del programa, el nombre parece bien puesto. Un grupo de jóvenes se instala durante tres meses en una casa donde literalmente no hay privacidad siquiera abajo de una cama, mientras que decenas de cámaras los filman de todos los ángulos posibles y transmiten eso al exterior. Hasta ahí, la frase de "El Gran Hermano te vigila" se aplicaba, más o menos, a lo que se vivía adentro de la casa. El Gran Hermano, claro está, ya no es una sola persona (aunque a los participantes se les aparezca como una voz única), sino que es la representación de toda la audiencia del programa.
Por otra parte, el concepto de "audiencia del programa", se ha extendido a partir de la impresionante batalla por el público entre los diferentes canales y medios de comunicación. De este modo, el concepto de audiencia se amplía y termina por envolver a quienes no miran a Gran Hermano, pero siguen sus alternativas a través de los programas de otros canales, revistas impresas y páginas de Internet. Telefé en Argentina y Canal 4 en Uruguay dedican muchísimo tiempo del día a mostrar lo que pasa en la casa. Pero los demás canales tienen sus programas que también viven de Gran Hermano, completando una cobertura que supera a la de los mundiales de fútbol y que hace que la única forma de evitar el tema sea no tener televisión. Así las cosas, Gran Hermano ya no vigila, sino que es vigilado. Sin embargo, otra frase de la novela de Orwell se cumple: "La libertad es la esclavitud". Quien no tiene cable, hace zapping libremente y tarde o temprano termina en Gran Hermano, quiera o no.