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Ya es casi un clásico para quien camina por 18 de Julio y sus alrededores. Cada algunos meses, dos afiches se suman al paisaje céntrico de Montevideo: uno muestra, sobre fondo amarillo, el rostro de Woody Allen y promete una Woody Allen Night; el otro presenta a un hombre de sonrisa amplia acomodándole el moño a otro de risa tímida, mientras al fondo una caricatura que evoca el castillo de Aladdín anuncia Jazz Cartoons. Ambos espectáculos son creación del quinteto argentino París Jazz Club. En la foto, quienes posan son sus fundadores: Sebastián Misuraca y Francisco Villaveirán.
Desde su debut en Uruguay, en julio de 2022, este proyecto que fusiona jazz, humor y visuales se presenta varias veces por año en Montevideo, siempre en la Sala Zitarrosa, con doble fecha y un espectáculo distinto por noche. Solo en 2023, por ejemplo, vinieron en cinco ocasiones. Cuando se le menciona el dato a Misuraca —encargado del piano, el acordeón y los monólogos del grupo—, se ríe y ofrece un ejemplo: “Cuando voy a la feria de Tristán Narvaja, a veces me paran y me dicen: ‘Che, ¿vos otra vez acá?’”, cuenta entre carcajadas. “Con Montevideo se generó un amor a primera vista”.
Este viernes y sábado, París Jazz Club regresa a la Sala Zitarrosa con dos nuevas propuestas: primero presentarán Jazz History, que va desde el dixieland de Louis Armstrong hasta el cool jazz de Miles Davis; luego interpretarán Jazz Cartoons 2, una versión renovada de uno de sus espectáculos más populares. Las entradas se venden a través de Tickantel, cuestan entre 800 y 1200 pesos, y están por agotarse.
El grupo, que tiene cuatro discos pero cuyo fuerte está en el vivo, nació en 2014 casi por casualidad. Misuraca conoce a Villaveirán “de toda una vida”, y la música ha sido la constante. Desde la adolescencia compartieron todo tipo de bandas: empezaron con punk, pasaron por el rock y el reggae, y llegaron a tocar versiones de los Red Hot Chili Peppers. No les fue muy bien, pero el panorama se modificó cuando el jazz se cruzó en sus caminos.
Primero interpretaban clásicos de Miles Davis y Chick Corea, aunque sentían que algo no terminaba de cerrar. “Sabíamos que tal vez no era algo tan tentador para el público en general, por dos cosas: era más virtuoso, y nosotros no tocábamos muy bien porque recién empezábamos”, cuenta. “Así que teníamos dos complicaciones”.
El rumbo se les marcó sin esperarlo. En uno de los ensayos, Misuraca, fanático de las películas de Woody Allen, propuso interpretar “Si tu vois ma mère”, el standard de Sidney Bechet que el director usó como tema principal de Medianoche en París (2011), y algo se encendió. “Nosotros ensayábamos en la casa del bajista, y sus padres siempre nos recibían sin mucho entusiasmo; apenas nos decían ‘hola’ y ‘chau’”, recuerda. “Pero el día que tocamos esa canción, la madre nos dijo: ‘Me gusta esa melodía’. Era la primera vez que nos hablaba con interés, y ahí vimos que había un sensor de que esto podía llegar a funcionar”.
Fue entonces que París Jazz Club empezó a darle forma a un repertorio centrado en la época en que el género era la música popular de Estados Unidos, entre la década de 1920 e inicios de la de 1950. “El jazz swing era lo que se bailaba, y se podría hacer un paralelismo con lo que hoy es la cumbia y el reggaetón”, asegura. Arrancaron a tocar en boliches, y enseguida notaron que aquella primera reacción se replicaba una y otra vez. “Se notaba la empatía y una escucha sincera de la gente”, cuenta.
El paso definitivo llegó con el debut de Woody Allen Night, su espectáculo insignia, que proponía musicalizar en vivo escenas icónicas de las películas del director que se proyectaban en una pantalla. “Lo estrenamos en la época en que se anunciaban shows por eventos de Facebook, y se viralizó”, relata Misuraca.

“Llegó a tener 2000 personas que confirmaron que iban a ir, y el concierto era a la gorra para un bar en el que entraban 40”, dice, sorprendido. “Obvio que no fueron todos, pero cuando llegamos al lugar ya había fila en la puerta, así que tuvimos que hacer dos funciones y dejar a un montón de personas afuera. Empezamos bien: el proyecto estaba totalmente en pañales, pero la propuesta visual tenía un impacto inusual para la época”, analiza.
A medida que fueron delineando la propuesta, París Jazz Club pasó de centros culturales porteños a agotar teatros en varios puntos de Argentina. La clave, dice su fundador, está en el uso de las redes. Por ejemplo, en marzo publicaron un video interpretando la canción principal de Tom & Jerry para promocionar Jazz Cartoons 2, y lograron 500 mil “me gusta” en Instagram después de que se viralizara en India. Algo similar les pasó con una versión de “Sing, Sing, Sing” de Benny Goodman, que tiene 3 millones de reproducciones en TikTok. “El poder de las redes es increíble”, dice.
El primer volumen de Jazz Cartoons, que lanzaron en 2019, completó la propuesta que hace único a París Jazz Club. La idea es interesante: tomar canciones clásicas de películas y dibujos animados como “Hakuna Matata”, “You’ve Got a Friend in Me”, “Everybody Wants to Be a Cat” y hasta el tema principal de La Pantera Rosa, y hacerlos dialogar con sketches humorísticos y una cuidada puesta visual. “Los shows del grupo son una combinación de cuestiones: es un 50% de música, un 30% de humor y un 20% de visuales”, asegura. “Y no es un show pensado para niños, aunque claro que los grandes pueden venir con los hijos y les termina encantando”, aclara.
Este sábado estrenarán en Uruguay el segundo volumen del espectáculo, que llega con unas cuantas novedades. Interpretarán temas icónicos de Tom y Jerry, Los Picapiedras, Looney Tunes, Aladdín y Hércules. Un día antes, presentarán Jazz History, que es la entrada perfecta para quienes quieran adentrarse en las distintas ramas del género. “Tocamos temas bastante desconocidos, pero a la vez no queremos que el show sea una charla TED. Por eso, lo armamos en torno a la historia de un tipo que se enamora de una chica en un club de jazz, y usamos muchas visuales. La idea es que la gente aprenda, se divierta y disfrute de un buen repertorio”, dice.
“Hoy en día, París Jazz Club es mi vida”, asegura el argentino, que ya presentó más de mil conciertos con la banda en distintos escenarios de la región. “Hubo un antes y un después desde que nació el proyecto, y tengo dos visiones sobre eso: por un lado pienso que ya pasaron diez años, y por otro siento que con todas las giras y cosas que pasaron, fueron muchísimos más años”, cuenta.
En este camino que inició con un comentario dicho al final de un ensayo, Misuraca destaca algo: “Lo más importante es que cuando uno está haciendo algo que le divierte y le gusta, es probable que el otro lo note y también le guste”.
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