Entre casetes, grafitis y shows de sonido precario, el rock uruguayo en los ochenta marcó a una generación. A pesar de su impacto, no había sido tenido un libro para él. "En la noche" se ocupa de retratarlo.
El periodista Mauricio Rodríguez atravesaba su adolescencia cuando bandas como Los Traidores, Los Estómagos, Los Tontos, Zero y El Cuarteto de Nos se comenzaban a mostrar en público. Eran músicos un poco mayores que él, que habían crecido bajo la represión generacional y el bloqueo cultural de la dictadura y que con la llegada de la democracia corrían para expresarse sobre un escenario. Había mucho para decir después de años en que no se podía decir nada. "La sociedad no los recibió de brazos abiertos" dice Rodríguez.
Para hacer su libro, editado por el sello Fin de Siglo, el periodista realizó unas treinta entrevistas. El proceso no se resumió solamente a eso, ya que demandó unos tres años de trabajo que incluyeron una larga indagación en archivos personales, diarios y otras publicaciones de la época. El resultado son más de trescientas páginas con entrevistas a músicos, periodistas y otros participantes de la época, ilustradas con fotos históricas e incluso reproducciones de afiches raros de conciertos.
En cuanto a lo que decía sobre la reacción de la sociedad, Rodríguez apunta a que los jóvenes músicos enfrentaron numerosas resistencias. Una de las principales que enfrentaron provenía de los músicos y del público del canto popular, quienes con gran carga de prejuicios los etiquetaron de seguidores de música imperialista y poco comprometida. Otra de las resistencias tenía que ver con una cuestión generacional, ya que entre razzias y falta de oportunidades laborales, los jóvenes solían sentir que se enfrentaban a una sociedad gerontocrática que no tenía lugar reservado para ellos.
"Y sin embargo hoy, treinta años después, estamos hablando de Los Traidores, de La Tabaré, de Zero, del Cuarteto de Nos, todas bandas que como digo en el libro han marcado en rojo el almanaque de la historia de la música popular uruguaya" dice Rodríguez.
Una característica de esta generación es que al haber surgido hacia el final de la dictadura, no reflejó una continuidad del movimiento del rock uruguayo de los setenta. En lugar de mirar a El Kinto, Días de blues y a Tótem, se fascinaban con los Sex Pistols, Ramones y The Cure y por ello fueron cuestionados y estigmatizados.
Sin embargo, En la noche no es un libro sobre víctimas y excluidos.
Un capítulo interesante está casi al comienzo y se dedica al enfrentamiento entre rock y canto popular, álgido en esos días aunque posiblemente infructuoso y contraproducente a la larga. Rodríguez se permite explorar la cuestión no solo a través de su palabra sino rescatando testimonios dispersos de los artistas más diversos, desde Eduardo Darnauchans hasta Ruben Rada, Renzo Teflón y el periodista Elbio Rodríguez Barilari.
La entrevista que se incluye a Alfonso Carbone aporta datos desde varios puntos de vista. Por un lado funciona como un retrato de un difusor y productor fundamental en la historia del rock y por otro lado, casi como ejemplo, ayuda a comprender las raíces de la relación de amor y odio que muchos artistas tiene con el país, como fruto del choque entre esperanzas y barreras propias del medio y la idiosincrasia nacional.
En la noche combina capítulos temáticos con otros dedicados a grupos y a episodios particulares. A grandes rasgos está dividido en ocho secciones. Cada una de ellas es sobre un año, de 1982 a 1989. La primera trata justamente de rock enfrentado al canto popular y la última trata sobre Tabaré Rivero y lo que quedó de esos tiempos.
La realidad para las bandas de rock en Uruguay hoy es compleja, con pocos lugares para tocar y escasa atención en los medios. Los lectores más jóvenes se sorprenderán al descubrir cómo muchos de los músicos hoy consagrados y masivos, como los del Cuarteto, Buitres y Traidores, enfrentaban una realidad dura, entre carencias técnicas y dificultades para dar el salto hacia la profesionalización. "Ahora uno tiene la posibilidad de acercarse a un gran número de gente (a través de Internet) pero en aquel momento no había ni celular" dice el autor. "En realidad lo que hacían los jóvenes era caminar y caminar y caminar. Cuando se enteraban de que había un recital en algún lado iban para ahí a encontrarse con otros. Las recomendaciones boca a boca también funcionaban. Las bandas se armaban de una manera absolutamente artesanal". El encanto de esas formas surge con la perspectiva del tiempo y eso es lo que da el libro.
ANÉCDOTAS Y VALORACIONES DE LAS BANDAS Y LOS MEDIOS DE DIFUSIÓN
LOS ESTÓMAGOS. El guitarrista Gustavo Parodi cuenta en el libro que su banda estuvo disuelta durante cuarenta minutos antes de entrar a grabar el primer disco. Los músicos se fueron cada uno por su lado, lo pensaron y luego se reunieron en el estudio de grabación con la decisión de seguir juntos. De no haber logrado ese acuerdo, tal vez la banda no hubiera tenido la misma historia, cosa que también podría haber afectado la eventual formación de Buitres. Parodi, además, recuerda en el libro cómo se ocupaba también de diseñar los afiches para sus recitales.
LOS TONTOS. Entre las anécdotas del libro, se cuenta la del día en que la banda liderada por Renzo Teflón viajó a Artigas para hacer allí un recital. El grupo experimentó una carrera meteórica y saltó a la fama casi por casualidad, cuando Gustavo Parodi le propuso a Alfonso Carbone integrar sus temas en el disco colectivo "Graffiti" para cubrir un espacio vacante. Ahí hicieron público el "Himno de los conductores imprudentes" y se pusieron de moda de inmediato, lograron un programa de televisión, giras y también tuvieron la canción más escuchada del verano del 86. El día en que viajaron a Artigas, olvidaron los platillos de la batería. Para solucionar el problema le pidieron platillos a la banda de los bomberos y así pudieron hacer su recital.
DIFUSIÓN. Mauricio Rodríguez destaca lo que considera como los pilares de la divulgación e impulso del rock en los ochenta: "Hubo tres elementos claves que contribuyeron a impulsar el movimiento del rock. Primero fue Alfonso Carbone, que difundía a través de Emisora del Palacio. Luego estaba Día Pop, suplemento del diario El Día que salía los sábados. Y la gran difusora fue El Dorado FM, que se convirtió en la radio de la cultura rock por excelencia, dedicada todo el día a esto; pasaban el rock uruguayo del momento, el argentino y el americano".