Fue candidata al Oscar como mejor película extranjera, aunque no llegó a obtener la estatuilla. El próximo viernes llega a Montevideo el film israelí Ajami, escrito, dirigido y editado por Scandar Copti y Yaron Shani, que traza en cuatro capítulos y un epílogo una crónica de la vida cotidiana en un barrio de la ciudad de Jaffa (justamente, el que da título a la película).
Judíos, cristiano y musulmanes comparten un espacio que se ha descrito como "un polvorín a punto de estallar". La violencia es un dato cotidiano en ese cuadro, que entrecruza con deliberada ruptura de la cronología el destino de varios personajes.
Omar (Shahir Kabaha) es un chico de 19 años a quien una disputa familiar obliga a abandonar el lugar. Pero él se niega a irse, en parte por vergüenza, en parte para no alejarse de una chica que lo atrae, hija del dueño del restaurante en el que trabaja. Muy cerca está Malek, un adolescente palestino (encarnado por Ibrahim Frege, un intérprete no profesional proveniente del propio lugar de la acción) desesperado por conseguir dinero para pagar una operación que su madre necesita.
La violencia (no necesariamente política) es un dato del cuadro, y algunos de esos personajes se verán empujados a ella en un ambiente donde también campea la delincuencia callejera. De ahí la importancia de un tercer personaje, el policía Dando (Eram Naim), capaz de las mayores brutalidades pero también de la ternura en la relación con su hija y sus padres, que viven una situación de zozobra por la desaparición de su hijo menor. Un cuarto personaje, Bijn, es interpretado por Scandar Copti, uno de los directores de la película.
Los esquemáticos van a sorprenderse ligeramente al comprobar que la película ha sido codirigida por un judío y un palestino, ambos nacidos en Israel. De ahí proviene acaso lo que se ha destacado como uno de los méritos ciertos de la película: su negativa a simplificar una compleja pintura de ambientes y personajes en la que no hay Buenos y Malos nítidos, y sobre la cual el film prefiere no emitir un juicio sino más bien retratar sus facetas contradictorias e invitar al espectador a reflexionar sobre ellas.