A lo largo del último cuarto de siglo, Pixar se las ha arreglado para revolucionar el universo audiovisual, introduciendo las técnicas digitales en la animación y convirtiéndose en una de las productoras cinematográficas más exitosas de la historia.
Pixar cumple veinticinco años como empresa independiente. Antes había sido una dependencia de Industrial Light and Magic, la compañía de efectos especiales de George Lucas, pero adquirió vuelo propio cuando fue comprada en 1986 por Steve Jobs, el cofundador de Apple.
En agosto de ese mismo año una pequeña lámpara de oficina y una pelota protagonizaron el primer cortometraje de Pixar Luxo Jr., revelando la potencialidad de las computadoras en el cine de animación.
"La mezcla de una tecnología en plena evolución y la creación artística dio como resultado algo que nunca antes se había hecho", ha recordado recientemente Ed Catmull, uno de los fundadores de la empresa y hoy presidente de Pixar y de los estudios Walt Disney Animation, desde que el emporio disneyano adquirió Pixar en 2006 por una cifra en dólares llena de ceros. Según Catmull, fue "como los inicios de Disney, cuando el cine era nuevo y la animación apenas empezaba, era una revolución técnica".
En 1995, Pixar lanzó Toy Story, el primer largometraje de animación digital de la historia del cine. Fue un éxito de crítica y público, y recaudó más de 350 millones de dólares a lo largo y ancho del mundo.
"Toy Story fue la primera película digital donde el público olvidó que estaba viendo imágenes creadas por la computadora, y quería solamente saber qué era lo que le iba a suceder a Woody y Buzz Light. Todo cineasta sabía que esta era una victoria", afirma por su parte el veterano animador Tom Sito, formado en Disney (Aladdin, La sirenita, El rey León) pero que también trabajó en Dream- Works (Shrek, El príncipe de Egipto), y es profesor de la escuela de cine de la Universidad del Sur de California, en Los Angeles.
Según Sito, otros estudios pioneros en la animación digital estaban poblados de ingenieros que jugaban a ser artistas amateurs, y de verdaderos artistas que intentaban comprender algo de informática. Pero Pixar prefirió crear una división de ingeniería de muy alto nivel por un lado, y un equipo de gente muy creativa por el otro. De esta manera, cada uno pudo concentrarse en lo que verdaderamente dominaba.
La estrategia funcionó. Luego de Toy Story, el estudio sacó adelante otros largometrajes que no tardaron en convertirse en clásicos (Cars, Ratatouille, Buscando a Nemo, Wall-E, Up, y varias más, incluyendo las secuelas de Toy Story y Cars). Las películas de Pixar han acumulado hasta el momento más de 6.500 millones de dólares y obtenido en total veintiséis premios Oscar.
En Emeryville, en los suburbios de San Francisco, las instalaciones de Pixar son la viva imagen del éxito: edificaciones nuevas, espaciosas, modernas, grandes jardines donde los empleados practican tai-chi matinal, instalaciones deportivas de primera. A lo largo de ese panorama, John Lasseter (hoy en día director creativo de Pixar y Disney, y acaso el mayor cerebro creativo del equipo) se pasea con sus camisas de motivos hawaianos y zapatos deportivos blancos, y habla con todo el mundo.
Para Ed Catmull, el éxito de Pixar responde, entre otros factores, a un trabajo de autocrítica implacable. A su juicio, las personas que hacen cine confunden a veces hacer una película y hacer una gran película. Por otra parte, el objetivo no es solamente llegar a hacer una película, el objetivo es hacer una película que logre llegarle a la gente, sostiene.
"Todo el mundo dice que la historia es lo más importante. Es verdad, pero lo esencial, es saber qué hacemos cuando algo no sale bien", añade Catmull. "En Pixar, lo tiramos y volvemos a empezar. Nos equivocamos, como todo el mundo, pero no mostramos aquello en lo que fracasamos".
(BASADO EN AGENCIAS)