fabian muro
La llegada de los integrantes de la película Erreway. Cuatro Caminos a un restaurante montevideano era aguardada, ayer al mediodía, con una expectativa marcada por la ebullición hormonal de decenas de chicas adolescentes.
Los intérpretes Luisana Lopilato, Camila Bordonaba, Benjamín Rojas y Felipe Colombo arribaron a Montevideo para el estreno del film que protagonizan. Su parada en el restaurante estaba anunciada como una instancia para charlar de manera más o menos tranquila con el elenco y el director del film, Ezequiel Crupnicoff.
Pero una legión de chicas de edades que irían de 10 a 16 años, todas con cámaras en mano, pulverizaron cualquier intento de mantener una conversación medianamente normal y fluida con las estrellas. Incluso desde antes que los argentinos entraran al restaurante, la organización del "evento" hacía agua: chicas en pleno hervor correteaban de aquí para allá, se paraban arriba de las sillas y mesas, ocupaban los lugares reservados para los intérpretes y obstaculizaban el paso de los fotógrafos. "Si no se sientan, los chicos no entran", decían por los parlantes. Inútil. Las masas no se iban a sentar y punto.
Cuando quedó claro que iba a ser imposible apaciguar a la legión de fanáticos, la organización dio el visto bueno a la entrada y Bordonaba, Lopilato, Rojas y Colombo se hicieron presentes. Gritos, corridas y flashes fotográficos acompañaron el breve trayecto de los actores desde la puerta al espacio reservado para ellos. Cancheros y tranquilos, los argentinos se tomaban con calma la histeria, los flashes, los empujones y forcejeos entre los encargados de seguridad —unos patovicas de traje y corbata— y los "fans". Algunos padres también se dejaron arrastrar por el entusiasmo de sus hijos y peleaban por un autógrafo.
Una allegada a la organización comentaba que "acá va a ser imposible comer". Mientras tanto, cada pose de los actores, cada sonrisa o mano levantada provocaba agudos gritos de las púberes. Una y otra vez. Mientras tanto la representante de la empresa argentina RGB —productora del film— intentaba calmar los ánimos: "Si se sientan, van a hablar con ustedes. Si se quedan tranquilos, ellos no tienen problemas en saludar y charlar, pero así no". Fue demasiado ingenuo pensar que el grupo de chiquilinas desacatadas por el entusiasmo, muchas veces alentadas por las madres, se fuese a tranquilizar.
Luego de diez minutos de gritos y flashes, los actores se sentaron para conceder algo que sólo vagamente se asemejó a una entrevista, realizada en ambiente muy agitado y con el agregado de una atronadora música. Por supuesto que no era el momento adecuado para ahondar en nada, pero los integrantes del elenco cumplieron con su labor con el mayor de los profesionalismos: "No es nuestra primera experiencia en cine, pero antes, cuando hicimos Chiquitas, éramos bastante más chicos. Esta película trata sobre personajes ya a punto de ser adultos y nos da la posibilidad de crecer como actores", dijo Rojas. De los cuatro, el blondo fue el que más claramente definió su vocación por la actuación.
Colombo, por su parte, afirmó que aún no se acostumbra a la conmoción que su presencia y la de sus compañeros genera. En una declaración que parecía tener mucho de ensayo, el actor dijo que "siempre nos gusta venir a Uruguay. Acá nos reciben muy bien cada vez que nos presentamos, ya sea como actores o cuando hacemos un concierto. Ahora tenemos una gira de promoción en apoyo a la película en Argentina, pero vamos a volver a Uruguay, cuando presentemos nuestro tercer disco".
De las chicas, Bordonaba era la más charlatana, mientras que Lopilato permaneció callada prácticamente durante toda la conversación, con una mirada que oscilaba entre la cautela y la desconfianza. En el medio de la charla apareció un micrófono, para que la audiencia pudiera escuchar las respuestas de sus ídolos. Lástima que ese aparato, vaya uno a saber por qué, acoplaba. Todo concluyó cuando los integrantes del elenco de la película decidieron que su almuerzo merecía un ambiente más sereno y se retiraron del restaurante. Luego de la partida, las adolescentes se congregaban a exhibir sus trofeos, un autógrafo o una foto.
Un recorrido por las rutas argentinas tras un sueño
En medio del tumulto ocasionado por la presencia de las jóvenes estrellas de la película, el director de Erreway. Cuatro caminos, Ezequiel Crupnicoff, parecía algo desconectado del entorno. Iba de acá para allá sin que ninguna de las fanáticas lo molestara y contemplaba con indiferencia y cierta sorna el desorden juvenil.
Pero Crupnicoff tenía otras razones para exhibir una serena sonrisa. Luego de varias asistencias de dirección, entre ellas para Kamchatka, de Ricardo Piñeyro, pudo sentarse en la silla de director: "Estoy muy contento con el resultado. Siempre fue mi sueño dirigir y fue para eso que siempre trabajé", dijo.
Según el debutante director, "la película se planteó como una ‘road movie’ porque no queríamos hacer algo demasiado similar al producto televisivo. Sacando a los personajes de su entorno habitual y ubicándolos en medio de un viaje nos proporcionó una oportunidad para hacer algo que le da otra identidad a la película y va más allá de un producto derivado de la televisión".
El film, en el que también actúa Roly Serrano, narra las peripecias de los personajes en pos de concretar el sueño de ser famoso y cantar sobre el escenario. Para eso, realizan una gira por varias partes de Argentina, una gira que se verá complicada por la inesperada aparición de un bebé. Además de filmar en la capital, la producción también ubicó parte de la película en las provincias de Tucumán y Salta.
La producción corrió por cuenta de Tomás Yankelevich, hijo de Gustavo y la ideóloga de Erreway Cris Morena, responsable también de la idea original de este largometraje.