Él Mató a un Policía Motorizado: periferia, cine y hogar en el ADN de una banda clave

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Él Mató a un Policía Motorizado. Foto: Guido Adler

ENTREVISTA

El grupo referente del indie argentino vuelve a Uruguay y debuta en el Teatro de Verano, este miércoles con Niña Lobo. Antes, Santiago Motorizado charló con El País

Después de las sonadas reprogramaciones del regreso de Jaime Roos a los escenarios, estuvieron las de la vuelta de Él Mató a un Policía Motorizado a Montevideo. La banda iba a actuar en mayo de 2020 en el Auditorio Nacional del Sodre, pero el devenir de la pandemia impuso cambios, aplazamientos, cancelaciones y más cambios.

Finalmente, la principal referente del indie argentino se reencontrará con el público uruguayo este miércoles. Subirá por primera vez al Teatro de Verano, ese lugar donde alguna vez vio tocar a los Pixies; abrirán las locales de Niña Lobo y quedan entradas en Abitab.

Este verano, el cantante y líder de Él Mató, Santiago Motorizado, giró por la costa uruguaya en plan solista y acústico. Ahora está listo para enchufarse y darle paso a un año que, para compensar la calma de los últimos dos, se asoma recargado: luego de Montevideo, la banda estará en el festival Lollapalooza argentino y recorrerá América Latina y Europa.

Si todo sale bien, dice Santiago, a fin de año se tomará un mes para irse al Mundial de Catar, a ver fútbol y a descansar. Pero ahora son tiempos de música, y por eso, esta charla con El País.

—¿En qué momento los encuentra esta vuelta a Uruguay?

—Estuvimos dos años sin tocar. Volvimos en diciembre, tocamos en GEBA, vinieron 5000 personas y fue un récord para nosotros: nunca había venido tanta gente para un show propio. Fue muy emotivo y fue el arranque de esta vuelta. Fue raro, ¿no? Dos años es un montón, en tiempos normales hubiese significado que la banda estaba separada. Creo que nunca habíamos estado más de dos meses sin tocar desde que arrancamos, en 2004. Pero como fue una pausa obligada, de alguna manera no nos perturbó: sabíamos que en algún momento se iba a volver. Y mientras estuvimos haciendo cosas.

—Entre eso estuvo hacer la música para la remasterización de la serie Okupas. Ahora que pasó la euforia, ¿qué significó para vos y para Él Mató estar implicados en este proyecto?

—Nosotros sentimos que Okupas es una influencia nuestra. Toda esa estética de periferia, de marginalidad, de esa Argentina que estaba con una crisis a punto de explotar, todo eso es parte del paisaje de los primeros discos de Él Mató. Quizás un fan de Okupas o un fan de Él Mató no vea la conexión directa, pero está. Y de repente ser parte es increíble. Es muy extraño. En lo personal, cuando hice mi parte en solitario, fue una aventura genial, de sumergirme en otros géneros, tener una especie de libertad que apareció de meterme sin vergüenza en cosas que me eran ajenas, pero sabiendo que estaba haciendo la música de Okupas. Eso hacía que no me importara nada. No tuve miedo.

—¿Qué otras referencias audiovisuales tiene tu música?

—Muchas. Algunas películas inspiraron canciones directamente, aunque cuando lo hago me gusta que sea el disparador y que no se note. En las portadas de los discos y los afiches también están. En (el disco) La síntesis O’konor me había copado mucho con un cine de los 80, de cuando yo era chico, que daban en la tele y era muy de videoclub. Películas como Conan el bárbaro, Conan el destructor, The Beastmaster, todo cosas que hoy se harían con un montón de presupuesto. Pero en esa época era de mediano presupuesto, bajo, franquicias que enseguida empezaban a derrapar. Y se notaba. Pero en esa cosa se generaba una atmósfera muy particular que traté de rescatar, entre el kitsch y lo pop.

—¿Qué te agarró primero, la música o el cine?

—Supongo que a la vez, pero sí que en mi casa el cine estaba muy presente. No sobraban muchas cosas, éramos muchos, mis viejos eran trabajadores estatales. Pero mi viejo un día tuvo la osadía de comprar una videocasetera, cuando nadie tenía en el barrio, y eso cambió la dinámica de la casa. Había pocos videoclubes, había que ir al centro de la ciudad y era toda una aventura salir a buscar pequeños tesoros. Y eso te pega el doble.

Santiago Motorizado. Foto: Difusión
Santiago Motorizado. Foto: Difusión

—¿Cuánto te queda del que eras en ese contexto?

—Viví 30 años ahí (en Barrio Jardín, La Plata), porque después me mudé a una casa a dos cuadras de la casa familiar, que ahora esa es la sala de ensayo de la banda, así que siempre vuelvo. Y hay una cosa de hogar que queda arraigado. Se mezcla todo. Se mezcla ir a Estados Unidos a grabar en uno de los mejores estudios del mundo, y volver a esa sala que debe ser de las peores (se ríe). No, no tanto. Es muy humilde, pero muy bonita. Y me gusta vivir en ese equilibrio de viajar por todos lados y no extrañar nada, y después poder volver a ese lugar donde todo comenzó.

—Volvamos al presente. Lanzaron Unas vacaciones raras, un disco con versiones y música nueva. El año pasado decías que por el ciclo habitual de Él Mató estaban en el momento de grabar un álbum nuevo para salir de gira, cuando llegó la pandemia. ¿Qué tan cerca está ahora ese plan?

—En 2020 habíamos editado La otra dimensión, una especie de Lado B de La síntesis O’konor, y era momento de ponerse a trabajar las canciones nuevas. Que están. Pero en pandemia no nos pareció un buen plan. Para nosotros el disco es el comienzo de una gira, de todo un momento que tiene que ver con la otra parte de esas canciones nuevas que es el tocarlas en vivo. De repente veíamos la incertidumbre y no nos permitía proyectar en el tiempo. Entonces sentíamos que había que esperar hasta que el contexto sea realmente el que nos gustaba a nosotros. Y ahora es el tiempo, creemos. Yo tengo muchas ganas de empezar por lo menos a grabar algunas canciones, en algún momento buscar un hueco y sacar un álbum.

—¿Vislumbrás, en ese sentido, cambios en relación al sonido global de la banda? Pienso en un tema como “La otra ciudad”, que te lleva a un lugar bastante diferente a esa propuesta rockera y guitarrera tradicional de El Mató. ¿Van a ahondar por ahí?

—No sé. Me gusta cómo quedó “La otra ciudad”, entiendo que es rara. Nació dentro del contexto de Okupas. Cuando estaba haciendo una introducción puntual, para acompañar una escena, me surgió la idea de que eso instrumental se transforme en una canción, que aparezca mi vos. Y no estaba en los planes del director de la serie, pero lo compuse igual. Pero nació muy puntualmente dentro de ese contexto, y las canciones del disco no salen desde ese lugar. Aunque todo se va conectando. Pero la verdad es que ahora, en su formato más base, las canciones son muy diferentes entre sí. Hay que darle la estética que unifique. Sí tenemos claro que la forma de producción va a ser parecida a La síntesis O’konor, más de laboratorio. Eso nos divierte y abre un montón de recursos.

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