Mañana en la alfombra roja del Oscar se va a destacar una presencia imprevista: una septuagenaria con el hábito de monja benedictina. Quizás algunos recuerden su nombre. Se llama Dolores Hart.
Nacida en Chicago como Dolores Hick, hija del actor Bert Hick, sobrina del cantante Mario Lanza, Hart asomó por primera vez en la pantalla en un breve papel no acreditado en Por siempre Ambar (1947) de Otto Preminger, pero su verdadero debut tuvo lugar en 1957 en La mujer que yo adoro, una comedia de Hal Kanter protagonizada por Elvis Presley, con quien intercambió algún casto beso. Un año después volvió a trabajar junto a Elvis en la superior Melodía siniestra (1958) de Michael Curtiz, un drama sobre pandilleros basado en novela de Harold Robbins.
Ciertamente era una personita interesante en la pantalla, que en los años siguientes hizo una carrera en la que, sin llegar al verdadero estrellato, mostró que tenía posibilidades.
Para mucho veterano nostálgico, Hart es sobre todo la protagonista (junto a George Hamilton) de la comedia Se necesitan dos para amar (1960), que con el tiempo ha adquirido cierto estatus de culto. Al tiempo que hacía algunas cosas para televisión encarnó a Santa Clara (probablemente, la primera vez que usó un hábito) en el "biopic" Francisco de Asís (1961) de Michael Curtiz, protagonizó junto a Stephen Boyd El inspector (1962) y volvió a la comedia con Ven a volar conmigo (1963) de Henry Levin. Se colocó ante una cámara en forma profesional una última vez en un episodio de la teleserie El virginiano (1963).
Para entonces estalló en ella una vocación cuyas raíces venían de antes, y en 1963 se convirtió en monja de clausura, ingresando en el monasterio benedictino de Regina Laudis, en Bethlehen, Connecticut, donde continúa actualmente y se ha convertido en su Madre Superiora. En ese momento Hart estaba comprometida con Don Robinson, que siguió siendo su amigo de toda la vida.
Desde 1997, Hart padece neuropatía idiopática periférica, una enfermedad degenerativa a la que ha combatido no solamente en sí misma sino también recaudando fondos para ayudar a quienes la padecen, e impartiendo conferencias para concientizar al público sobre el tema.
Su vocación religiosa no la hizo dar cabalmente la espalda a Hollywood ni odiar al mundo, como podrían pensar los distraídos. A lo largo de las décadas ha mantenido una sostenida amistad con gente que conoció en su juventud o con quien actuó, incluyendo George Hamilton, Richard Chamberlain, Connie Francis o Paula Prentiss, y especialmente Patricia Neal, quien falleció en 2010 y pidió ser enterrada en el cementerio de la abadía que Hart dirige.
También sigue siendo miembro de la Academia. De hecho, había renunciado a ella cuando se hizo monja, pero en 1990 su amigo Karl Malden le pidió que volviera, y desde entonces ve cine en DVD, en un sótano del monasterio que le han acondicionado expresamente, para poder votar cada año para las candidaturas y los premios.
Cuando le preguntan si hay muchas cosas que la escandalizan en el cine actual, Hart se ríe: "Todos los días vemos en el monasterio un verdadero muestrario de miserias físicas y morales en la gente que viene a pedir ayuda. El cine es un pálido reflejo de eso".
Sin embargo el retorno de Hart a la ceremonia de los Oscar (a la que no concurría desde 1959) responde a un hecho concreto. Uno de los cortos documentales que compiten por el premio, God is the Bigger Elvis ("Dios es el más grande de los Elvis"), dirigido por Rebecca Camissa, cuenta su historia.
Se trata de un film de 37 minutos, armado en base a encuentros con Hart y otra gente que la conoció, incluyendo su última entrevista (en mayo del año pasado) con su exnovio Don Robinson, quien dicho sea de paso nunca se casó y que falleció en el mes de diciembre. Quienes han visto el film aseguran que es uno de los momentos más emocionantes de la película.
Hart aceptó con entusiasmo la oportunidad de asistir a la ceremonia acompañando a la directora Camissa, quien, dicho sea de paso, tiene un interés personal sobre el tema: es hija de una exmonja que colgó los hábitos, y realizó el largo documental Sister Helen (2002, sobre una monja que ayuda a adictos) y Which Way Home (2009, sobre el tema de la inmigración).
Se ha afirmado incluso que Hart anunciaría uno de los premios, aunque el dato no está totalmente confirmado. Lo que no hay duda es que le sigue gustando el cine. "Me encanta Hollywood", declara. "No me fui de allí porque lo considerara un antro de pecado. Simplemente, me encontré con una cosa más grande. Algo llamado vocación".