La Orquesta Filarmónica de Montevideo rindió homenaje a la bien denominada Ciudad de la Música titulando al ciclo de tres conciertos Una noche en Viena.
Para ello contó con la participación como invitado especial del talentoso director ruso Yuri Sobolev. El programa estuvo compuesto de cuatro oberturas de operetas, dos polkas, tres valses y una marcha.
En su mayoría fueron obras de Johann Strauss (hijo) salvo dos oberturas de Franz von Suppé y la famosa Marcha Radetzky de Johann Strauss (padre).
Se inició la velada con la obertura del Barón Gitano, estrenada el 24 de octubre de 1885 en el Theater an der Wien y que incluye el hermoso Vals del Tesoro. Le siguió la chispeante polka Tritsch-Tratsch compuesta en 1858.
La polka es una danza sumamente popular de origen checo que surge en el siglo XIX y que los compositores checos utilizaron como símbolo nacionalista frente a la música de los austríacos que los sometían políticamente.
Esto no impidió que muchos músicos austríacos —como los Strauss— consideraran a la polka como una danza más del Imperio. Sobolev supo trasmitir la ligereza, la gracia sencilla y el sutil humor de esta hermosa página musical.
Continuó el programa con los Cuentos de los bosques de Viena, escrito en 1868. Este vals posee una de las introducciones más largas escritas por Strauss: 119 compases. Se inicia en la tonalidad de Do Mayor, para luego pasar a Fa Mayor y de esta forma va ganando progresivamente volumen y animación.
En cambio, la segunda parte escrita en Sol Mayor se caracteriza por ser más reflexiva, con un solo de violín que incorpora material que luego será utilizado en las siguientes secciones del vals.
Una breve cadencia de la flauta invoca el canto de los pájaros, para ir luego hacia el solo de cítara, que presenta dos partes; un ritmo lento de ländler y un final vivace. La Filarmónica, al carecer de un citarista, asignó dicha parte a las cuerdas.
Nuevamente volvió la algarabía con la polka Entre truenos y relámpagos, compuesta en 1868 prosiguiendo con el ensoñador vals Sangre Vienesa, escrito en 1873. Sobolev supo mostrar el dualismo de esta última obra, al marcar bien las diferencias entre los momentos de euforia con los de lirismo, sin olvidar nunca la solemnidad vienesa.
Luego se escuchó la brillante obertura Caballeria ligera de Franz von Suppé. Berlioz dijo: "Viena sin Strauss es como Austria sin el Danubio". Indudablemente el Danubio Azul sigue conquistando al público, no obstante el fracaso que recibió en Viena el día de su estreno el 13 de febrero de 1867 en su primitiva versión para coro masculino.
Sin embargo fueron los parisinos los primeros en reconocer la belleza de esta obra inmortal cuando la escucharon tres meses después en su versión sinfónica.
Sobolev consiguió que la orquesta hiciera algunos pasajes de gran exquisitez interpretativa. Uno de los puntos más relevantes del concierto fue la obertura Mañana, tarde y noche en Viena de Suppé donde hubo una total sintonía entre el conductor y la orquesta. La violoncellista Virginia Aldado realizó un hermoso solo en esa obra.
Lamentablemente las dos piezas que cerraban el programa (la obertura de El Murciélago y la Marcha Radetzky) tuvieron desajustes importantes, debido a que la orquesta tuvo pocos ensayos para la preparación de este extenso concierto ya que hubo de por medio un paro general de los funcionarios municipales.

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