El aviador que yace en el mar

| En el fondo del Mediterráneo hallaron el avión en el que se estrelló Antoine de Saint Exupéry

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AFP

Ayer fue encontrada la tumba submarina de Antoine de Saint-Exupéry. Restos del avión que piloteaba el famoso autor de El principito, fueron hallados en una rada de Marsella, al borde del Mar Mediterráneo. El piloto y escritor desapareció al mediodía del 31 de julio de 1944, mientras realizaba una misión de reconocimiento militar sobre la Francia de Vichy, ocupada a la sazón por los nazis.

Las piezas sumergidas a 60 metros de profundidad en las inmediaciones de la Isla de Riou son un tren de aterrizaje y partes de un motor del avión que lleva número de serie 2734-L, del Lockheed Lightening P-38 que piloteaba Saint-Exupéry en el momento de su desaparición.

El Departamento de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (DRASSM) informó que los restos fueron hallados en el mismo lugar donde un pescador, en 1998, había encontrado en una de sus redes de arrastre una pulsera con el nombre del aviador y el de su esposa, la argentina Consuelo Suncin. Aún quedan por determinar, sin embargo, cuáles fueron las causas que provocaron la caída al mar del aparato de Saint-Exupéry. "No se sabe por qué ocurrió y probablemente no lo sabremos jamás", pero "una cosa es cierta: el avión de Saint-Exupéry se estrelló en Riou", explicó el conservador jefe de patrimonio del DRASSM, Patrick Granjean.

La pieza del Lightning 38 fue detectada por un submarinista profesional, Luc Vanrell, en mayo de 2000, aunque los expertos tuvieron que esperar hasta octubre de 2003 para obtener la autorización de sustraer los restos. Las técnicas de limpieza, una vez fuera del mar, permitieron descubrir una inscripción de cuatro cifras, 2734, que corresponde a la matrícula militar del avión de Saint-Exupéry, según la tabla del US Air Force. Este descubrimiento además pone fin a la polémica surgida después de que algunos expertos restasen importancia al hallazgo de la pulsera en 1998. La DRASSM defendió que la pulsera es una prueba a posteriori. "Nadie ha demostrado que fuera falsa", dijo Granjean.

LEYENDA. "No estoy seguro de haber vivido después de la infancia", le dijo una vez Saint-Exupéry a su madre en una carta. La frase resume la forma de encarar la vida que tuvo este hombre que el 29 de junio próximo hubiese cumplido 104 años. Aventurero, escritor y pionero de la aviación, Saint-Exupéry dio vuelo a sus infantiles fantasías en El principito, el tercer libro más difundido del mundo luego de la Biblia y El capital de Karl Marx. Aún hoy se venden, sólo en Francia, más de 300 mil ejemplares por año.

Muchas veces se ha dicho que Saint-Exupéry es la voz de los cielos, así como Joseph Conrad es la del mar. La aviación y la literatura se entrelazan en este hombre que, hijo de aristócratas venidos a menos, sintió desde temprano las dos vocaciones: volar y escribir. Y una cosa alentaba la otra, puesto que fueron sus experiencias en el aire lo que nutrieron las páginas de sus libros, cargados de una filosofía humanista que creía en la necesidad de una fe y una fraternidad universal que elevara a todos los hombres de sus miserias cotidianas. Claro que su sempiterna tendencia a darse a la reflexión mientras estaba en vuelo lo hicieron un piloto peligroso cuando no temerario.

Este hombre que quedó huérfano de padre a los cuatro años, se formó en un colegio jesuita del que fue expulsado por su conducta volátil. También probó suerte en la arquitectura, pero su escaso interés en la materia, hizo que su carrera se derrumbara rápidamente.

Cuando la aviación era apenas una actividad incipiente en el mundo entero, Saint Exupéry logró ingresar a Aeropostale, por entonces la mayor compañía de correo aéreo. En esas misiones fue que llegó hasta Argentina en 1929. Fue él quien inauguró la ruta aérea entre Buenos Aires y Patagonia, aún inexploradas. Ese trabajo dio lugar a libros como Vuelo Nocturno y Viento, arena y estrellas, donde meditaba sobre el oficio de andar en el aire. También le valieron la censura de sus colegas, quienes creyeron que por esa vía revelaba los secretos de una profesión selecta. El aviador dejó la compañía Aeropostale en 1933. De Argentina se llevó a su mujer Consuelo Soucien.

Como forma de prefigurar su destino final, el escritor tuvo varios accidentes. El peor de ellos fue en 1938 cuando tomó parte de un maratón aéreo que pretendía unir Nueva York con Tierra del Fuego. Cayó en Guatemala y por poco pierde el brazo izquierdo, en el que nunca volvió a tener una motricidad normal.

COMBATIENTE. Pero su vida siguió siendo agitada. Cuando volvió a Europa, fue corresponsal, en un periódico moscovita, de la Guerra Civil Española: él estaba, y escribía, del lado de la República. Ya gozaba de cierto renombre como escritor cuando decidió, en 1950, huir de Francia a Estados Unidos: no estaba dispuesto a soportar en carne propia el yugo nazi. Una vez instalado en Estados Unidos hizo infructuosas gestiones ante Washington para que Estados Unidos entrara en la guerra (cosa que ocurrió recién luego de Pearl Harbor). También se negó a reconocer a la Francia de Vichy como la Francia "liberada", por considerar que la unidad de su país era irrenunciable.

Comprometido con su causa, Saint-Exupéry hizo lo posible y lo imposible para que en 1943 los aliados le permitieran realizar misiones de reconocimiento desde Argelia. Por ese entonces tenía ya 44 años, la edad máxima para participar de tales maniobras, pero el propio general Charles DeGaulle lo reclutó viendo que enrolar a semejante figura era un excelente estandarte para la campaña. Así, el 31 de julio de 1944, y estando afiebrado, subió a su avión para encontrar, como máxima ironía en el destino de un aviador, la muerte en las aguas del Mediterráneo.

Un libro revelador

El mito de Saint Exupéry es una leyenda vigente en Francia. El aeropuerto de Lyon, su ciudad natal, así como una calle llevan su nombre. Pero allí nadie lo llama por su largo nombre de Antoine de Saint Exupéry, sino simple y cariñosamente "Saint-Ex". Pero este hombre no sólo dejó una profunda huella en su país natal. En la cordillera de Los Andes, un pico lleva su nombre, ya que fue de los primeros en sobrevolar esa difícil zona, más cuando la actividad aeronáutica estaba aún en pañales. Pero el mérito de ser el primer piloto en cruzar esta cordillera le corresponde a su amigo Mermoz, el primero en unir por aire Buenos Aires con Santiago de Chile.

Las actividades aeronáuticas de Saint Exupéry también lo trajeron a Uruguay, ya que fue él quien también inauguró la línea de transporte de pasajeros entre Argentina y Uruguay.

IDOLO. Claro que la gran fama de Saint Exupéry no proviene de su actividad aeronáutica, sino de su literatura, en especial de El principito, ese libro de apariencia infantil que tantas cosas le ha revelado a los adultos. Ese personaje parado en un solitario asteroide, ataviado con su bufanda roja ha dejado frases inmortales, que se han repetido una y otra vez sin perder sentido, como, por ejemplo, "sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos". Y hay más: "El amor es lo único que crece cuando se reparte", "El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo", "Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor". Son conceptos que no pasan de moda.

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