FABIAN MURO
Hubo un tiempo en el que Andrés Calamaro estuvo poseído por el demonio de la creatividad: las canciones le brotaban sin cesar, en un fluido continuo. El argentino sacaba discos dobles y quíntuples, con canciones largas y cortas, propias y ajenas, buenas, malas y las que están en el medio de los polos.
Ya no. Luego de 5 años de silencio, el retorno al ejercicio musical ha sido pródigo en versiones y revisiones, pero escaso en melodías de cosecha propia o inéditas. Primero fue El cantante, donde la voz del porteño madrileño se medía con las de Ruben Blades, Atahualpa Yupanqui, Carlos Gardel y otros próceres de la canción latinoamericana. Después vino El regreso, el repaso en directo de parte de su dorado cancionero. Y ahora llega este Tinta roja, un puente musical entre Andalucía y Buenos Aires. Producido por Javier Limón y con la guitarra del Niño Josele -famosos del flamenco- Calamaro se da el gusto de dejar su marca personal en la más porteña de sus pasiones. Ya había amagado varias veces. En Honestidad brutal interpretó Naranjo en flor junto a Virgilio Expósito. En El salmón, cantó Cafetín de Buenos Aires acompañado por un organito. Y en El cantante, le puso su melancólica garganta a Volver y Sus ojos se cerraron.
Esos primeros pasos insinuaban lo que Tinta roja confirma: en el tango, Calamaro apuesta a lo seguro. El repertorio escogido para este disco es de lo más trillado: El día que me quieras, Sur, Mano a mano... postales porteñas "for export" que el cantante reproduce con dispares resultados.
Esa actitud, la de apostar a lo consagrado, parece desparramarse hacia la mayor parte de la interpretación de Calamaro. Cómodo, confiado y sabiendo que tiene un equipo soñado de músicos atrás (entre ellos, el genial guitarrista argentino Juanjo Domínguez y el pianista uruguayo José Reinoso), Calamaro hace las cosas muy bien. Pero rara vez consigue descolocar al que escucha, sacarlo de la modorra que se produce cuando canta melodías indelebles y la ejecución es impecable. Cuando sí consigue ese efecto, no siempre es una grata sorpresa. El dúo con la cantante flamenca Montse Cortés en El día que me quieras es una de esas ocasiones. Por otra parte, Nostalgias, la canción de Cadícamo y Cobián, despide este capricho discográfico con todo aquello que había aparecido sólo intermitentemente durante los 33 minutos que la precedieron.