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Carolina Porley y una investigación sobre las colecciones privadas en los museos públicos

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Carolina Porley

FOCO EN LOS MUSEOS

La historiadora acaba de publicar El Coleccionista, donde sigue las pistas de una gran donación de arte al Estado uruguayo y su intrincado devenir

Una historia fantástica, que parece ficción pero no es. Un magnate dona su colección de arte al Estado uruguayo. Mucho más de medio siglo después, una historiadora, Carolina Porley, sigue las pistas de todo ese gran entramado. El resultado es El Coleccionista, editado por Estuario

-¿Cómo nace este libro?

-La base es la investigación que hice para mi tesis de maestría en Historia, en la Universidad de Montevideo. Yo elegí la opción de Arte y Patrimonio, y busqué un tema que tuviera que ver con la formación de las colecciones públicas de arte. Me centré en el Museo Nacional de Artes Visuales, focalizando en porqué en los acervos de los museos públicos están las obras que están, y no otras. Por ejemplo, la primera obra Madí ingresó al MNAV en 2013: es decir, una vanguardia tan importante como esa, de los años 40, no estaba reflejada en el acervo del museo. Que supuestamente tiene que tener una colección representativa del arte que se produjo en nuestro país. Y todo eso tiene que ver con que la mayoría de los ingresos son donaciones.

-Y ahí te centraste en la figura del Fernando García.

-Sí, el legado de Fernando García marcó al MNAV. Fue en 1945, y en esa época el museo tenía menos de 1500 obras. Y él donó 345. Fue muy fuerte el peso de esa donación. Y además, la gran mayoría de obras de Blanes que tiene el museo, fueron donadas por él. Entonces hice un estudio más biográfico, para ver cómo formó su colección, dónde las compró, cómo era el circuito del arte. También qué intereses tenía él con esa donación, más allá de los aspectos filantrópicos. Y qué pasó con ese legado. Entonces, de esa manera abordaba, a través de este personaje, el circuito del arte y la formación del acervo.

-Las colecciones oficiales en general se formaron de manera bastante azarosa...

-Sí, yo cuando empecé a investigar, entrevisté a Ángel Kalenberg, a Mario Sagradini y a Enrique Aguerre, para ver qué me decían sobre la formación del acervo. Y en realidad no tenían mucha idea. No lo habían estudiado. Kalenberg me decía que la mayoría de los ingresos eran donaciones, porque plata nunca había para comprar obras. Salvo alguna compra puntual. Kalenberg me decía que él fue el primero que rechazó una donación. O sea que venía alguien que quería donar algo, y esa obra entraba. No había un criterio. Fijate, Petrona Viera es la artista más representada en el MNAV, con unas mil cuatro obras. En un acervo de 6500 obras. De Gurvich hay solo dos. Es decir, hubo muchos ingresos por decisión de particulares, más que porque el museo haya buscado esas obras.

-No habrá sido fácil entrar en la biografía de García.

-No fue nada fácil. Por suerte puede localizar a una sobrina de él, y ella tenía relatos, cuentos, anécdotas, fotos, alguna documentación. Pero con los organismos públicos no tuve suerte: en el MNAV lo primero que se me dijo es que no había nada de documentación. La ley de acceso a la información la utilicé muchísimo: a veces solo de forma intimidatoria. Y ahí aparecía la información. En algunos casos tuve que pedir el recurso de acceso. También tomé contactos con otros legatarios privados de Fernando García, como Horacio Mailhos. Porque Fernando García le dejó la fábrica de cigarrillos y la importadora, mitad a la familia Mailhos, que eran sus socios, y la otra mitad a sus cuatro principales empleados. Y finalmente, en el MNAV apareció un bibliorato gigante, rojo, que decía “Legado Fernando García”. Y ahí estaba toda la información. Porque los coleccionistas compran los cuadros, y también los documentos sobre esos cuadros. Por una cuestión de autenticidad de la obra, pero también porque a ellos les interesa la genealogía de las obras. Por ejemplo, Fernando García tenía obras que habían pertenecido a Máximo Santos.

-¿Cómo ves los museos oficiales dedicados al arte?

-Falta equipo, no tienen curadores, investigadores, o tienen uno, que prácticamente no puede ejercer como tal, es poco lo que puede hacer. Son museos sin nervio, sin gente que pueda investigar los acervos, y pensar propuestas expositivas a partir de esos acervos.

Carolina Porley
Carolina Porley, autora de El Coleccionista. Foto: Marcelo Bonjour

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