La vuelta de la antigua creencia

La industria de Hollywood ha averiguado que la sociedad no es tan secular como pensaba.

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GUILLERMO ZAPIOLA

Tras muchos años durante los cuales Hollywood se empeñó en ser laico, o en todo caso New Age y Cientólogo, parece haber comenzado a redescubrir la religión tradicional. Así lo expresa con cierta sorpresa un cable reciente, agregando que bajo el influjo del dilatado éxito editorial del "thriller teológico" de Dan Brown El código Da Vinci (y su inminente adaptación cinematográfica), los productores norteamericanos han entendido que en el mundo hay más gente religiosa de lo que creían, y están pensando en ella como público potencial. Por supuesto, el Código no es realmente un libro religioso y ni siquiera un buen "thriller", pero en todo caso ha servido para que se hable del tema, y Hollywood ha tomado nota de ello.

Es posible que el cable en cuestión no elija empero los mejores ejemplos para ilustrar su punto: allí se mencionan un musical aún no llegado al Uruguay, Preaching to the Choir (2005, director Charles Randolph Wright), que ha sido definida como "una combinación de Evangelio, hip-hop y redención en Harlem", o el cuadro judío, religioso y costumbrista de Keeping Up with the Steins (2006, director Scott Marshall), cuya acción se desarrolla en torno a una ceremonia de Bar Mitzvah. También se menciona a Water (2005, dirección Deepa Mehta), que es de hecho una coproducción indo-canadiense y cuyo tema (el drama de varias viudas hindúes en los años treinta) mezcla elementos religiosos y políticos (la lucha del Mahatma Gandhi por la independencia). La referencia no es ociosa, empero, y Hollywood tuvo algo que ver con el film: de hecho fue George Lucas quien respaldó la producción cuando las autoridades indias estaban más bien dispuestas a boicotearlo.

Y un observador atento ha podido añadir un elemento más: la cantidad de referencias religiosas que hay en el reciente documental de Madonna I`m going to tell you a secret, acaso un antídoto para el escándalo que la diva provocara en su momento con el video clip Like a virgin, que como se recordará mezclaba erotismo con símbolos católicos. En todo caso se sabe del interés de la cantante por esa versión simplificada de la Kabbalah que también se ha puesto de moda en Hollywood: incluso ha cancelado compromisos mundanas para privilegiar actividades vinculadas con su fe.

CONTEXTO. Esos ejemplos puntuales deben encuadrarse empero en un marco más amplio. Un dato elemental que los ejecutivos del mundo del espectáculo suelen perder de vista es que la mayor parte de la población norteamericana adhiere a algún credo religioso. El cine y la televisión se "piensan" desde Nueva York o Los Angeles, ciudades "laicas" y de electorado mayormente demócrata, pero la "América profunda" es más bien cristiana y (en parte por ello) votante de los republicanos: los demócratas van a tener problemas para volver a la Casa Blanca, pese a todos los dislates que Bush pueda perpetrar en Oriente Medio, si siguen insistiendo con el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual.

Es curioso que la industria del cine haya tardado tanto tiempo en entenderlo. Ello no ocurría durante las primeras cinco o seis décadas del siglo, cuando esa mezcla de predicador fundamentalista, empresario circense y narrador cinematográfico primitivo pero eficiente llamado Cecil B. DeMille era capaz de fabricar sistemáticos récords de taquilla que combinaban religión, erotismo y espectáculo (Los diez mandamientos, 1923; El rey de reyes, 1927; El signo de la cruz, 1932; Las cruzadas, 1934; Sansón y Dalila, 1948; otra vez Los diez mandamientos, 1956). Eran los tiempos en que las "épicas religiosas", desde El manto sagrado (1953) de Henry Koster hasta Quo Vadis? (1950) de Mervyn LeRoy y las varias versiones de Ben Hur convocaban multitudes.

Las cosas cambiarían bastante en los años sesenta, con el creciente proceso de secularización de la sociedad que alcanzó un pico en la "contestación" estudiantil, antibélica y de izquierda de los últimos años de la década: films como el nuevo Rey de reyes (1961) de Nicholas Ray, que era empero una película interesante, o la mucho menos satisfactoria La más grande historia jamás contada (1963) de George Stevens, no llegaron a hacer "clic" en taquilla. Hollywood comenzó a creer que el tema pertenecía al pasado, y lo siguió creyendo incluso en Gladiador (2001) de Ridley Scott, que volvió a la tradición del "kolossal" pero se las arregló para inventar un Imperio Romano del siglo II donde no había cristianos.

Es posible que el cambio lo haya iniciado Mel Gibson. En Hollywood vaticinaron que La pasión de Cristo iba a ser un fracaso de público y se negaron a apoyarla. Cuando se convirtió en la décima película más taquillera de la historia en los Estados Unidos, y vigésimo octava en el mundo, lo acusaron en cambio de estar movido exclusivamente por motivos comerciales.

POLEMICAS. La controversia sobre antisemitismo en el film de Gibson oscureció empero la apreciación de otras cuestiones. De hecho, Mel es el más competente de los portavoces cinematográficos de ese tradicionalismo católico para el que la historiadora Sandra Miesel inventó el término de "radtrads" ( por "tradicionalistas radicales"), aunque no quede claro si cree, como su padre Hutton, que desde Juan XXIII para acá todos los papas han sido herejes y la Sede de Pedro está vacía. Sea como sea, Mel y su libretista Benedict Fitzgerald han querido que su film fuera católico aunque también, para utilizar un término inadecuado pero popular, "preconciliar", con énfasis en la Cruz, la Eucaristía y el papel de María (estos dos últimos aspectos, por lo menos, han molestado a protestantes fundamentalistas).

Es interesante observar igualmente que las páginas web norteamericanas "radtrads", que suelen lamentar la separación de la Iglesia y el Estado, han hecho suyo un film como El exorcismo de Emily Rose, que declara basarse en un hecho real (aunque ocurrido en Alemania y muy discutido), finge una estructura derivada de Rashomon para afirmar de hecho la presencia de Satanás en nuestro mundo y, acaso el dato más sutil, lleva a una corte civil una controversia religiosa.

Por otra parte, el fenómeno no se da únicamente en el cine: la industria editorial tiene también que ver con ello. Sin duda es noticia, aunque se puedan deslizar a priori todas las sospechas que se quiera sobre su posible calidad literaria, que entre todas las escritoras del mundo la autora de las Crónicas vampíricas, Anne Rice, haya anunciado su retorno al catolicismo y publicado la primera de tres novelas de una proyectada trilogía sobre Jesús (el tomo ya publicado, Christ the Lord, se ocupa de la infancia de su héroe y la estadía de la Sagrada Familia en Egipto). Aunque el chiste pueda surgir solo, puede ser una injusticia sugerir que, simplemente, Rice está cambiando al vampiro Lestat por Jesús para seguir vendiendo libros. No hay que cuestionar a priori la sinceridad de la gente.

Por supuesto, sigue siendo legítimo cuestionar la sinceridad de los productores, y de ahí que haya que aguardar cómo sigue la historia antes de hacer afirmaciones definitivas. El mero cálculo especulativo pareció muy visible en alguna serie televisiva de corta duración como Revelations, que apareció y murió en cable el año pasado, pero de ahí no cabe deducir que todo lo que se haga en la materia sea mero negocio. Ya que estamos en el tema, es mejor no juzgar para no ser juzgados.

Que los cristianos sepan qué es en realidad el cine

Los cristianos deberían trabajar por cambiar a Hollywood desde dentro, en vez de gastar tanto tiempo en criticarlo desde fuera, sostiene un libro recientemente publicado en los Estados Unidos por Baker Books, titulado Behind the Screen: Hollywood Insiders on Faith, Film and Culture.

Se trata de una recopilación de ensayos editada por Spencer Lewerenz y Barbara Nicolosi, integrantes de Act One, una organización creada en 1999 por escritores y productores cristianos activos en Hollywood. Act One busca entrenar "apóstoles-artistas" para la industria del cine, y transformarla desde dentro.

En su ensayo sobre el tema de un cine cristiano, la coeditora Nicolosi, directora ejecutiva de Act One e integrante del comité organizador del Festival de Cine de Los Angeles, afirma que producir más películas como La pasión de Cristo de Mel Gibson no es tarea fácil. De hecho, observa Nicolosi, Gibson es algo así como una anomalía, puesto que los artistas de su nivel raramente creen en Cristo, y los cristianos que tienen una fe madura rara vez tienen éxito en los negocios del entretenimiento.

La comunidad de fieles, sostiene Nicolosi, necesita también librarse de la idea de crear un "cine cristiano" en el sentido de hacer todos los productos en sí para una audiencia separada de creyentes. Por el contrario, los cristianos necesitan trabajar con quienes están dentro de Hollywood, y aprender profesionalmente de ellos para asegurarse de que son capaces de producir películas bien hechas. Además, no pueden sólo producir material sobre la Biblia y en los santos.

Es necesario también que los cristianos se muestren más sensibles a las demandas artísticas del cine, observa Nicolosi. El entretenimiento trabaja mejor cuando se sumerge en un diálogo con el espectador, en vez de ser sólo una lección académica.

Regreso de Jesús y el final de los tiempos históricos

Uno de los aspectos menos simpáticos de todo el fenómeno religioso-mediático norteamericano debe ser la proliferación de cierta literatura apocalíptica de bajo nivel, que ha tenido también sus repercusiones en la televisión y el cine. El caso más notorio, aunque difícilmente exportable, es el de la serie de novelas Left Behind (Dejados atrás), un total de doce libros publicados por el teólogo fundamentalista Tim La Haye y el novelista Jerry Jenkins que han vendido más de sesenta millones de ejemplares y generado tres películas para cable y video, variantes para niños y adolescentes en novela y cómic y una cuota de merchandising. La serie pretende interpretar literalmente el Apocalipsis de San Juan y vaticina la cercanía del "rapto", una creencia protestante minoritaria según la cual Jesús se va a llevar primero al cielo a los verdaderos creyentes, mientras el resto de la humanidad padece durante otros siete años de tribulación las atrocidades del Anticristo antes del triunfo definitivo del Señor y su segunda venida. Más cerca, La Haye ha comenzado, junto con un variado equipo de `ghost writers` una segunda serie, iniciada con La profecía de Babilonia, sobre las aventuras del arqueólogo bíblico Michael Murphy, que persigue piezas como la serpiente de bronce fabricada por Moisés en el desierto o los restos del Arca de Noé. La tesis, bastante conspiranoica, de La Haye, es la de la existencia de un plan para imponer el Nuevo Orden Mundial detrás del cual están las Naciones Unidas, el Anticristo (que en Left Behind se convierte en Secretario General de esa organización) y la Iglesia Católica, con un villano y ambicioso cardenal norteamericano que llega al papado. La inteligente periodista católica Amy Welborn se ha quejado con razón de que el término "literatura cristiana", que en otra época se aplicaba a gente como Mauriac, Bernanos o Evelyn Waugh, hoy se entienda referida a gente como La Haye.

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