El gran sembrador de sonrisas

| Se inició en Radio Artigas en 1935 y once años después desembarcó en la capital argentina

RAÚL E. BARBERO

Arthur Núnez García debió asumir un día que, de a poco, el seudónimo "Wimpi" iba recortándole el nombre. De ahí que cuando cesó definitivamente en su cátedra de Humorismo, la gente del Río de la Plata comentó acongojada: "Murió Wimpi".

Hoy se conmemora el cincuentenario de su desaparición y la circunstancia convoca para que lo recordemos en esta casa, donde su querida "Caracol" acercó, hasta hace pocos años, el legado de sus notas, para que nuestros lectores compartieron ese valioso tesoro.

Los que disfrutaron de la producción de refinada gracia de aquel valor excepcional, aluden de tanto en tanto a sus libretos para Carve. Pocos saben que antes de que surgieran en CX 16 la docencia de sus "Charlas amables"; el informativo chismoso del peluquero Florentino Martínez; la histeria de "la Chimba" y la amorosa tolerancia de su novio "el Tola"… antes, incluso, de que "Pinocho" deslumbrara con su transformismo fonético en un largo desfile de imitaciones, Wimpi cruzó por el dial uruguayo, apenas con tiempo para insinuar sus virtudes.

En 1935, la programación de CX 34 Radio Artigas anunciaba la Audición humorística Piedra Libre, dirigida por Wimpy (con "i" griega) y Tunuta. Y en 1937, Wimpi (ya con "i" latina) atendía la sección de Comentarios por CX 14 El Espectador. Luego ingresó a la redacción de "El Plata" con un enfoque personalísimo de la crónica policial, imprimiéndole un tono que, sin restarle dramaticidad, tornaba más amena su lectura. En el mismo vespertino estrenó su "Vea, amigo", una visión particular de los temas que podían atraer al ciudadano común. Posteriormente, y tras un considerable silencio radial, resurgiría en Carve a comienzos de los `40, donde -allí sí- se captó la real dimensión de su genio e ingenio para crear las situaciones más risueñas que se hayan conocido en radio.

Las repercusiones del "libreto Wimpi" no demoraron mucho en llegar a Buenos Aires. A menudo se le tentaba con el cruce del río, para alternar en las grandes emisoras que se disputaban el cetro de una radiotelefonía poderosa y de justa fama. Finalmente -pero sin renunciar a Carve- arribó a la capital argentina, donde debutó en la prensa escrita desplazando, momentáneamente, al objetivo esencial de su viaje.

Al respecto, en la contratapa de La taza de tilo (el tercero de los libros editados por Freeland) se dice: "Cuando Wimpi apareció en la prensa porteña, allá por 1946, se produjo un fenómeno cercano al deslumbramiento que provocan siempre las revelaciones gratas al espíritu. Ya consagrado en su Montevideo natal, aquí, en Buenos Aires la aprobación y hasta la adhesión ruidosa del público que comenzó a leerlo, fue inmediata y resonante". De ahí saltó a la radio, en una etapa en que varias firmas consagradas rubricaban los libretos de los astros de la comicidad: escribían, entre otros, Miguel Coronato Paz, Julio Porter, Manuel Meaños, Billy Kerosene, Abel Santa Cruz… Parecía que, en semejante escenario, no había más lugares para nuevos primeros actores, pero Wimpi empezó con lo suyo; charlas, donde combinaba la valía del texto con el tono adecuado de su voz. Sobrevinieron nuevos aplausos, con sus desopilantes ocurrencias para Pepe Iglesias "El Zorro"; y por el asombro que produjo el surgimiento de la mezcla de sabiduría y finísima gracia que constituía "La craneoteca de los genios".

Auge. Las revistas especializadas comenzaron a difundir su biografía. Un día, Sintonía detectaba que Wimpi había cursado estudios liceales en Buenos Aires, concretamente en el Colegio Nacional Mariano Moreno, del que egresó convencido de que sería médico… aunque pronto desechó esa certeza. Otro día, "Radiolandia" le daba una pincelada romántica a la decisión con que Wimpi inauguró su juventud: una enigmática incursión por el Chaco, del que se alejó para regresar a Montevideo y volcarse al periodismo.

A espaldas de su incesante labor durante el ciclo bonaerense, Wimpi continuó escribiendo para CX 16 sus audiciones más festejadas. En cada viaje a Montevideo, "caía" por Mercedes 973 para saludar a sus amigos de Carve… que éramos todos los que actuábamos allí. Se organizaba entonces una peña, jerarquizada por la palabra de ese hombre que hablaba lo justo, como temiendo excederse con el anecdotario de su primer plano en la radiofonía porteña, achicando las medidas de su formidable trayectoria en un medio tan exigente, como si temiese incomodar a la rueda con exposiciones que pudieran reflejar su enorme cultura (que sabía que la tenía, por lo mismo que cada uno conoce sus méritos) atributo que se esforzaba -vanamente, claro- por disimular.

A esa condición agregaba otra: nunca se le escuchó un concepto que pudiera minimizar a sus colegas, a quienes solía elogiar y estimular. Haber sido el gran sembrador de la sonrisa de dos pueblos es un logro que nadie puede discutirle a Wimpi, y mucho menos pretender disputarle. Por eso, a la hora en que podríamos recordar con una lágrima su adiós de hace hoy cincuenta años, preferimos evocarlo con alegría.

Rioplatense

Gracias a su ingenio, Wimpi se consagró en ambas orillas del Río de la Plata.

Cita para el recuerdo

"El hombre actual es el más problemático de la historia. Se encuentra un poco perplejo, tanto ante lo que ocurre como ante lo que no ocurre en este mundo. No encuentra palabras en ningún idioma para definir el repertorio de crisis que le rodea. Pero mientras siga riendo, irá salvándose en buena hora".

Esta frase del afamado humorista fue extraída de La risa. Edic. Diciembre y data del año 1973.

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