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Diego González, el músico uruguayo que tiene a las canciones como norte, fe y única certeza

Cantante, compositor y sonidista, González llega este sábado al Auditorio Vaz Ferreira para repasar sus dos premiados discos y adelantar parte del tercero, que editará en 2024. Antes, esta charla.

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Diego González, músico y compositor.
Foto: Alina Viera

Hace un tiempo que la vida de Diego González, músico y compositor uruguayo, sonidista, artista repartido entre dos trabajos, gira en torno a la canción. Es un norte, dice en charla con El País, pero también tiene algo de obsesión. Y de fe.

No importa cómo ni por qué ni dónde, no importa el contexto ni el circuito ni cuáles son las expectativas. Al final, cuando las preguntas aparecen, llueven, lo envuelven todo, la respuesta siempre es la misma. “La única certeza que tengo, en toda esta cosa que está dudando todo el tiempo, es que preciso hacer canciones”.

Con esa convicción por delante, González trabaja en su tercer disco y mañana adelanta buena parte de lo que vendrá, en vivo en el Auditorio Vaz Ferreira. Con banda completa y varios invitados —Bárbara Jorcin, Paula Go, Diego Matturro, Gonzalo Deniz—, repasará desde las 21.00 parte de sus álbumes Uno y Días de fuego y fantasmas, y ofrecerá, bajo el título La canción que viene, un generoso vistazo a una nueva era. Hay entradas en Tickantel.

De su nuevo álbum, al que preceden un Premio Graffiti 2018 a mejor artista nuevo y otro de 2022 a mejor álbum de pop alternativo por su segunda placa, el cancionista ya estrenó “Ezpecial” y “Milagros”, más una versión de “Tema del hombre solo” de Jaime Roos que expanden algunos rasgos de su estilo: un juego de tensiones entre la melancolía y la ilusión, una paleta de colores entre el ocre y lo azul, una búsqueda entre la guitarra y la impronta electrónica que aterriza en canciones pop pulcras, acertadas.

La semana que viene presentará “Montevideo”, una declaración de amor a esta ciudad a la que vuelve a elegir una y otra vez. Y todo eso, dice, está unido por el mismo faro, la misma obsesión. Con la canción colocada en un altar, el espíritu del álbum nuevo será entregarle, a cada tema, todo lo que el tema pida. Hay cuatro productores en eso: Luis Angelero, Guillermo Berta, Tadu Vázquez y Paul Higgs.

“Esto es lo que quiero hacer, lo que me gusta, lo que me da libertad”, dice del oficio de compositor. “A veces tampoco es suficiente, porque vos, en este lugar que es ínfimo, estás yendo de la guitarra a la voz, y de la guitarra y voz a un bar a tocar, y a otro, y después haciendo una sala por año, y ese es el circuito del cantautor uruguayo cuando tiene relativamente un camino. Si no lo tenés, ya es más de lugares chiquititos, yendo y viniendo todo el tiempo, ¿y qué pasa cuando eso no alcanza? Me encantaría abocarme solo a la canción y ver qué pasa. Pero a veces es como ese dicho yanqui: tenés que fingirlo hasta que sea”.

—Si te preguntás para qué seguís haciendo canciones, ¿la respuesta, cuál es?

—Me lo dijo Lea (Ben Sasson, también artista), hace mil años. Que ella lo puede hacer de una forma o de otra, pero lo va a seguir haciendo. Y es eso: lo puedo hacer más chiquito, lo puedo hacer más grande, puedo hacer canciones que tengan orquestas, con tremendos invitados, o puedo salir a tocar con guitarra y voz un viernes a un boliche acá la vuelta, pero lo voy a seguir haciendo. Porque la única certeza que tengo, en toda esta cosa que está dudando todo el tiempo, es que preciso hacer canciones. ¿Qué voy a hacer, si soy esto? Y en el rol de sonidista, en un teatro o en un canal poniendo micrófonos, cuando estoy caído, siempre me viene a la cabeza una foto de El Espectador, con Julio Sosa por cantar y Zitarrosa acomodándole el micrófono. No me estoy comparando; soy rehén de las circunstancias, y le sigo metiendo.

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