El poderío de una actriz

| Tuvo su apogeo en los años ’70, recorriendo un repertorio de clásicos y contemporáneos

JORGE ABBONDANZA

Murió Violeta Amoretti, una actriz de carrera múltiple y dilatada que había tenido su etapa de apogeo en los años 70. Nacida en Buenos Aires (en julio de 1917) Violeta se había radicado en Montevideo junto a una familia de teatreros: su padre Carlos dirigía el Elenco Rioplatense de Arte Teatral donde ella se inició, aunque en un período juvenil de esa trayectoria la actriz dedicó buena parte de su tiempo al radioteatro junto a nombres como Humberto Nazzari, Pablo Lagarde Wilson, Aníbal Pardeiro o Juan Casanovas. Cuando llegó la televisión, Violeta integró repartos de teatro filmado al lado de figuras como Enrique Guarnero, Júver Salcedo o César Charlone Ortega. Pero fue en el teatro donde Amoretti dejó su recuerdo más perdurable.

Se dedicó por completo a él desde su alejamiento de la radio, integrando la hueste de Teatro Libre, el Circular y la Compañía Florencio Sánchez, recorriendo un repertorio de clásicos y contemporáneos donde pueden mencionarse Lorenzaccio de Musset, Divinas palabras de Valle Inclán o Espíritu burlón de Coward. Pero en algunos casos, Violeta mostró en plenitud el peso de gran actriz dramática que llegó a tener en esa madurez culminante, donde aportó por ejemplo el papel de la madre en Los fusiles de la patria vieja, que adaptaba (con puesta en escena de Omar Grasso) Los fusiles de la madre Carrar de Brecht y que se ofreció en el Circular con doble reparto de primeras figuras, turnándose unas con otras según los días de función. Allí Amoretti se alternaba con Dahd Sfeir y era toda una experiencia confrontar esas dos modalidades para componer un personaje de notable intensidad.

Poco después protagonizó La casa de Bernarda Alba de Lorca, dirigida por Carlos Aguilera, y en el papel de esa matriarca dura y tiránica lograba transmitir el perfil casi metafórico de un descontrolado ejercicio del poder. La actividad de Violeta prosiguió a buen ritmo durante los años siguientes, período donde figuró en títulos como Doña Rosita la soltera, Dormitorios, Agnes de Dios o Juego de gatos, entre tantos otros. En la larga perspectiva de esa carrera, la actriz fue un ejemplo de tardía conquista de prestigio, elogios, reconocimiento y premios, ya que el mayor florecimiento de su talento y su oficio debe ubicarse cuando Violeta era una cincuentona dotada de todas las ventajas de su expresividad, su intuición dramática y su profesionalismo. El fallecimiento de esta mujer de talento se produce cuando acababa de cumplir 87 años: la pena correspondiente debe ser compartida por toda una generación de admiradores y en primer lugar por sus familiares igualmente volcados al arte escénico, como el dramaturgo Carlos Manuel Varela y la actriz Julia Amoretti.

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