CARLOS REYES
"Crónicas de la nada. Montevideo, el violinista y otras historias" es un libro de la escritora y periodista Silvia Soler, de un género afortunadamente difuso, que tiene algo de ensayo, algo de crónica y mucho de buena escritura.
Temáticamente, la publicación recorre en breves relatos asuntos cotidianos, vinculados con eso que ahora se llaman historias mínimas. Un episodio en un viejo bar y almacén, las peripecias de una enferma por la emergencia y el CTI, el violinista de la Plaza Independencia, o la historia de un viejo árbol montevideano y el riesgo a que sea talado.
Focalizando en asuntos pequeños, la autora invita a redescubrir el entorno cotidiano, a hurgar en los muchos secretos que la Capital esconde. De una simple plaza pública, empezamos a conocer a quienes la utilizan a diario, seres que hicieron del espacio colectivo su sitio donde pasar el día.
Pero el libro excede la descripción de lugares y personajes insólitos, para meditar sobre ellos, y más en general, para comunicar una mirada sobre el país, y su futuro. Con un vocabulario amplio, con adjetivaciones originales, con un lindo manejo del español, Soler construye historias a la vez sencillas y profundas, que se ubican en las antípodas de toda esa escritura desprolija y caprichosa que se ha multiplicado en los últimos tiempos.
Delicada, sutil, sensible, la autora guía al lector por rincones montevideanos fácilmente reconocibles, desde la escalinata que hay detrás del Parque Hotel hasta Reus Norte. De todo eso, va rescatando lo lindo y lo feo, lo reconfortante y lo penoso. Y tiene historias ubicadas en el Interior, de las que también rescata lo encantador, y señala lo decadente, lo que se viene abajo.
Lejos de ser un libro de un memorialista, acá el protagonismo lo cobran también los árboles y las plantas, los insectos y los pájaros, y de todo eso van surgiendo meditaciones con las que seguramente el lector puede coincidir. Porque quizá en el fondo este conjunto de 28 relatos esconda una especie de manifiesto, por una ciudad y un país mejor, que sin embargo, no pierdan todo lo bueno que tendrían para conservar en ese eventual cambio.
Si bien algunas de estas crónicas nacieron, en otras versiones, para la prensa (Soler trabajó el Búsqueda, El Observador y otros medios), el librito tiene una estructura orgánica, que surge de la mirada de una montevideana que ha recorrido el país y veraneado en Rocha, como tantos. También tiene una visión tolerante, inclusiva, sobre todos los seres que conviven (no siempre en paz) en nuestro entorno cotidiano.
Seguramente Soler no es aún una escritora muy conocida: hasta ahora había publicado, entre otras cosas, La leyenda de Yessie Macchi (en 2000) y La carpera (2004), dos libros de raíz periodística. Ahora, con Crónicas de la nada, aparece desde un lugar mucho más personal, incluso autobiográfico.
El libro, con ilustraciones de Denisse Torena, cuenta con una cuidada edición de Banda Oriental, que se alinea con la delicadeza del texto y sus dibujos. La publicación, de lectura amena, es ideal tanto para los que gustan de los buenos textos como para los que se inician en literatura. Su sensibilidad, su frescura, recuerdan un poco el intimismo de los primeros trabajos de Sylvia Lago, y las crónicas montevideanas que Carlos Maggi escribió décadas atrás.