El maestro japonés de la fantasía y el horror

En el marco del VII Festival Cinematográfico de Invierno se está llevando a cabo en Cinemateca 18 una revisión de la obra del cineasta japonés Kiyoshi Kurosawa. La misma, integrada por cinco films inéditos en el Uruguay, continúa hoy con el film Permiso para vivir (1998), sigue mañana con Carisma e Ilusión estéril (ambas de 1999) y culmina el viernes con Circuito (2001), uno de los films "de culto" que ha afirmado la celebridad internacional del realizador.

Una de las cosas que hay que saber de él es que no es pariente de su coterráneo Akira. Occidente lo descubrió en París, en el Festival de Otoño de 1997, donde se vio La cura, a la vez "thriller" paranormal y fábula sobre la pérdida de identidad, de climas densos y cargado, que funciona al mismo tiempo como película de "serial killer" y meditación existencial. A partir de ahí, los críticos franceses se lanzaron sobre su pista y descubrieron que Kiyoshi Kurosawa había debutado en 1883 con un film soft-porno, y que luego había hecho La excitación de la chica Do-Re-Mi-Fa (1985), donde se ha visto la influencia de Nagisa Oshima y del período maoísta de Godard. Tras esa experiencia se refugió en el cine de terror. Le han elogiado El guardián del subsuelo, donde el cuidador de un edificio asesinando, a todos sus ocupantes., y donde se pudo ver a la vez una corrosiva metáfora del Japón moderno y los rasgos característicos del cine de terror de clase B.

El puro misterio se instala en La cura y en Carisma, que adoptan las formas de una investigación policial. En ambas, el investigador (Yakusho Koji) se desliza gradualmente hacia una realidad paralela, como quien pasa del otro lado de un espejo oscuro, posiblemente sin vuelta atrás. Y si Ilusión estéril trabaja sobre alienaciones y extrañamientos, Circuito es por su parte otro ejercicio de terror, donde lo extraño y sobrenatural adopta la forma de la tecnología de punta, lejana y aterradora.

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