Isabel Sarli: su testamento y despedida

Estreno. Salió en DVD "Mis días con Gloria" de Juan José Jusid, un homenaje a la Coca

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GUILLERMO ZAPIOLA

Hay que aceptarla con una mezcla de simpatía y nostalgia. Entre otras cosas porque "Mis días con Gloria", film del argentino Juan José Jusid que acaba de ser editado en DVD, puede ser también la despedida del cine de la legendaria Isabel Sarli

Sale la Coca, entra Coquita. Realizada en 2009, en la película no hay una Sarli sino dos: no constituye solamente una vuelta al cine de la "bomba sexy" argentina de los años sesenta, sino también el debut de su hija adoptiva Isabelita en un papel que recuerda bastante los que su madre hacía cuarenta años atrás, exhibición de pectorales incluida.

Para el director Jusid (La fidelidad, 1970; Los gauchos judíos, 1975; Asesinato en el Senado de la Nación, 1984; Made in Argentina, 1987; Espérame mucho, 1983; Esa maldita costilla, 1999) se trató reconocidamente de un film de encargo, en el que los productores pusieron en sus manos un guión escrito por cuatro libretistas decididos a mezclar géneros: policial, melodrama, toques de erotismo (bueno, ese el sello Sarli).

El nombre de la Coca encabeza los créditos, pero el verdadero protagonista es Luis Luque, en el papel de un asesino a sueldo que quiere dejar la profesión, padece un trauma que se explica a las corridas en determinado momento y trabaja para un corrupto jerarca policial de la provincia de San Luis (donde fue filmada la película) interpretado, en otra de las vueltas de tuerca pensadas para enganchar público, por el conocido conductor televisivo Nicolás Repetto.

Hay por lo menos un cinéfilo en el equipo de producción (puede ser Jusid, o alguno de los libretistas), porque las referencias al cine ajeno son abundantes. El personaje del asesino solitario que alimenta a un pájaro en su jaula rememora explícitamente al Alain Delon de El samurai (1967) de Jean Pierre Melville, que a su vez remitía al Alan Ladd de Un alma torturada (1942) de Frank Tuttle. El libreto tiene que retorcerse para que ese personaje se cruce con el de Sarli, pero es sin embargo en ese movimiento que el film adquiere su relativo interés. Adolfo Aristarain y José Pablo Feinmann se encuentran con Billy Wilder, Últimos días de la víctima con El ocaso de una vida.

La Coca se interpreta a sí misma: una antigua diva del cine erótico, a quien le queda poco tiempo de vida (en realidad, esto último es ficción: ella ha dicho que está decidida a quedarse por aquí un tiempo más), ha llegado a San Luis para resolver algunos asuntos pendientes, se recluye en una mansión aislada y en algún momento se pone a rever fragmentos de sus viejas películas. Se llama Gloria, claro, por Gloria Swanson (de El ocaso de una vida), y por la melancolía de recordar glorias pasadas. También la relación entre la antigua estrella y el asesino tiene esa mezcla de atracción y ambigüedad que exhibía el vínculo Swanson-Holden en el film de Wilder (aunque alguien ha pensado más bien en la calidez de la amistad entre Jessica Tandy y Morgan Freeman en Conduciendo a Miss Daisy).

De esa suma (más que combinación) de elementos surge la extraña sugestión del film. De acuerdo, no es bueno. Amontona cosas en lugar de integrarlas. El costado policial, que oscila entre el toque de sordidez con un aceptable manejo del suspenso y un par de escenas de acción bien resueltas, no termina de soldarse con la vertiente El ocaso de la Coca. Y sin embargo es este último, en definitiva, el que salva al film.

Porque en definitiva quienes están haciendo la película son conscientes de que su material principal es Sarli, y que lo que están haciendo es una suerte de despedida o testamento. Desde que quedaron atrás sus "días de gloria", Sarli ha reaparecido ocasionalmente en la pantalla (La dama regresa, 1996; Arroz con leche, 2009), y Diego Curubeto realizó un documental sobre ella (Carne sobre carne, 2007), y es posible que se la vea en alguna película más. Pero ella misma es consciente de que tal vez se trate de su última película.

A partir de ahí tienen sentido el guión de clase B, los lugares comunes de la historia, los diálogos que a veces lastiman los oídos. Todo eso es pretexto, envoltorio (como diría Hitch-cock, "McGuffin"). El tema es Sarli, y aunque no siempre ocupe el centro de la historia es su verdadera justificación. Como cine más vale no mirarlo demasiado de cerca (aunque por cierto Jusid no es completo inepto), y Luis Luque otorga cierta tridimensionalidad a su personaje. Los secundarios son mucho más primarios.

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