ENTREVISTA

El último recital que dio ante público fue en Lima, Perú, en febrero. Después, desde que comenzó la pandemia, Kevin Johansen editó música —“The Availables 20’s”— e hizo una serie de recitales vía streaming, en vivo junto a su banda (los The Nada) y ante unas figuras de cartón que le sirvieron de espectadores. Frida Kahlo, Julio Cortázar y Simone de Beauvoir estuvieron en la platea.

Ahora, el próximo viernes y sábado se presentará en La Trastienda de Montevideo. El espectáculo se llamará Vecino, como esa canción suya en la que habla de estos vínculos de rivalidad y hermandad tan propios del Río de la Plata; hay entradas a la venta en Abitab.

Johansen vendrá solo con su guitarra y un repertorio abierto a algunos pedidos de la audiencia, y tendrá los días de aislamiento requeridos antes de tocar. “Cuando me dijeron que tenía que estar seis días encerrado, solo, dije: ‘¿dónde firmo?’”, bromea al otro lado del teléfono.

“Estamos grabando disco, la cabeza está llena de ideas y me va a venir bien para aclarar, escuchar y elegir”, dice antes de profundizar en su larga historia con Uruguay.

Vivió aquí un par de años en su adolescencia y, asegura, “una parte de mí se quedó siempre en Montevideo”. En charla con El País repasó parte de esta relación de profundo afecto.

“Fue conocer otro planeta”, dice Johansen sobre su llegada a Uruguay cuando tenía 12 años. “Venía de San Francisco, California; en Buenos Aires apenas hice la mitad de sexto grado, y estaba aprendiendo a hablar castellano. Con 12 años mi vieja consiguió un laburo en el British de Carrasco, enseñaba literatura inglesa y española. Imaginate, venir de una escuela pública de Estados Unidos donde no usabas uniforme a la Escuela Del Sol de Buenos Aires donde tampoco usabas uniforme porque era una escuela ‘progre’, y llegar al British y tener que usar corbata, uniforme verde... Vivíamos en Malvín, tengo la foto en mi cerebro de la calle 18 de Diciembre a cuadras de la rambla, la isla de las gaviotas ahí enfrente, ir a pescar con mi semi-mediomundo pejerreyes y mojarritas, ir al almacén de Washington Ramos...”.

Fue en Montevideo, además, donde se enamoró de la guitarra para siempre. Tuvo su primera criolla cuando un tío se la mandó desde Argentina y una amiga que se había hecho su madre acá, Susana, a quien le decían Petunia y que casualmente era tía de los hermanos Ibarburu (todos músicos), dijo que el hermano daba clases y ahí empezó a estudiar.

“En los colectivos sonaba ‘A redoblar’ (canta) y seguramente escuché cosas ahí, un montón. Fue superformador para mí, Montevideo. Fue donde realmente me uní con la guitarra como mi instrumento”, asegura.

El primer show de Kevin Johansen en Montevideo fue “añares después”, recuerda. Se había ido de la capital uruguaya a la argentina alrededor de sus 15 años, era compañero de clase de Javier Calamaro y por ahí tuvo sus primeras banditas, sus primeras experiencias. “Pero me formé un poquito más seriamente recién a los veintipico, cuando voy para Nueva York y encuentro mi casa musical en CBGB, antro del punk rock; el dueño, Hilly Kristal, como en una película, me escuchó tocar un martes, día de lluvia, con 15 personas, le gustó y me dijo: vos podés foguearte acá, tocar y grabar”, relata.

Se volvió a Buenos Aires con un primer disco, The Nada, empezó a sonar y después vino el “salto” al mainstream con “Down With My Baby” como banda sonora de la telenovela Resistiré. “Y a Uruguay voy por primera vez creo que en el 2004, a la Sala Zitarrosa”, repasa. “Pero Montevideo es muy mía, como esas relaciones de amistad que no ves a alguien por 10 años pero sabés que está ahí. Es extraño; la primera vez que fui estaba en la Ciudad Vieja y me fui directo a Malvín; necesitaba ver la 18 de Diciembre, caminar. Esto de tocar ahí es como un milagro”.

“El primero fue muy significativo, y hay uno en el Teatro Solís que tuve la suerte de tener a Pitufo Lombardo, (Fernando) Cabrera y (Ruben) Rada de invitados, y fue una noche de esas que me gustan a mí: de mucho relax y relajo, en el buen sentido. Esa noche la recuerdo de mucha amistad, risa, anécdotas en el camarín. El típico sueño del músico donde hay hermandad, fraternidad, sororidad”.

Entre todos los compinches y amigos que Johansen tiene de este lado del río, resalta Jorge Drexler y a esta altura toda su familia. “Con Jorge tenemos muchos puntos en común, de lo generacional, de venir de la mezcla de culturas; nos entendimos desde el vamos. Y también somos de celebrar las diferencias y nos gusta la diferencia del otro; somos muy distintos y a la vez complementarios, y creo que eso nos entretiene mucho y ha forjado nuestra amistad. El año pasado me invitó a Galicia y fue maravilloso, compartimos recitales intercambiando temas y guitarras y haciendo coros, y fue esa confirmación de cómo nos complementamos y divertimos”.

"‘Vecino’ tiene que ver con la falta de empatía y tratar de inspirar todo lo contrario, que el otro puede ser uno, espejarse”, dice Johansen sobre la canción que da nombre a estos shows y que en parte habla del amor y el odio entre Uruguay y Argentina. “El uruguayo siempre le va a querer ganar al fútbol al argentino, el porteño es lo peor que hay y esas cosas (se ríe). Pero ‘Vecino’ tiene lo que yo le deseo a las relaciones humanas, la búsqueda de uno en el otro”.

“Yo creo que fue escrita entre 2007 y 2008, creo que ya estaba el quilombo del puente (Internacional Libertador General San Martín), estaba eso en el aire. Y yo necesitaba decirlo”, explica Johansen, que si tiene que quedarse con una frase del tema elige esa que dice: “Mirémonos bien de frente, no de costado. Yo soy aquel que no soy yo”.