Las reacciones ante la muerte de Michael Clarke Duncan, ocurrida este lunes por la noche, fueron ayer más sorpresivas que el mismo fallecimiento. Nominado al Oscar, el actor siempre secundario era un intérprete muy querido.
Con un metro noventa y tres de altura y una voz distintivamente profunda y grave, Michael Clarke Duncan fue un actor muy querido en Hollywood. Y también entre los espectadores, que lo recordaban especialmente por el tierno papel que hizo en Milagros inesperados (The green mile, Frank Darabont, 1999). Por ese papel, justamente, este intérprete con una cara de bueno que superaba su tamaño, fue nominado al Oscar ese año.
Armageddon (Michael Bay, 1998), El planeta de los simios (Tim Burton, 2001), Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003) y Street Fighter: la leyenda (Andrej Bartkowiak, 2009), fueron algunas de las películas más destacadas en las que estuvo. Naturalmente, siempre su cuerpo lo ayudó a encontrar sus papeles y al mismo tiempo lo limitó en sus opciones (por algo Milagros inesperados fue su gran papel dramático). En Daredevil interpretó al villano Kingpin, que en las historietas era blanco. En Street Fighter fue el boxeador Balrog, en Linterna Verde fue el gigantesco alienígena Kilowog, por citar dos ejemplos. Lo curioso es que en los últimos años sus trabajos habían sido solamente haciendo voces en dibujos animados y actuando en personajes secundarios de series de televisión.
Sin embargo su fallecimiento, que ocurrió en el Centro Médico Cedars-Sinaí, en Los Angeles, fue lamentado como si se tratase de una estrella de primer nivel.
La historia personal de Clarke Duncan era digna de una película. Tras el abandono de su padre, Duncan tuvo que posponer su sueño de convertirse en actor para trabajar y apoyar a su familia, ya que su madre se había enfermado. Por su tamaño consiguió más fácilmente trabajos de fuerza, como uno en una compañía de gas y otros como security en clubes nocturnos de su Chicago natal.
Tiempo después se mudó a Los Angeles, donde está la meca del cine y la televisión, para buscar nuevos papeles en publicidad. Allí se mantuvo durante un tiempo como guardaespaldas de otros actores, como Jamie Foxx, Will Smith y Martin Lawrence. Bruce Willis le dio una mano a la hora de conseguir su papel en Milagros inesperados, donde interpretó a un condenado a muerte que pedía como último deseo ver una película por primera vez.
Por ese trabajo obtuvo una nominación al Oscar y otra al Globo de Oro, ambas como actor secundario. Pero a partir de allí su carrera despegó con papeles secundarios pero en superproducciones como El rey escorpión (Chuck Russell, 2002), La isla (Michael Bay, 2005) y muchas otras.
Al igual que su amigo La roca (con el que actuó en El rey escorpión), siempre dejó espacio para trabajar en producciones para niños. Así puso su voz en las dos películas de Como perros y gatos, Las aventuras de Jimmy Neutron, Dinotopia y Kung Fu Panda. Además, recientemente apareció en un video para la organización defensora de los derechos de los animales PETA, en el que que se sentía mucho mejor desde que se había convertido en vegetariano en 2009. "Limpié mi heladera, saqué unos 5.000 dólares en carne", dice en ese aviso. "Soy mucho más saludable que cuando comía carne".
Sus últimos minutos de vida fueron dramáticos, según explicó ayer el sitio web TMZ. Su novia, la reverenda Omarosa Manigault, estuvo con él todo el tiempo e intentó practicarle maniobras de reanimación, aunque tras un fallo respiratorio había estado cinco minutos sin oxígeno. Un mes atrás había sufrido un infarto al miocardio, del que no pudo recuperarse y tras ello continuó experimentando problemas de páncreas, hígado y riñones, hasta que el lunes su cuerpo no resisitió más. Casualmente, en los próximos meses se estrenarán dos películas póstumas en las que es el protagonista: The challenger e Into the hive. Un reconocimiento tardío para una carrera muy querida.