A esta cordobesa, la vocación de escritora la alcanzó de grande, cuando ya tenía una carrera como abogada. Y desde su primera novela, Viviana Rivero no ha parado de ganar reconocimientos y sus historias entran cómodas en la categoría de best seller. Allí hay que ubicar Secreto bien guardado, El alma de las flores (finalista del Premio Planeta) y la flamante Apia de Roma, por la que visitó Montevideo y charló con El País. Allí se cuenta la historia de una mujer que se reconstruye, encuentra su destino, y de paso, el amor.
—En el libro hay dibujos que ayudan a entender algunos conceptos de la época, como las literas o el Triclinium. ¿Por qué eso?
—Sí, le dije a mi editora que se necesitaban las ilustraciones para que el lector no demore demasiado en entender de qué se habla, y con un dibujo se hacen a la idea.
—¿Cómo es abordar un tema como la antigua Roma y no caer en lo que ya se ha contado?
—Hay mucho para decir. Descubrí en la investigación que hay mucha gente a la que le apasiona la antigua Roma. Me metí en muchos foros donde se comparten datos, se consultan y discuten. Eso me hizo tener miedo, porque no se trata de un período histórico del cual se sabe poco. Aquí mucha gente conoce bien qué pasó, así que tuve que ser cuidadosa con los detalles.

—Es la primera vez que el título del libro es el nombre del personaje principal. ¿A qué se debe?
—También es la primera vez que pongo un rostro en la portada. Sé que a los lectores no les gusta que ponga el rostro de la protagonista, pero esta fue una situación especial. Me mostraron la portada y me gustó la foto. Había pensado poner una chica romana con el rostro dado vuelta, para que no se notara tanto, pero me gustó esta portada.
—Lo que se mantiene son las descripciones detalladas de lugares, y una historia contada en dos tiempos. ¿Se podría decir que son sus sellos como escritora?
—Sí, y me lo piden. Me gusta escribir así, unir el pasado con el presente, mostrar cómo cada decisión termina marcando nuestra descendencia. Los seres humanos creemos que mandamos y decidimos todo, y no es así. Eso, el lector puede verlo a través de en este personaje.
—A diferencia de sus otras novelas, aquí los dos tiempos son de Apia, recién casada, y cuando es una mujer con más libertad.
—Sí, he hecho la historia de una abuela y su nieto (en El alma de las flores) para mostrar todo lo que se hizo antes y cómo influenció en el presente. Pero aquí no quería empezar la novela cuando Apia era niña. Pensaba que el lector iba a tener que llegar hasta el séptimo capítulo de ella sufriendo para que recién comience su historia. Así que los fui mezclando e inicié con el final del sufrimiento para que sepan que de todo eso malo, ya salió.

—En la novela, el padre de Apia es un senador que presencia el asesinato de César. ¿Se basó en un personaje real, o es creación suya?
—El personaje es ficticio, no así lo que ocurrió. Roma era una república, los senadores tenían el poder y tenían miedo que Julio César se lo quitara. Porque él era el héroe, ganó territorios, era valiente, y la gente le perdonaba todo. Imaginate, tenía un romance con Cleopatra, habían tenido un hijo y tenía a la reina de Egipto en su casa de Trasteve.
—La muerte de Julio César marca el futuro de Apia.
—Sí, muchos senadores habían complotado, pero a otros les cayó de sorpresa. El padre de Apia, sabiendo que tenía a su esposa enferma y una hija chica, decidió casarla rápido con quien parecía ser un buen partido. De otra forma iba a quedar sola. La mujer no tenía capacidad jurídica, podían maltratarla o quitarle su fortuna. Y no era extraño que la casaran con un hombre mucho más mayor que ella.
—¿Cómo fue encontrar los detalles que aparecen en la novela, por ejemplo, el color de las paredes de la casa, o el trabajo que se requería peinar a la protagonista?
—Hubo que leer mucho. Tuve que investigar la ropa, cómo era, los nombres que tenían. Intento contar la parte de color para que el lector no se aburra. Por ejemplo, las casas de Roma eran lujosas como las más lujosas de hoy. No les faltaba nada. Tenían 200 esclavos para atenderlos. Sobraban esclavos en Roma.

—En la novela, luego del sufrimiento llega una historia de amor a la vida de Apia. ¿Cómo fue incluir eso en la trama?
—En este libro quería hablar de Apia y su vocación. Ella no se sentía Apia salvo cuando hacía negocios. También quería incluir la historia de amistad que se genera con una esclava, Furnilla, lo que era impensado. También quería una historia de amor, porque me servía para mostrar que Apia podía adaptarse a los cambios, y eso podía hacerlo si Apia se enamoraba.
—¿Hay un paralelismo entre Apia y Cleopatra? Las dos son dos mujeres educadas para ser líderes, casadas por arreglo y con un momento bisagra en sus vidas.
—Sí, hago ese paralelismo, las dos chicas educadas para ser fuertes en ese mundo. Pero llega un momento que Apia se rompe en mil pedazos y tiene que reconstruirse, mientras que Cleopatra nunca se quiebra. Quise contar cómo una diferente actitud lleva a un destino completamente diferente. En un momento del libro las dos se cruzan, pero Cleopatra va a tener un destino diferente a la de Apia, quien aprendió a ser flexible y a adaptarse a los cambios.
—Apia resume la vida de muchas mujeres de la época, ¿Hubo algún disparador?
—Es fruto de lo que nos interesa ahora. Encontré detalles que muchos historiadores no tomaron en cuentan. Es tiempo de saber cuándo la mujer se dio cuenta que no tenía los mismos derechos. ¿Había pioneras entonces, mujeres que querían otra cosa? Cuando encontré eso me dije que quería contarlo, como el banco de mujeres para mujeres que funcionaba en la ilegalidad, porque no podían manejar dinero. Eso lo encontraron hace poco tiempo, bancos de mujeres que funcionaban en Roma y Pompeya.