Por Rodrigo Guerra
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La inspiración fue tan intensa que Alejandra Gregorio escribió Acostarse a la orilla de una tajadura, ganadora del Premio Onetti 2021 en la categoría de dramaturgia, en una semana. “Lo primero que me salió fue la imagen de un gemelo que contaba la historia en una especie de monólogo; fue uno de esos impulsos que no sabés bien de dónde salen”, relata.
El tercer libro de Gregorio, que además es actriz, dramaturga y directora —hace dos semanas, por ejemplo, volvió a presentar El mundo ya se acabó un montón de veces en el Teatro Solís—, conmueve enseguida. Pero no solo en el sentido emotivo; esta es una obra que inquieta, cuestiona e interpela.
En un pueblo que, como bien define María Eugenia Trías en la contratapa, “podría ser cualquier pueblo y que también es La Coronilla”, una familia se enfrenta a la dicotomía entre abrazar el progreso o aferrarse al lugar seguro.
Hace 10 años que Plácido, su pareja Margarita y su hermano Paco son dueños de un hotel que se llena cada temporada. Sin embargo, las cosas cambian cuando Plácido le vende una porción del terreno al Estado. El objetivo, le dicen, es drenar los bañados para expandir la industria arrocera de la zona.
“Esto le hace bien al pueblo, al hotel, a la gente. Más puestos de trabajo, más movimiento en la zona”, le asegura al resto para justificarse. Pero de pronto, el horizonte se oscurece: el agua se torna marrón, empiezan las inundaciones, los animales aparecen muertos en la playa y el hotel se queda sin visitas. El panorama es asfixiante.
La inspiración, explica la también autora de Aquellos lugares donde y Avisen cuando morir, viene de las secuelas de la construcción del Canal Andreoni en La Coronilla. “Vi unas fotos muy pintorescas de hoteles abandonados y en ruinas, y esa fue la primera imagen generadora: un lugar donde hubo tanta vida, de repente es tomado por una naturaleza que se lo come”, explica. “Y enseguida me aparecieron los personajes”.
Lo enriquecedor del relato es que Gregorio eligió narrar la historia a través de Jacinto y Julián, dos gemelos de 10 años que son tan indisociables que la autora los presentar como una única persona: Gemelo. “Me interesó contarlo desde la mirada infantil porque es bastante pura”, asegura.
“Van narrando datos terribles desde el lado del entendimiento pero, a la vez, sin tanto juicio”. Y acá, la presencia de los gemelos representa la lucidez frente a tanta confusión adulta. Desde su mirada inocente, los niños son capaces de traducir el peligro inminente de la construcción del canal: “Nosotros le decimos ‘la tajadura’. Es como una herida en la mano, pero en el piso. A veces, si uno mira bien, pareciera que la tierra llora y sangra por ahí”.
Más allá del tema ambiental, la esencia del libro de Gregorio está en la mirada a los vínculos familiares. “Hay algo de la hermandad con la que ya había trabajado en Aquellos lugares donde, en la que muere el hermano de un personaje; y en otra obra, que era más comedia, que trabajaba la pérdida de cinco hermanos”, analiza. “Lo que me maravilla de los hermanos es que son testigos de tu vida desde que nacés, y me interesaba la idea de los gemelos, que son tan iguales que hasta comparten el nacimiento”.
Si uno quiere ahondar aún más en Acostarse a la orilla de una tajadura (Estuario, 450 pesos), la clave del texto se esconde en la fragilidad del ser humano y la facilidad con la que se puede quebrar su calma. En su libro, Gregorio lo evidencia a través de escenas de un silencio inquietante y del vacío donde antes hubo vida. “El vacío y el silencio son lugares de mucha belleza”, explica. “Es un lugar donde descansar, pero también es un lugar de pequeñas muertas vistas desde un lado que no es horroroso; son puntos de calma antes de que algo suceda”.