Por séptimo año consecutivo, desde mañana y en el correr de las vacaciones que se inician, tendrá lugar el ya tradicional Festival Cinematográfico de Invierno que Cinemateca Uruguaya presenta en su sala principal, Cinemateca 18. El mismo se extenderá, con varias funciones diarias, hasta el miércoles 12 de julio inclusive.
Durante una semana y media, se proyectarán en una única función casi cuarenta películas (tres diferentes cada día en diferentes horarios), organizadas en varias secciones, y pensadas fundamentalmente en función de un aficionado exigente. Con algunas pocas excepciones (la retrospectiva Truffaut, un par de documentales fugazmente vistos en cable) se trata de obras inéditas, la mayoría de las cuales no tendrán exhibiciones posteriores, y ninguna en el circuito comercial.
SECCIONES. El Festival consta de un bloque central, donde aparecen films tan diferentes e imprevistos como Tape del norteamericano Richard Linklater (Antes del amanecer, y Antes del atardecer), quien aquí en un ejercicio minimalista, en ambientes mínimos, retrocede con simplicidad y fuerza al pasado al que no quieren volver los protagonistas.
Otros rasgos llamativos pueden encontrarse en la opera prima del coreano Park Chan-wook de quien se verá Simpatía por el Sr. Venganza, un film donde se plantean obsesiones, venganzas y violencias que luego repetiría en Oldboy, reciente descubrimiento de la Cinemateca: esos estallidos se instalan en un contexto social preciso y crítico, que sugiere que Corea no es el paraíso.
El aficionado debería interesarse igualmente por una película que alguien ha definido como "al borde de la subversión", la coreana Repatriación, que documenta cómo en Corea del Sur hubo prisioneros políticos por espionaje a favor de Corea del Norte (un dato ignorado durante más de treinta años por la opinión pública), y lo que pasó con esa gente cuando fue puesta en libertad en un universo totalmente diferente del que conocían cuando fueron a la cárcel.
El rubro documentales o cine testimonial se complementa con Mondovino (Francia/Argentina, de Jonathan Nossiter), que explica cómo la globalización incide en la producción de vino en todo el planeta a partir de cómo se manipulan los gustos del consumidor y éste es moldeado por los intereses de los grandes productores que se comen a los chicos. Tal vez lo del "pensamiento único" sea una exageración de quienes preferirían imponer otro pensamiento único, pero en el terreno del vino el plan de implantar un "sabor único" parece estar funcionando. Al mismo rubro documental/testimonial pertenece Capturing the Friedmans (EEUU, de Andrew Jarecki), premio del Festival Sundance, que explora las elusivas fronteras de la verdad y la mentira, y propone más preguntas que respuestas acerca de lo que realmente hicieron esos integrantes de una familia judía norteamericana de clase alta cuya convivencia se desbarata cuando dos de ellos son arrestados, acusados de diversas depredaciones sexuales.
Y hay otros títulos que merecen una atención "a priori". Por ejemplo, está la única película todavía desconocida en Uruguay del checo Vladimir Michalek (Sekala debe morir), y también una película femenina como Hermano de la danesa Susanne Bier, una debutante que tiene al parecer un punto de vista propio sobre la juventud y el mundo en que vive.
Los aficionados a la literatura pueden ser los primeros atraídos por El Corno Emplumado (México, de Anne Mette Nielsen y Nicolenka Beltrán), documento sobre la revista del título y los utópicos años que reflejó. Entre tanto, Dog Days (Austria, de Ulrich Seidl) pasea su mirada por el patio trasero de la sociedad austríaca con gente que hace cosas muy extrañas, a veces inquietantes. Películas diversas, propuestas diferentes que provienen de varios continentes, para una fiesta del cine.
Público
En su edición anterior el acontecimiento logró convocar cerca de 10.000 espectadores
Testigos de las convulsiones de la realidad de hoy
Al igual que en anteriores ediciones, el Festival de Invierno abre un espacio al cine como testimonio, con tres ejemplos latinoamericanos. El primero de ellos es Juan Gelman y otras historias (México, de Jorge Denti), una aproximación política y humana a la figura del poeta argentino. Por su parte, Lula, más allá de la esperanza (Brasil, del uruguayo Gonzalo Arijón) explica el trámite político brasileño a través del personaje del presidente, tratando de entender lo que ha ocurrido, lo que no pasó y lo que podría pasar luego de los primeros tres años de gobierno del PT, con sus conflictos, sus contradicciones internas y hasta algunos sonados actos de corrupción. Por último, Injeren-CIA años 50 (Venezuela, de Angel Palacios) reúne documentación filmada contundente sobre las acciones en América Central, el sur y Venezuela de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU, con materiales y testimonios del desertor Philip Agee, fugitivo de la agencia y autor de un libro famoso y revelador. Casi todo lo que muestra era desconocido hasta ahora.
Hasta por razones de cercanía, el mayor interés para espectadores uruguayos puede provenir del documental sobre Gelman, que no solamente traza el perfil psicológico y autoral del interesado, sino que inscribe su trayectoria personal en medio de las convulsiones sociales y políticas de la Argentina del siglo XX. El director argentino Denti, que estuvo en Montevideo hace algunos días y presentó a los periodistas uruguayos su film, producido para la cadena de televisión dependiente de la Universidad Autónoma de México, acompañó largamente al poeta durante su exilio, registró (pese a su reticencia en hablar de sí mismo) abundantes declaraciones suyas, e incorporó también un vasto material de archivo que abarca imágenes de la historia argentina, desde el golpe de Uriburu a los sucesivos peronismos, tiranías militares intermedias y los siempre parciales y espasmódicos, vacilantes resurgimientos democráticos. El resultado, visto en privado hace unos días, exhibe una inesperada calidez aunque admita discusiones.