El tango: múltiple por música y letra

HUGO GARCÍA ROBLES

El tango implica una conjunción, que lo convierte en un bien cultural polifacético. Es música y danza mientras que por su letra alcanza la poesía. A la vez se hace difícil la mejor comprensión del sentido de sus letras, sin el conocimiento del lunfardo.

En realidad, a pesar que no todas las letras de tango incluyen voces y giros lunfardescos, muchos sí lo hacen. Y en algunos casos son obras maestras escritas en esa jerga que algunos poetas iluminados y populares, como Celedonio Flores, elevaron a una categoría de poesía sin más.

Bastaría repasar el tango "Mano a mano" del citado autor, personaje apasionante en su múltiple oficio de canillita, boxeador y poeta, para encontrarse con ese rico e inagotable venero que, sostenido por las notas, hilvana palabras como "bacana", "remanye", "percanta" que incluyen coloridas categorías de la sociología marginal.

Pero, además, aparecen giros verbales de una calidad plástica admirable, como "los morlacos del otario los tirás a la marchanta" y "descolado muebles viejo".

Por su parte la música se corresponde de manera perfecta con las inflexiones e intenciones de las palabras. Gardel y Razzano firman esa música que vale por sí misma: basta escucharla sin las palabras de la letra para valorar su calidad.

No es preciso reiterar lo que todos sabemos: el tango nació como danza y su audacia coreográfica hizo que inaugurara, junto con la "milonga", el ciclo de la pareja estrechamente abrazada.

Abrazo que como explica Carlos Vega respondía más a razones propias del baile que al eventual juego erótico. Dice Vega que la complejidad de los pasos del tango, obligaban al recurso de estrecharse, según la reflexión que el propio musicólogo argentino formula así: "nos abrazamos o nos pisamos".

Esta función originaria de danza es la que hizo demorar la aparición de las letras y que el tango se convirtiera así en canción. En este cambio la participación de Gardel fue fundamental y por ello el gran Discépolo dijo que "Gardel subió el tango de los pies a la boca". Ello ocurre en 1917 cuando el tango "Lita" de Samuel Castriota dispara el genio poético de Pascual Contursi que escribe los versos inmortales que lo convierten en "Mi noche triste". Gardel lo grabó en 1917, en una versión en la cual lo acompaña el guitarrista José Ricardo.

En 1930 vuelve a hacerlo, esta vez con las guitarras Barbieri, Aguilar y Riverol. Vale la pena escuchar las dos versiones porque ellas bastan para comprender el genio de Gardel como creador del tango cantado.

La primera versión responde al ritmo más rápido de los primeros tangos y milongas, mientras que la segunda, tiene ya la cadencia y el estilo del tango que llega hasta nuestros días; documentan su invención.

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