JORGE ABBONDANZA
Como se sabe, en el Palacio Taranco funciona el Museo de Artes Decorativas, un servicio dependiente del Ministerio de Educación y Cultura. Esa espléndida casa de la Plaza Zabala había sido completamente restaurada hace una década.
Pero ahora cumplió cien años y el Ministerio resolvió celebrarlo con una exposición pictórica. En primer lugar, la iniciativa es elogiable porque destaca la presencia de un edificio que en 1975 fue declarado Monumento Histórico por la Comisión del Patrimonio. En segundo lugar, es atrayente porque permite al visitante recorrer una pinacoteca que en su mayor parte integró la colección reunida a comienzos del siglo XX por los hermanos Ortiz de Taranco, propietarios de la casa, cuya familia la habitó desde 1910 hasta su venta al Ministerio de Instrucción Pública en 1943.
Diseñado por los arquitectos franceses Charles Louis Girault y Jules Léon Chifflot, pero realizado por el inglés John Adams, el Palacio Taranco es una clásica residencia de estilo francés cuyo despliegue de elementos ornamentales y selección de materiales, acompaña la suntuosidad de su línea y las generosidades de su planta, que ocupa toda la manzana rodeada por las calles 1º de Mayo, 25 de Mayo, Solís y la propia circunvalación de la plaza. Para tener idea de lo inusual que fue en su momento ese gran proyecto, conviene saber que a partir de 1908 su construcción costó 200.000 pesos, en una época donde la edificación de una casa de familia común podía costar 15.000.
Cuando los Taranco vendieron el palacio al Estado, donaron los cuadros, esculturas, tapicerías y muebles que contenía, para que allí se creara un museo de artes decorativas. Con ritmo muy uruguayo, dicha institución fue inaugurada en 1972, tres décadas después de aquella donación y aquella venta. Pero lo bueno es que esa tardía resolución fue útil para preservar la casa tal cual era, cosa que por cierto no ha ocurrido con otras construcciones de similar interés en la Ciudad Vieja, convertidas en sedes comerciales, abandonadas o simplemente demolidas.
No siempre es fácil circular por esa zona de Montevideo. Actualmente, el corte de varias calles -por la prolongación de la Peatonal Sarandí, entre otras causas- convierte la llegada al Palacio Taranco en un largo rodeo, por lo menos para quienes aspiren a dirigirse hacia allí por Alzáibar, que también está cortada, lo mismo que la calle Washington. Lo aconsejable es subir desde la rambla portuaria por Zabala y doblar a la derecha en 25 de Mayo. El final del itinerario tiene su gratificación, porque la muestra de pintura del Taranco incluye algunas obras de valor, desde un gran retrato de Zuloaga o una preciosa escena playera de Sorolla, hasta un pequeño Blanes, una aceitunada figura femenina de Romero de Torres, un paisaje de dinámico trazo de Benlliure, el refinamiento flamenco de unas flores de Van Bredael, una estupenda cabeza de Van der Helst, una estampa invernal de Teniers y -last but not least- un dramático San Roque de José Ribera y una hermosa Virgen atribuída a Ghirlandaio.
Algunas de esas obras fueron prestadas por el Museo Nacional de Artes Visuales, pero la mayor parte integró el acervo de los dueños de casa. Un buen número de ellas debieron ser restauradas por un calificado equipo de especialistas locales, y todas figuran en la exposición debidamente identificadas, como indicio del esmero que exigió esa muestra, preparada y coordinada por Susana Cavellini, actual directora del Museo de Artes Decorativas. Su dedicación, igualmente visible en el catálogo que se editó, tuvo el apoyo de un estimable grupo de funcionarios de la institución. Lo que se exhibe ahora al público, fuera de la lista señalada de obras de mayor calidad, abarca numerosos ejemplos de una pintura que denota el gusto dominante de la época en que se levantó el Taranco y en que esas piezas fueron adquiridas. Se trata de modalidades expresivas propias de fines del siglo XIX y comienzos del XX, mayormente bonitas y a veces con un oficio muy desenvuelto, pero enroladas en un decorativismo ya marchito.
Echar un largo vistazo a esa pinacoteca puede ser interesante, aunque también lo es la visita al lugar, revelador del apogeo económico de una clase montevideana y característico del nivel de vida de una gran burguesía que desplegó sus brillos residenciales hacia 1900 y los mantuvo luego durante varias décadas. Las casas opulentas como el Taranco, como la de Buxareo (hoy sede de la Embajada de Francia), la de Piria (que ahora aloja a la Suprema Corte de Justicia), la de García Montaner (convertida en Ministerio de Defensa) o la de Heber (que alberga el Museo del Gaucho y la Moneda), son ejemplos de un pasado que puede descubrirse recorriendo el palacio de la Plaza Zabala que está cumpliendo cien años.