ENTREVISTA

"Fue súper intenso”, dice Camila Sapin para definir el clima que se vivió hace dos lunes en la final de La Voz Uruguay. Allí trabajó como vocal coach asesora  de Óscar Collazo, el ganador del certamen de canto de Canal 10. “Fue una mezcla de emociones. Había mucho nervio y mucha adrenalina, pero a la vez todos estábamos re contentos porque nos llevábamos muy bien. Es un placer trabajar junto al equipo de 100 personas que está detrás del programa y siento que, a pesar de los nervios, el disfrute y la buena onda se pudo transmitir al público”.

Sapin, que da clases de canto hace 13 años, comenta que haber participado del formato internacional fue una experiencia “súper linda”. “Me encantó y ni hablar de lo que representa tener al ganador en mi equipo, que además tiene una voz increíble”, comenta sobre el finalista del team Lucas Sugo. “Cuando empezamos a trabajar, me di cuenta enseguida que era uno de los mejores de mi equipo y un posible ganador. Tiene una voz muy llena y con mucho power pero sin tener que gritar. Es muy preciso y afinado; dulce pero firme. Es un gran cantante”, define.

Pero su relación con el ganador de 34 años no se limitó a pulir su técnica vocal. “Él tenía muchas inseguridades y tuvimos que trabajar en la idea del ‘Visualizate ganador porque si no te la creés vos, no te cree nadie’. El seteo mental es muy importante para cualquier artista porque a veces nos sentimos impostores, por eso trabajamos mucho para poner el ‘sí’ en su cabeza. Óscar llegó a decir al aire que fui como una psicóloga para él”, recuerda.

Esa lucha contra las inseguridades, relata, es un proceso al que ella también debió enfrentarse antes de lanzar su carrera solista. Sapin, que fue parte de la banda Closet y que cantó junto a una larga lista de figuras locales —desde Ruben Rada hasta Mariana Ingold, y desde Congo hasta Mandrake Wolf—, se tomó varios años antes de animarse a mostrar sus composiciones. 

“Lo que pasa es que cuando cantás a otra gente estás actuando, pero cuando cantás cosas desde adentro que te exponen, el tema es muy diferente. Estás entregando tu alma y te desnudás ante la gente. Es mucho más difícil. Igual, he hablado con artistas que tienen una carrera increíble pero cuando van a sacar un tema todavía les da miedo. Es algo que pasa mucho, hasta en las mejores familias”, dice, entre risas.

Le llevó tiempo, es verdad, pero a inicios de 2020 algo se destrabó. Publicó “Mover”, una enérgica mezcla entre un irresistible pulso funk, fraseos del pop y rock, y tintes candomberos y electrónicos. Sapin estaba lista para inaugurar una nueva faceta en su carrera pero la pandemia pausó sus planes. “Volví a componer y me di cuenta de que las otras canciones que publiqué en ese tiempo ("Cuesta ver", "Voy por más" y otras tres) ya no me representaban, así que empecé de nuevo”, dice sobre la semilla de Magnetismos, su interesante álbum debut, donde las letras reflexivas se visten de la fusión constante de estilos.

En poco más de media hora, declara su intención artística (“Mi sueño es volar amor, / Que llegue algo de mi canción a tu corazón, / Y con eso feliz me voy”, canta en “Algo de mi corazón”), se muestra más trasparente que nunca (“No tengo tatuajes, tengo cicatrices, / Muchas me dolieron, otras son matices”, dice en “Cicatrices”), busca la superación (“Dejar fluir”) y celebra el amor libre (“Una contigo”).

Mañana, y en el marco del ciclo Marea, lo presentará en la Sala Zitarrosa junto a varias invitadas. Bajo el título Una contigo, durante tres noches —un viernes al mes—, se acompañará de diferentes invitadas. En total serán 25 y mañana cantará con Ana Prada, Soledad Ramírez, Clipper, Vitu Revello, Mica Sapin y Mariana Olivera; la apertura estará a cargo de Rodra. Las entradas se venden en Tickantel por 450 pesos y el abono por los tres shows se consigue a 1000 pesos.

—“Una contigo” es la que mejor captura la intención del ciclo Marea: visibilizar a las artistas mujeres y disidencias. ¿Cómo surge la idea de compartir con tantas cantautoras?

—Cuando Cecilia (Canessa, la directora de la sala) me propuso lo de los tres viernes se me ocurrió la idea de sacarme el gusto de compartir con varias artistas e incluso invitar a gente que está empezando su carrera. Me pareció súper entretenido poder fusionarnos y darnos power entre todas. Esa unión me parece importante porque a veces se dice que en la música uruguaya no hay muchas propuestas de mujeres y disidencias, pero queremos mostrarles que están equivocados. Por eso quería que fuera una propuesta heterogénea y que las invitadas puedan convivir aunque sus estilos sean diferentes o vengan de distintas generaciones. Eso es un plus.

—Ahora que se publicó Magnetismos y que pudiste vencer a la vergüenza, ¿qué era lo que te impedía mostrar tus composiciones?

—Yo no me la creía nada y era como que me costaba mucho confiar en mí. Me daba vergüenza y sentía que no iba a lograr algo bueno. Lo que pasa es que vos estás exponiendo un pedazo de tu alma en cada canción y te da un poco de miedo porque acá se critica bastante y sé que la música pop no es la más bienvenida del plantea. Mucha gente escucha el pop gringo, pero no el uruguayo; es como que les choca y se lo rechaza bastante. No digo que yo me sienta rechazada, pero siento que el pop cuesta más que si hacés algo más cancionero o popular. Igual, creo que el público está abriendo bastante más la oreja y se está acercando a otros géneros.

—De a poco se está generando un movimiento dentro del pop local. ¿Lo notás?

—Sí, aunque todavía cuesta apoyar. Se está trabajando en una ley de cupos desde Mydmus (Mujeres y disidencias de la música uruguaya) para que podamos tener más representatividad y estemos en más festivales. Queremos mostrar que hay un montón de proyectos de mujeres que están buenísimos, pero necesitás un espacio para mostrarte porque sino es difícil que la gente te conozca. Si en la radio te siguen pasando los mismos temas de rock de antaño y no suena un solo tema nuevo, la cosa es difícil. Está bueno darle oportunidades a otros artistas y es re importante que escuchemos su música, que la podamos recomendar y que pagar una entrada para verlos en vivo. Todo eso suma un montón; uno no sabe el poder que tiene como oyente.