GUILLERMO ZAPIOLA
Para mucho observador, "La cinta blanca" de Michael Haneke debió ser el título ganador en la última entrega de los Oscar en el rubro "mejor película extranjera". Ese film germano llega hoy a carteleras locales.
Es cierto que, en definitiva, el film de Haneke no ganó el Oscar (fue derrotado por El secreto de sus ojos de Campanella), pero su listado de premios es bastante impresionante e incluye la Palma de Oro y el premio de la Fipresci en el festival de Cannes, el Premio Europeo a mejor película y mejor director, el Globo de Oro a mejor película en lengua extranjera, y numerosas distinciones para su fotógrafo Berger, cuyo manejo del blanco y negro ha sido considerado por muchos como uno de los reales puntales del film.
La acción de La cinta blanca se ubica hacia 1913 y comienzos de 1914 en un pueblecito del norte de Alemania donde ocurren algunos acontecimientos misteriosos. El procedimiento narrativo es bastante clásico: un hombre ya anciano cuenta algo que le ocurrió en su juventud. En el transcurrir de ese relato, La cinta blanca narra los extraños hechos acaecidos en la pequeña (y ficticia) ciudad de Eichwald, Alemania, poco antes de que se iniciara la Primera Guerra Mundial.
El narrador es el viejo maestro del pueblo, quien mientras cuenta cómo conoció a su novia Eva expone el desarrollo de hechos misteriosos sucedidos entonces: el accidente del doctor, el incendio del granero, la desaparición y golpiza recibida por algunos de los habitantes del pueblo. Dos niños son secuestrados y torturados, alguien prende fuego a un granero, otro tiende un cable para dañar al caballo del médico local, el maestro de escuela quiere descubrir a los culpables, y hay otros personajes involucrados en la trama (el pastor, la partera) que redondean un vasto tapiz pueblerino.
Alguna publicidad ha insistido en que el film era "una exploración de las raíces del nazismo", pero esa es una verdad a medias. El propio director Haneke descartó la interpretación en una entrevista que se le hiciera cuando presentó su película en Cannes. "Lo que muestra podría ser transportado a cualquier país", dijo entonces. "Más allá de la reconstitución de la época, quise contar la historia de un grupo de niños que erigen en absolutos los principios de sus padres". Y agregó: "Cuando alguien cree poseer la verdad sobre lo que es justo, se torna rápidamente en inhumano: esa es la raíz de cualquier terrorismo político".
Por supuesto, los críticos insisten, y establecen contactos con El huevo de la serpiente de Bergman (por aquello de "las raíces del nazismo"), con El cuervo de Clouzot (por su pintura de maldades de pueblo chico) y hasta con algún antecedente del danés Dreyer. Y aunque el tema pueda ser universal, la ambientación alemana obliga inevitablemente a realizar algunas correspondencias: la superstición de la autoridad es un rasgo folklórico germano que precedió a Hitler en varios siglos, y el director insiste en ella cuando muestra el comportamiento de los niños del pueblo, nunca receptores de ternura, educados en la reverencia y la obediencia ciega a los padres, sometidos a castigo físico y a humillación pública por la más leve falta.
De ahí que no importe demasiado aclarar ciertos enigmas puntuales (de hecho, la acción conduce a un "final abierto"). No se trata de encontrar las respuestas sino de plantear preguntas, e inquietar al espectador con la inmersión en ciertas zonas oscuras de la conducta. De ahí que se haya podido hablar de ella como de "una película de horror sin escenas de horror", donde el sombrío blanco y negro elegido por el director ayuda a la creación de su tensa y ominosa atmósfera.
Los costados sombríos de la condición humana son un territorio que el director Haneke ya ha explorado en películas anteriores como El séptimo continente (1989), El video de Benny (1992), Código desconocido (2000), La profesora de piano (2001), El tiempo del lobo (2003), Caché (2005) o sus dos versiones, muy similares, de la inquietante Funny Games (la segunda de ellas rodada en el año 2007 y que marcó su debut en el mercado anglonorteamericano). El aire bergmaniano de la elogiada fotografía de Christian Berger no es casual, ya que éste ha admitido haberse inspirado en la del maestro Sven Nykvist, uno de los fieles y persistentes colaboradores del cineasta sueco.
Carrera de un creador
Michael Haneke nació en Munich, Baviera (Alemania) el 23 de marzo de 1942. Hijo del director y actor alemán Fritz Haneke, y de la actriz austríaca Beatrix von Degenschild; creció y se crió en la pequeña ciudad de Wiener Neustadt. Tras el divorcio de sus padres se trasladó a Austria y asistió a la Universidad de Viena para estudiar filosofía, psicología y drama después de tener escaso éxito en sus primeros intentos en la actuación y la música.
Luego de su graduación se convirtió en crítico de cine, y entre 1967 y 1970 trabajó como editor y dramaturgo en la estación televisiva del sur de Alemania Südwestfunk. En teatro dirigió en Alemania y Austria diversas versiones de obras de Strindberg, Goethe y Heinrich von Kleist en Berlín, Munich y Viena. En 1973 debutó en la televisión.
Desde 2002, Haneke se desempeña como profesor de Dirección en la Academia de Cine de Viena, Austria, donde reside habitualmente. En sus clases, dos veces por semana, intenta transmitir sus conocimientos fílmicos a sus estudiantes, haciendo especial hincapié en la dirección de actores, que en su opinión es la base de la credibilidad real y emocional total de una escena. En 2006 comenzó también una carrera como `regisseur` de ópera, obteniendo particulares elogios por sus puestas en escena de "Don Giovanni" y "Cosi fan tutte" de Mozart.
Admirador de Michelangelo Antonioni, Haneke reivindica "un cine que aporte insistentes cuestiones en lugar de respuestas falsas (por lo excesivamente rápidas), que clarifique las distancias en lugar de violar la cercanía, que abogue por la provocación y el diálogo en lugar del consumo y el consenso".