Murió la actriz y directora argentina Inda Ledesma

Trayectoria. Había destacado en ambas márgenes del Plata

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CARLOS REYES

El martes, a los 83 años, falleció a causa de un paro cardíaco la egregia actriz y directora teatral argentina Inda Ledesma, de larga y destacada trayectoria en teatro, cine y televisión. La intérprete sobresalió también en los escenarios uruguayos.

Su dilatada carrera comenzó en 1945, y poco después ya se la podía ver, muy jovencita, en los escenarios montevideanos. En 1946 subía a escena en el Teatro Artigas, con la compañía de Luis Arata, para interpretar nada menos que Los muertos, de Florencio Sánchez, con un elenco que mezclaba figuras de ambos lados del río: Pedro Quartucci, Humberto Nazzari, Luis Alberto Negro, Alberto Candeau, Anita Lasalle. Entre los figurantes estaban Marianito Mores, Armando Bo y Mario Rivero.

Para contrapesar el tono trágico de la obra, el espectáculo cerraba a la antigua, con un final de fiesta que tenía a Quartucci como maestro de ceremonia, y en el que se interpretaban canciones folclóricas españolas, se hacían cuentos humorísticos y culminaba con la representación de un juguete cómico.

Sus primeros pasos en el escenario (junto a actores sobresalientes, que hablan del nivel actoral de la actriz) fueron acompañados por una activa militancia a favor de los derechos de los actores. También desde muy joven empezó su carrera cinematográfica, con El viaje sin regreso, de Pierre Chenal. En ese terreno se afirmó en Todo sea para bien, de 1957, junto a Francisco Petrone.

En la década del `60 realizó filmes muy discutidos como El último piso y El perseguidor, aunque su carrera se vio injustamente interrumpida en muchas oportunidades por diferentes gobiernos debido a su posición política. "Haciendo cuentas, yo perdí entre prohibiciones, inhibiciones o marginaciones de distintos gobiernos, mucho más de 20 años de carrera", afirmó en una ocasión.

Sus decenas de papeles teatrales pasan por Anouilh, Brecht, Shaw, Pirandello y numerosos autores argentinos, como Griselda Gambaro y Carlos Gorostiza. También participó del elenco de la inolvidable Cuando los duendes cazan perdices, de Orlando Aldama, bajo dirección de Luis Sandrini.

Además de haberse dirigido a ella misma, tuvo entre sus directores más importantes a Augusto Fernandes, Daniel Tinayre, Julio Baccaro y hasta China Zorrilla, quien la dirigió en La mujer invisible, de Sonia Gómez Paracha, en 1995.

Entre los muchos trabajos de ella que llegaron hasta Uruguay, algunos lectores quizá todavía recordarán su versión de Querido mentiroso, aquella teatralización de las cartas de Bernard Shaw y Patricia Campbell que la intérprete presentó en el Teatro Cervantes, de la calle Soriano, en 1962, junto a Ernesto Bianco, bajo dirección de Orestes Caviglia.

Como directora teatral puso en escena Medea, de Eurípides y El zoo de cristal, de Tennessee Williams, por el cual ganó el afamado premio María Guerrero, y en 1973 interpretó a Lady Macbeth en la obra de Shakespeare. También se lució en ciclos televisivos como Alta Comedia, Nosotros y los miedos, Compromiso, Situación límite y Cuentos para ver.

Sus orígenes fueron humildes. Hija de un vendedor de diarios anarquista, egresó del Conservatorio en 1945, siendo muy influida por su maestro Cunill Cabanellas, un docente que daba un lugar muy significativo a la palabra dentro de las herramientas del actor. Desde allí evolucionó hacia la técnica de Stanislavski, integrando en ese aspecto la generación de transición entre ambas técnicas.

La propia actriz recordó muchos años después que en aquellos años, cuando el método comenzaba a difundirse en el Río de la Plata, algunos intérpretes incorporaban a su vestuario ropa propia (o adornos de sus casas a la utilería de la obra), para reafirmar por esa vía las técnicas de la memoria afectiva.

Esas experiencias escénicas fueron superadas luego ampliamente, especialmente cuando en 1968 interpretó Campo de Gambaro, bajo las órdenes de Fernandes, como ella misma alguna vez evocó. "Yo después me di cuenta que en esos ensayos arriesgaba mucho, y que puse un poco en peligro la estabilidad de mis hijos. Me hacían sentir los climas oprimentes de la obra manejándose por la casa como si fueran nazis ocupándola".

"Inda fue uno de los talentos mayores del teatro argentino del siglo XX. Tenía una audacia inusitada en cuanto a su capacidad de arrojarse a aguas desconocidas e intentar navegarlas. Si bien venía del Conservatorio y toda su formación con Cunill Cabanellas, lo que ella llamaba hacer teatro de refinamiento para una hija de un canillita, fue indagando en las nuevas tendencias de los años sesenta. Se podría haber quedado con ese brillo, pero su afán de perfeccionamiento, casi enfermizo, la hizo crecer", comentó en la víspera el director Hugo Urquijo ante la muerte de Ledesma.

Seguidos por muchos de sus alumnos y compañeros de elenco, los restos de la artista fueron velados hasta la mañana de ayer, para luego ser inhumados en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires.

La hija de un apátrida convertida en estrella

Lejos de ocultar su origen modesto, Inda Ledesma daba detalles de él. "La historia de mi padre es mucho más interesante que toda la mía. Es la historia de un niño al que mandan para la Argentina solo, en barco, a los seis años. Él recordaba una casa quinta en Flores, donde lo pusieron a trabajar, y de la que se fugó a los 12 años. Nunca se supo quién lo mandó, y él nunca lo quiso averiguar. Fue apátrida: un día tenía que votar y un caudillo le dio papeles y le inventó el apellido Rodríguez. Ledesma era mi madre".

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