El "presi" que apostó a la dupla

Honduras no es una buena abastecedora de noticias para las agencias telegráficas. La información que de allí nos llega de tanto en tanto, suelen promoverla el huracán Mitch con su acción devastadora, y las formidables cifras de exportación de bananas, verdadera delicia que las plantaciones del litoral hondureño producen en los mayores volúmenes dentro de América Central.

Yo no sabía —por ejemplo— que el presidente de la república se llama Eduardo Maduro, y que su esposa —Aguas Ocaña— es española...¡y olé!

Acabo de saberlo, por una primicia "separatista" que lanzaron dos canales de televisión de la Madre Patria.

Aguas está de visita en España: llegó en un momento oportunísimo, porque azotada por furiosas olas de calor y los voraces incendios en la frontera con Portugal, actualmente nada hay tan necesario como el agua en la tierra del Quijote. Se ha querido explicar el motivo de ese viaje de la primera dama de Honduras, aludiendo a "razones apremiantes", entre las cuales descartó las de los apremios que a menudo plantea su nombre "atlántico" a los que ya tienen el cuerito gastado. Manejando conjeturas, ciertos medios atribuyen su presencia en "los madriles" a la intención de iniciar su demanda de divorcio por infidelidad del cónyuge.

Sin que yo llegue al extremo de imaginar que el juez mago Baltazar Garzón removerá hasta los cimientos de la Giralda para conseguir la extradición del mandatario a fin de que, en España, confiese sus aventuras sentimentales centroamericanas ante la Corte Internacional de Mujeres Engañadas, en cambio pienso, sí, que el galán de la judicatura hispánica (al que está esperando Almodóvar) puede darle una mano a su compatriota para apartarse del marido que, hondureño al fin, resultó ser una buena banana. Los magistrados que vayan a juzgar su procedimiento, probablemente se dividirán entre quienes vean en esto de Maduro una muestra de inmadurez, y los que lo culpen de pasarse de maduro.

Porque la acusación de la señora Ocaña se fundamenta, esencialmente, en el hecho de que, habiendo en Honduras tanta gente sin trabajo, a su esposo se le haya ocurrido nombrar para ejercer un ministerio, a una ex novia: en concepto de Aguas, el "Richard" no sólo le confió una cartera, sino que además le entregó la billetera.

Claro que el "presi" sacará argumentos a su favor desde el sótano de su conciencia. Ahora que tanto se usa que los presidentes visiten los barrios marginados, besen en las cabecitas a los niños de las zonas carenciadas, y luego se pasen una semana haciendo gárgaras con desinfectantes, se debe calibrar con justicia el sentido de su acción solidaria para con una ex novia; que sobrevive a la angustia del abandono, con el corazón hecho pomada y órganos varios desocupados; que mira colgado en el ropero —como la guitarra del tango— su frustrado ajuar nupcial; desplazada del altar Aguas arriba... y a quien él, Ricardo Maduro, aspira a resarcir de tanto infortunio designándola para un ministerio del que no se dan datos pero que —presumo— bien podría ser el de "Relaciones muy interiores".

"Frágil es la carne..." dice el carnicero de la esquina, mientras el churrasco adelgaza más y más y es incapaz de resistir un nuevo aumento.

El número 1 hondureño enfrenta hoy a la pregunta que las esposas del mundo continuarán formulando a los maridos infieles, en tanto subsistan amantes que, momentáneamente, se resignan a pagar placé en un Premio Remate... pero se preparan para ganar un clásico:

—Ella...¡o yo!

...que en el caso de la española, podría ofrecer una variante:

—Aguas... o caña.

En otras palabras: la pureza... o el vicio.

Recién en ese instante supremo, Maduro advertirá que se metió en Honduras.

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