Más que correcto el debut de Victoria Rodríguez en teatro

Drama. Intensa biografía escénica de Juana

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CARLOS REYES

El fin de semana tuvo lugar en el Teatro del Anglo el debut de la comunicadora Victoria Rodríguez como actriz de teatro. Y el resultado fue satisfactorio, exhibiendo la artista condiciones para estar a la altura de sus compañeros de elenco.

Claro que la debutante contó con la ayuda de varios elementos a favor, entre los que sobresale la notable interpretación de su compañera de trabajo Nidia Telles, quien carga con buena parte del espectáculo. Y no es novedad la solvencia con que esta actriz asume los personajes históricos. En este caso, Juana de Ibarbourou les permitía además incorporar poesías a la trama, a través de una rica mezcla en la que los aspectos biográficos son glosados por versos que la platea puede conocer de antemano.

También Humberto de Vargas apoya con su confianza en sí mismo y su familiaridad con las tablas a Rodríguez, quien además demostró concentración y buen uso de los recursos expresivos. Otro factor fundamental para un buen resultado del conjunto viene de la mano del director Álvaro Ahunchain, que da un marco fuertemente expresivo al texto.

Al encuentro de las tres Marías parte de la biografía homónima de Diego Fischer, quien junto con el director trabajó en la adaptación del texto a la escena. Por medio de las dos actrices, el espectáculo juega con cotejar distintos tiempos en la vida de la poeta, contraponiendo su éxito artístico a sus desventuras personales, tanto con su marido como con su hijo. Episodios políticos, violencia doméstica, drogas y soledad suman dramatismo a un panorama realmente oscuro, que da un tono muy trágico al espectáculo.

El director, muy a su estilo, viste al montaje: en el delicado vestuario de Óscar Álvarez, y en las voces en off que remiten, entre otros asuntos, a las fiestas escolares y al infaltable poema La higuera. Y con las luces y la escenografía que (salvo algunas imperfecciones) consiguen dar a la puesta un color uniforme y cierta variedad dentro de una estética propia.

Más en general, Ahunchain logra buenas metáforas escénicas, como cuando la biblioteca que enmarca las acciones de los actores empieza a desarmarse como por arte de magia, dando así cuenta de los pesares que vive la poeta en sus últimos días. En ese momento la puesta recuerda en algo (poco) a aquel Macbeth que en la misma sala el director montó en 1986.

No es la primera vez que Juana de Ibarbourou es llevada a escena, ni será la última. Más allá de los recitales que visitan su obra literaria, el teatro local ha sabido sacarle el jugo a la vida de la poeta, como lo hizo Ariel Mastandrea con La otra Juana, que con dirección de Juan Carlos Moretti se vio en El Galpón en 1993.

En aquella oportunidad, un texto cargado de poesía y reflexiones buscaba pintar no sólo a la poetisa sino a su entorno y su sociedad.

Ahora, desde una óptica marcadamente biográfica, que tiene entre otros el mérito de la simplicidad, Fischer y Ahunchain consiguen darle a los actores el marco para que ellos desarrollen su trabajo, siendo el resultado un espectáculo ameno, tenso, por momentos rígido, en el que todos los aspectos están en equilibrio.

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