Luego de que Néstor Carrizo, jefe de terapia intensiva del hospital donde permanece internada Alejandra "Locomotora" Oliveras, manifestara este martes que "el daño cerebral causado por el ACV es irreversible en el sector afectado", se abrió un nuevo debate sobre las secuelas que podrían quedarle a la exboxeadora argentina.
En ese sentido, Daiana Dossi, jefa del servicio de neurología en el hospital porteño Fleni, fue entrevistada por el diario argentino La Nación y brindó su opinión sobre el diagnóstico. "En estos casos tratamos de no nombrar la palabra irreversible; es muy pronto”, aseguró. Según la neuróloga, “Alejandra entró en la fase en la que lucha por sobrevivir. Y cuando supere esta instancia, llegará el momento de la rehabilitación“.
Para Dossi, las secuelas van a depender de ese proceso de rehabilitación. “Lo de Alejandra fue un ACV extenso, y este tipo de cuadros compromete la visión, la sensibilidad y la fuerza. Es un cuadro grave y con consecuencias muy severas”, subrayó.
Consultada sobre las secuelas que padecerá “Locomotora”, la jefa del servicio de neurología de Fleni enumeró: "Podría quedarle comprometido todo el sector izquierdo respecto a la movilidad, la simetría del rostro y la pérdida de visión“.
Además, Dossi sostuvo que “en la mayoría de los casos, los accidentes cerebrovasculares traen aparejados un compromiso cognitivo, donde muchos pacientes tienen dificultad para memorizar cosas o para comprender la situación en la que se encuentran”.
“Este tipo de ACV no se puede subsanar con medicación. Sí o sí es necesaria una rehabilitación que involucre terapia ocupacional y kinesiología”, apuntó. Luego resaltó: “Después de las 24 horas ya no hay tratamiento de rescate, es decir, es imposible recuperar el flujo de sangre perdido”.
¿Cómo es la rehabilitación de un ACV?
“Imagínense el cráneo como una caja cerrada. Cuando ocurre un ACV se tapa una arteria y eso genera un edema, ese edema hace que el cerebro se inflame, como cuando uno se golpea, entonces el cerebro se expande y empieza a dañar tejidos”, explicó la especialista.
“Entonces el tratamiento tiene como objetivo evitar que el paciente se muera, para lo cual se quita un pedacito de hueso del cráneo y eso hace que el cerebro se expanda, evitando así las complicaciones”, agregó la neuróloga: “luego de dos o tres meses, se vuelve a poner el hueso o una placa y se restaura”.
La Nación/GDA
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