Por la fantasía y contra la guerra

| El director de "El viaje de Chihiro" vuelve con otra incursión en un universo imaginativo

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GUILLERMO ZAPIOLA

Existen pocas dudas de que el japonés Hideo Miyazaki es uno de los maestros mundiales de la animación. Sus largos anteriores como Porco Rosso, La princesa Mononoke y especialmente la espléndida El viaje de Chihiro dieron abundante prueba de ello, y es una buena noticia que el próximo viernes se estrene en Montevideo su nuevo film, El increíble castillo vagabundo.

A partir de una novela de la escritora británica Diana Wynne Jones, la película cuenta la historia de Sophie, quien trabaja en la tienda de sombreros de su familia en un país en guerra, y es salvada de un ataque de espíritus malignos por Howl, un guapo mago. Una celosa y malvada bruja la transforma en anciana, y en su esfuerzo por deshacerse del hechizo, Sophie se convierte en una pasajera a bordo del castillo de Howl, que flota sobre el país como un dirigible gigante y es impulsado por una llama de energía parlante llamada Calcifer. Un pequeño niño, Markl, es el asistente de Howl y dará más que una mano en la serie de peripecias que la protagonista debe atravesar en su empeño por recobrar su apariencia normal. A medida que la historia avanza se sabrá que Howl y Calcifer padecen sus propias maldiciones de las que intentan librarse, son incapaces de ayudarse a sí mismos y no les será fácil hacerlo con Sophie.

FANTASIA. Si mucho en El viaje de Chihiro remitía al Lewis Carroll de Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo, no es difícil establecer paralelos entre El increíble castillo vagabundo y El mago de Oz, con Sophie como una variante de Dorothy, y Howl como una variante de el Hombre de Hojalata. Hay incluso un espantapájaros, y un perro que puede ser pariente de Toto.

Miyazaki siempre ha sido básicamente un moralista, y aunque no le gustan los sermones siempre ha querido decir en sus películas algo sobre los tiempos que se viven. Este Castillo no es la excepción. La princesa Mononoke trataba sobre el medio ambiente, y El viaje de Chihiro lidiaba con la separación entre padres e hijos. El increíble castillo vagabundo se propone transmitir un mensaje antibélico, lo que tampoco constituye una novedad en la producción de los estudios Ghibli de Miyazaki, alguno de cuyos trabajos previos se ocupara de la amenaza nuclear.

El film es distribuido mundialmente por la empresa Disney, con un criterio al parecer (y afortunadamente) distinto al aplicado con El viaje de Chihiro, al que se dedicó un mínimo gasto de publicidad y un lanzamiento en pocas salas, dejando flotar la sospecha de que la empresa había comprado una película que había sido un enorme éxito en su país de origen para que realmente no se viera en el resto del planeta (lo cual no impidió que el film ganara el Oscar en su especialidad, derrotando a Lilo & Stitch de Disney y a la muy popular La era del hielo de Fox. En cambio, con El increíble castillo vagabundo se está haciendo una buena campaña de marketing, con el resultado de un afianzamiento de la figura y el prestigio de Miyazaki en los Estados Unidos. Es todo un dato que John Lasseter, de Pixar, haya insistido para que Disney comprara los derechos de los films de Miyazaki, y haya supervisado su doblaje al inglés con especial cuidado.

MATICES. Se ha insistido empero en que Miyazaki, sin renunciar a una inquietud "mensajística", trata empero de evitar el maniqueísmo: el Bien y el Mal combaten dentro de personajes que evolucionan, que pueden caer o levantarse, sin estar determinados a priori en su bondad o su maldad. Incluso, a veces, los buenos asustan. Y todos tienen sus defectos: Sophie es tolerante y prudente, pero obstinada; Howl, generoso, pero engreído y vanidoso; las brujas Calamidad y madame Suliman (o la misma bruja Jubaba en Chihiro), son malas por ciertos defectos, como la ambición y la envidia, nunca malvadas por naturaleza como la madrastras de Cenicienta y Blanca Nieves.

Miyazaki había declarado que El viaje de Chihiro, sería la última película, pero la historia de El increíble castillo vagabundo parece haberlo tentado lo suficiente como para hacerlo cambiar de opinión. Una vez mas, el cineasta se complace en la creación de un universo visual con detalles barrocos, con artefactos animados, cruza de animal y armatoste, máquinas de guerra que parecen una mezcla de insectos y aves de rapiña que recuerdan a los de Castillo en el aire (1986) o incluso los aviones, y aviones un poco más realistas que los de Porco Rosso. El propio castillo es una escultura proteica que cambia por fuera y por dentro, con puertas que abren a distintos sitios y a dimensiones diferentes.

Cuando el universo de la animación está (legítimamente) dominado por la tecnología digital, la apelación de Miyazaki a recursos de animación tradicional no deja de resultar llamativa y estimulante. Si lo hace, además, al nivel de creatividad exhibido en varios de sus trabajos anteriores, puede ser también una experiencia cinematográfica fuera de serie.

Los críticos seducidos

No hace falta ser un niño para dejarse seducir por la magia de Hayao Miyazaki. Una nota del crítico argentino Manuel Trancón, de El Amante Cine, señala que el cineasta es "la mayor fuerza creativa de la animación actual". Según Trancón, Miyazaki empieza creando en El increíble castillo vagabundo "una muy racional Alemania del siglo XIX, y con naturalidad la transforma en un lugar poblado por los seres más incompatibles e inverosímiles". El crítico añade que se tiene la sensación de ver "un organismo vivo creando y transformándose, donde cualquier cosa puede pasar".

Para Javier Bentancourt, de la revista Proceso, se trata de "la película más oscura y abigarrada de Miyazaki, sorprende a los niños acostumbrados a caricaturas demasiado ñoñas o donde impera la violencia gratuita, y atrae a adultos fascinados por el arte de la imagen y simbolismo de su relato".

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