BUENOS AIRES | FABIAN MURO
Este fue el año Calamaro. El cantante y compositor argentino cerró con dos conciertos multitudinarios realizados este fin de semana, en el Club Ciudad de Buenos Aires, un 2006 pleno de satisfacciones.
Llegar a la capital argentina un día antes del primer concierto de dos de Andrés Calamaro, acompañado por el ex-socio en Los Rodríguez Ariel Rot, generaba la sensación de que la ciudad estaba copada por sus tonadas, sus versos y su imagen.
Un canal de videoclips anunciaba un especial de fin de semana: "¡Viva Calamaro!". En la tapa de una revista de rock, otro anuncio: "Andrés Calamaro en primera persona". En otra tapa, el artista elegido era Vicentico, quien en la entrevista hablaba de, cómo no, Calamaro. La presencia del músico en la prensa llegaba hasta la portada de "Hecho acá", una publicación vendida por gente sin techo y pobres, y para la cual Calamaro había charlado sobre su nuevo disco, su carrera y sus pasiones.
Alguno que otro ómnibus llevaba su parte trasera tapada por un aviso que promocionaba El palacio de las flores, el más reciente disco de Calamaro en colaboración con Lito Nebbia y recién puesto a la venta. Muchas disquerías exhibían el nuevo disco en las vitrinas, al tiempo que el primer simple, Corazón en venta, sonaba con insistencia en radios y taxis. Y estaba ese mantra, repetido en cuanta nota o informe que se escribieron, y fueron muchos en los últimos tiempos, en diarios y revistas sobre El Salmón: "El artista más vendedor del año".
Para un no-porteño, la impresión podría tal vez asemejarse a la que tendría alguien recién llegado a Nueva York cuando Frank Sinatra había estrenado su versión de New York, New York (después de la película de Martin Scorsese, con Liza Minnelli) y sus ojos azules miraban a la Gran Manzana desde las alturas de la consagración.
Los afiches que anunciaban los conciertos de sábado y domingo ya habían sido impresos con el cartelito rojo de "Agotado" sobre la primera fecha. Esto el mismo día que la empresa Petrobras auspiciaba un festival con Paralamas, Julieta Venegas, Chayanne y muchos más no muy lejos del Club Ciudad de Buenos Aires, en el estadio de River. Ya había pasado Arjona con sus 34 Luna Park y se venían los dos shows, ya agotados, de Joaquín Sabina en el estadio de Boca Juniors. Nada de eso le restó convocatoria a Calamaro, quien se acordó tanto de Arjona como de Sabina en su primera noche: "¡Gracias Arjona y Sabina por permitirnos esta noche!", dijo con humor desde el escenario.
El recibimiento que Buenos Aires le dio a Calamaro este año, el de su regreso, es la más firme evidencia que los porteños se regocijaron al recuperar a uno de sus más populares cancionistas. El retorno se da luego de algunos años en los que el cantante editaba discos interminables, no hacía conciertos y alimentaba las bandas anchas de Internet con canciones precaria y urgentemente grabadas y puestas en circulación. En las notas publicadas durante esos años, los primeros de este siglo, siempre se hacía mención, también, a drogas y autodestrucción.
Ahora, recuperado de algunas de sus adicciones y con algunos kilos de más, Calamaro espera su primera hija, es homenajeado por pesos pesados del rock argentino y español como León Gieco, Joaquín Sabina, Fito Páez y el Indio Solari y vende mucho, tanto discos como entradas.
INAPELABLE. Cuando el músico salió al gran escenario que antes habían ocupado el grupo invitado Los Tipitos, lucía una camiseta negra que decía "Rockeros" y se encontró con mucha, mucha gente que lo estaba esperando para cantar de principio a fin. Y Calamaro no desilusionó a nadie: su repertorio estuvo cargado de hits, uno atrás del otro, matizados por cuatro o cinco buenas intervenciones de Ariel Rot y un popurrí de clásicos del rock argentino junto al invitado especial Ciro Fogliatta. Entre Canal 69, de Los Rodríguez, que fue el primer tema de la noche, y Paloma, la canción que cerró una fiesta de un poco más de dos horas de duración.
Calamaro expuso una vez más su inapelable repertorio pop: Milonga del marinero y el capitán, Sin documentos, Mi enfermedad, Dulce condena, Crímenes perfectos, Para no olvidar, Flaca, Me arde, Días distintos y muchas más.
Entre el público la alegría era total y a veces se hacía difícil distinguir lo que venía del escenario, con diez chicas cantando a viva voz en el oído, muchachitas con sonrisas de felicidad y gestos de emoción en sus sudados rostros. Hacía mucho calor en Buenos Aires, pero el show de Andrés Calamaro fue todo menos agobiante. Por el contrario, liberó dicha, mucha dicha, entre la gente.
Uno de los saludos de Calamaro durante la primera noche fue para los uruguayos. "Quiero brindar por la república hermana, la oriental del Uruguay". No dijo nada más que eso y en su mano, para el brindis, un mate. Tomando como un auténtico uruguayo, Calamaro le daba un par de sorbos a su mate cada que vez que terminaba una canción.
Luego de presentar por primera vez a toda su banda, integrada por músicos españoles y por argentinos, el cantante se reservó para sí mismo la siguiente presentación: "Y yo soy Raúl Castro. Mi hermano no pudo venir porque está enfermo". La frase fue comentada enseguida por el propio Calamaro: "Ese fue un chiste comunista", agregó.
Fiel a su costumbre de mencionar a referentes e ídolos, el argentino se acordó de Edelmiro Molinari de Almendra, quien, dijo, está pasando por un mal momento de salud. También recitó parte del Martín Fierro, referido a la imposibilidad de recuperar la vergüenza. Los malpensados vincularon eso con papelones recientes de su enemigo Charly García.Al salir del estadio, el comentario más contundente sobre la popularidad actual del músico fue el de una porteña: "Canta Calamaro y se corta la Avenida Libertador". Las miles y miles de personas que salían del Ciudad de Buenos Aires cerca de la medianoche hacia dicha avenida imposibilitaban cualquier tránsito vehicular. Y lo mismo se esperaba para la noche de ayer.
Sobre uruguay, Raúl Castro, Molinari y Martin Fierro
Consejo para líderes de banda de rock: nunca invites a Andres Calamaro a tu grupo porque se quedará con él. De eso dan fe Miguel Abuelo y Ariel Rot. Con el primero comenzó siendo el tecladista de su creación más querida, Los abuelos de la nada, para terminar como principal compositor e intérprete de sus más grandes éxitos. Con Rot, un argentino con una carrera prestigiosa en España, se cruzó en Los Rodríguez, otra vez como secundario y terminó siendo protagonista. El recital de ayer fue un merecido homenaje al guitarrista que le dio la posibilidad de hoy disfrutar de una carrera exitosa en ambos lados del Atlántico. Calamaro es un cuarentón cuyo aspecto exterior parece inalterable al paso del tiempo, a no ser una ganancia en peso corporal producto de la buena vida reciente a partir de su declarado fin en el abuso de drogas. Y es un compositor con un stock de éxitos que abarcan ya tres décadas que le volvió un clásico que abarca varias generaciones. Muchos de los que ayer corearon sus canciones ni siquiera habían nacido cuando compuso Mil horas, su primer gran éxito.