La Vela Puerca y el desafío de crecer a puro impulso

Alegría. La gente agotó entradas y festejó

SEBASTIÁN AUYANET

Dos noches a pedir de boca, tanto para los músicos como para el público presente. Una gran puesta en escena y más de 4.000 espectadores con fanatismo incandescente.

Las apuestas al cambio son siempre un riesgo que como artista vale la pena correr aunque los resultados no siempre son coherentes y/o efectivos.

Y La Vela Puerca ya había apostado fuerte el año pasado. Primero por el lado de lo musical, metiéndose en la búsqueda de un sonido más actual, poco efectista en lo referente al "pogo" y funcional a lo que se quiere decir en las canciones.

Y también con los shows, porque para muchos la locación implicaba una cuestión algo apocalíptica que señalaba que el "rock de estadios" había terminado y, por consiguiente, que el apoyo del público había sufrido una merma importante. Pero la gente estuvo.

Si algo quedó claro en las dos noches del Teatro de Verano es que el El impulso necesitaba de un proceso de "masticado" más profundo por parte de los fans, que para aquel concierto del Velódromo estuvieron algo más apáticos.

Pero desde la apertura con El señor, entre una muy interesante escenografía alusiva al video de ese tema, el público que agotó las entradas y ocupó cada espacio físico del Teatro de Verano (incluida la loma ubicada al costado del escenario y tras el alambrado sobre las canteras), cantó la canción de principio a fin. Pasó lo mismo con Me pierdo, segundo tema de la lista de 34 canciones que se tocaron.

Antes de todo eso, los españoles de Marea pisaron fuerte y contaron con una llamativa contención del público montevideano. Muchos de los asistentes habían comprado en la puerta remeras del grupo español, y cantaban todos los temas mientras los cuatro navarros corrían de un lado a otro del escenario y cruzándose miradas de felicidad. Sin síntomas de cansancio pese a que el día anterior habían actuado en Buenos Aires (también junto a la Vela, en el marco del Quilmes Rock), la voz del enorme cantante Kutchi Romero resonaba como un trueno y el "Piñas" aporreaba su bajo en plena corrida, haciendo que su parecido con Tete, de la banda argentina La Renga, sea aún más evidente que desde lo físico. Una hora de rock cuadrado, visceral y arengador que calentó los oídos.

Volviendo a la Vela, el ánimo del show fue creciendo conforme aparecían las viejas canciones. Por dentro encontró la cigarrera voz de Teysera algo cascada y deteriorada de más, pero fue suficiente para mover todas las tribunas, mientras otros se acercaban a la baranda cuanto podían para estar más cerca del escenario.

Es cierto que con temas como ese no hay novedad porque la reacción es siempre la misma, pero sí con el éxito de temas como Frágil o Neutro, que demuestran que pueden colarse en una lista de temas en vivo sin convertirse en una transición que aumente la ansiedad por el viejo sonido.

Conforme el recital iba transcurriendo, los invitados aparecían tras las paredes de la escenografía: el primero en llegar fue Juan Casanova, y luego fue el turno de Kutchi, que apareció para Sin razón. La conexión española terminaría de cerrarse sobre el fin del concierto, cuando sonó Radio Krimen, de La Polla Records. Antes, Martín Morón de Abuela Coca había prestado sus vientos para Vuelan palos y volvería a hacerlo para El viejo, uno de los últimos temas de la noche.

Llenos de magia parecía el final perfecto para un concierto muy largo que se pasó demasiado rápido; pero a la gente todavía le quedaba algo por decir y escuchar. Y así regresó Teysera al escenario para liquidar, guitarra en mano, el pedido del público: José sabía.

La Vela cimentó un camino musical que le permitirá seguir, por lo menos y siempre y cuando quieran, haciendo buena música durante otros diez o quince años y saliendo de un limitado imaginario de ritmos que ya han evolucionado entre sus músicos.

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