Los encantos de unas milongas nacidas en pleno Brasil

HENRY SEGURA

Un tema le bastó para transformarse en la gran revelación para los uruguayos que lo escucharon el año pasado en un recital de Jorge Drexler. Pero Estrela, estrela (nombre de la canción aludida) llegó a este lado del Río de la Plata con un retraso considerable: 22 años, para ser más exactos. Primer dato para descartar la afirmación de que el ‘gaúcho’ Vitor Ramil sea "el nuevo genio de la música brasileña", como sostiene la publicidad para el imperdible recital que esta noche ofrecerá en Sala Zitarrosa. Ramil, actualmente con 41 años, había grabado aquel tema en 1980 y con ese mismo nombre editó su primer y hermosísimo disco. Tenía apenas 18 años y era el hermano menor de otros dos músicos, Kleiton y Kleidir, que por entonces y con formato dúo tenían una fuerte proyección a nivel nacional.

Aunque el de esta noche será su primer recital montevideano, no es la primera vez que Ramil llega a Uruguay. En realidad pasó su vida cruzando la frontera por ser hijo de uruguayo con brasileña. "Siempre me crucé más con viejos tangos que con viejos sambas en mi paisaje sonoro, atravesando la frontera llevado por mis padres desde niño para encontrar la felicidad en Montevideo", escribió para presentar Tambong, por ahora su último disco, grabado hace dos años en Buenos Aires, con Pedro Aznar como productor y bajista de lujo.

No es una simple anécdota de vida. En el mundo creativo de Vitor Ramil pesa y mucho aquel universo infantil alimentado en portugués y español, en la cercana Pelotas donde nació y creció, admirando al abuelo "gallego" que esculpía la madera como los dioses y recibiendo los tangos que el padre cantaba en familia. Allí forjó esa especie de bisagra musical desde la cual piensa y hace, capaz de encastrar con la mayor delicadeza la levedad de Noel Rosa y la contundencia de Discépolo ("que mi padre cantaba con convicción").

La escenografía y los personajes de Pelotas también impulsaron el primer paso literario de Ramil, al recrearlos en Pequod, una novela de 1995 donde, de acuerdo al prólogo escrito por Luiz Fisher, "el hijo recuerda, o cree recordar, la historia del padre. Su historia con el padre. El hijo cuenta su experiencia de la pérdida: de la ingenuidad, de la infancia, de la lucidez del padre, del propio padre. El hijo se percibe como un satélite del padre. El hijo recorta un trozo del tiempo para contar, recordar, digerir la experiencia". Y allí mismo Ramil, con humor, se inventa un alter ego, el Barón de Satolep.

RE-VUELTA. Satolep (anagrama de Pelotas) aparece en todos y cada uno de los pasos que da Ramil, como si fuera una extensión de la humedad permanente que muestra la ciudad riograndense, y le da nombre a su empresa. Con la Satolep Music editó en 1984 un disco cuyo título está en la contratapa: A paixao de V segundo ele propio, y entre los veintidós temas que contiene figuran una versión de la Milonga de Manuel Flores escrita por Borges y que Darnauchans musicalizara en su primer disco (1971) y la milonga Semeadura que luego fuera grabada por Mercedes Sosa.

Después vino el salto desde Porto Alegre hacia Rio de Janeiro, el compacto Tango, que incluía una versión del Joey de Bob Dylan, y varios años de silencio fonográfico que se quebraron recién en 1996 con una edición limitada de A Beça que fuera distribuido junto a una revista musical. Para entonces el relacionamiento del singular mundo musical de Ramil, concebido desde el Sur y con un dejo milonguero imposible de disimular, con los universos festivos de sambas y tropicalismos, ya había perfilado lo que el propio Vitor Ramil llamó "la estética del frío", subtítulo del disco Ramilonga que grabó en Rio en 1997 con las "luces perdidas en la neblina de Satolep; escaleras y sombras del Hotel Florida, en Montevideo". La región cultural compuesta por Rio Grande do Sul, Uruguay y parte de Argentina era asumida por el compositor que desde uno de sus temas proclamó las siete ciudades de la milonga: "Rigor, Profundidade, Clareza, Concisao, Pureza, Leveza e Melancolia".

Estrela, estrela tiene una nueva versión en Tambong, el disco con el cual llega hoy a Montevideo, como obedeciendo a esa tentación permanente de volver a mirar el camino por donde se viene. Pero ese formidable trabajo no está sólo y tiene otras joyas propias (Nao é céu, O velho leon e Natália en Coyoacán) o pedidas prestadas (dos a Dylan: Gotta Serve Somebody, You’re a Big Girl Now), pulidas en alianza con otros talentos de la música brasileña, como Egberto Gismonti, Lenine y Joao Barone, el baterista de Paralamas. Con seguridad serán el plato fuerte de esta noche. Una última reiteración: se trata de un recital imperdible.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar