"Kohi", una semilla extraviada en la oscuridad del escenario del Solís

Teatro infantil. Martín Romanelli cuenta una historia llena de buena onda

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CARLOS REYES

El teatro negro ejerce una seducción especial sobre el espectador, niño o adulto. Es además un terreno en el que la producción nacional viene creciendo año a año. "Kohi", en el escenario mayor del Solís, es un buen ejemplo al respecto.

El título, que dio sus dos primeras funciones el fin de semana pasado (y que permanecerá en cartel durante las vacaciones de invierno), es ideal para niños bien chicos, aunque en última instancia es para todo público. La compañía que lo lleva adelante (llamada Pampinak Teatro, más conocida por su nombre anterior, Bosquimanos Koryak) viene creciendo desde hace más de una década, y ha incorporado en cada temporada técnicas nuevas, producto también de sus giras al exterior.

En este caso, un nuevo sistema de iluminación permite que el espectáculo no sean tan frontal (como suelen ser los montajes de teatro negro), y trabajar más con la profundidad del escenario. La paleta de colores (dentro del marco siempre restringido de los flúo), también se van ensanchando para dar más matices. Las técnicas de animación también se van desarrollando, mezclando y combinando entre ellas.

Por ejemplo, en esta puesta, el tutú de una bailarina se desprende, sale por el aire lentamente, y se incorpora al cuello de un dragón, cuya cabeza está formada por el chaleco de la propia bailarina.

La historia es sencilla, como para niños chicos, aunque los efectos atrapan a espectadores de todas las edades. El presentador es Kone Matrak, un coleccionista de espectáculos que irá mostrando fragmentos de sus piezas favoritas. Uno de los números es aparentemente sencillo, aunque está concebido con mucha creatividad: un niño juega con agua, produce reflejos, se refleja él mismo, hace flotar las gotas.

Un acróbata produce efectos con su mascota, que toma diversas formas y sirve para distintos propósitos. Todo eso ocurre mientras el número anunciado como más fascinante, no se puede hacer: se trata de Kohi, un jardinero que tiene el poder de crear un florido gigante con el golpe de dos semillas. Pero ha perdido una de ellas.

"Kohi, no te olvides de la semilla", le gritaban los niños desde la platea el pasado sábado: el recurso de suspenso funcionó perfectamente. Como en tantos espectáculos para niños, la platea estaba inquieta y no paraba de escucharse voces. Es que el show cuenta con trucos que despistan, como hacer interactuar a un muñeco y un actor disfrazado.

Si bien el espectáculo tiene un nivel totalmente aceptable, todavía quedan cosas por mejorar, desde mayor perfección en la manipulación de los elementos, hasta la emisión del sonido, por momentos un poco turbia. También puede que haya demasiado texto, para lo simple que es la historia, que igual resulta encantadora.

Para la vista, el oído y el olfato

Con guión y dirección de Martín Romanelli, Kohi es un espectáculo que busca estimular la vista, el oído y el olfato. Para eso se vale de 16 muñecos con bruscos juegos de escala, desde los 40 centímetros hasta los cuatro metros de altura.

Detrás de ellos están Leonor Chavarría, Juan Noblia, Mariana Marchesano, Nicolás Parrillo, Gerardo Martínez, Fabián Principi, Patricia Mallarini y el propio director.

Kohi va mañana, el domingo, el miércoles 11, y luego todos los días hasta el domingo 22 (menos el miércoles 18), siempre a las 15 horas.

Además habrá funciones los jueves 12 y 19 a las 20 horas. Los sábados 14 y 21, el domingo 15 y el viernes 20, a las 17 horas. Las localidades están a la venta en la sala y Red UTS, y valen $ 250.

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