La guerra de todas las guerras

Una constante fuente de historias en el cine.

Si no hubiera ocurrido la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945) la filmoteca universal tendría unos cuantos estantes menos y los libros de clásicos serían algo más breves.

Es probablemente el acontecimiento histórico que más veces ha servido de inspiración para el cine. Entre las posibles razones que explican esto se pueden mencionar la multiplicidad de historias particulares (en muchos casos fascinantes, en otros profundamente duras) que dejó el conflicto, y también su naturaleza de por sí espectacular, tanto visual como dramáticamente. El drama bélico en general parece rendir mucho en la pantalla, y acá hablamos del drama bélico por excelencia.

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En Uruguay acaba de estrenarse Corazones de hierro (David Ayer), basada en una historia real ocurrida a fines de la guerra, que presenta a Brad Pitt a bordo de un tanque que atraviesa la Alemania nazi.

¿Seguir filmando sobre la Segunda Guerra Mundial en 2015? Sí, pero esta guerra tiene algo particular: reunir ocho o diez películas de este conflicto y volver a verlas una a continuación de la otra, puede ser una experiencia muy sorprendente. Es notable cómo, sobre un mismo hecho, se han realizado miradas tan diversas. A grandes rasgos, entonces, las películas de aquella guerra se podrían dividir en tres categorías: a) las de corte clásico, b) las de tono satírico y c) las que aportan reflexiones filosóficas del conflicto. Eso dejando de lado, claro, las películas sobre el Holocausto, un género en sí mismo con otra notable cantidad de títulos.

Entre las primeras (a) se encuentra la que seguramente sea la película imprescindible del Día D: El día más largo (1962), basada en el —igualmente imprescindible— libro homónimo de Cornelius Ryan, que repasa con pericia el Desembarco de Normandía, aquel principio del fin para Hitler. El día más largo fue una auténtica superproducción para su tiempo y un despropósito de nombres: Ken Annakin, Andrew Marton, Bernhard Wicki y Gerd Oswald se repartieron el crédito de la dirección y en el reparto se cruzan nombres como John Wayne, Richard Burton, Henry Fonda, Robert Mitchum, Paul Anka y hasta un fugaz Sean Connery.

Vale hacer la prueba: a 53 años la película no envejece y sus tres horas se sienten pero no la hacen pesada. Y se nota la mano de expertos y militares en la producción y el aporte del propio Ryan en el guión, que cubre cada detalle del Día D. Los planos cenitales de la playa en medio de la destrucción siguen siendo impactantes.

Y en esta misma línea cabe destacar a otra gran película que empieza en Normandía, también de grandes nombres y que es la mejor película clásica —entendiendo esto como un gran espectáculo masivo— de la Segunda Guerra Mundial de los últimos veinte o treinta años. Se trata de Rescatando al soldado Ryan (1998) de Steven Spielberg, con Tom Hanks, Barry Pepper y Matt Damon a la cabeza del reparto. Tiene esa fuerza magnética que hace que cada zapping muera en ella y se quede ahí hasta el final. Spielberg filma la guerra con crudeza y elegancia; los primeros veinte minutos de la película son intensos, agotadores en el mejor de los sentidos, y la batalla final es un prodigio de pulso narrativo pero también de puesta en escena y actuaciones. En otras palabras: si nunca viste ninguna y querés empezar por alguna, tenés una cita obligada con el soldado Ryan.

Para quienes disfruten del humor ácido y la acción en grandes dosis (b), la receta empieza con la magistral Doce del patíbulo (1969) de Robert Aldrich; adiós al Verano del Amor y bienvenido el grupo de doce sucios encabezado por Lee Marvin y con unos notables John Cassavetes, Telly Savalas y Donald Sutherland (en el papel de su vida). Y bueno, Charles Bronson es Charles Bronson.

Entre el párrafo anterior y éste se recomienda haber visto Doce del patíbulo. Si lo hiciste habrás notado que Tarantino le hizo un gran homenaje con Bastardos sin gloria (2009) y que el mejor chiste en la carrera de Brad Pitt (ese "buongiorno" a Hans Landa) recuerda mucho al de Marvin ante un nazi ebrio en la de Aldrich. Y para completar el póquer, nos vamos con el siempre recio Clint Eastwood y El botín de los valientes (1970) de Brian G. Hutton, con otro descollante Sutherland en plan loco de la guerra.

Y para cerrar está La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick, única en su especie (c): film bélico, reflexión filosófica de la violencia del hombre, de las tierras vírgenes y de las relaciones humanas al límite. Hay también gran elenco (Sean Penn, Woody Harrelson, Adrien Brody), una tremenda escena de batalla y a eso, sumado, la voz en off clásica del cine de Malick.

Una constante fuente de historias del cine

A una lista completa de películas de la Segunda Guerra Mundial le faltarían varios títulos que por espacio no se pueden mencionar, desde El puente sobre el río Kwai de David Lean a Cartas desde Iwo Jima de Clint Eastwood, pasando por las películas del Holocausto como La lista de Schindler de Spielberg o El pianista de Polanski. Además, claro, están los retratos de Adolf Hitler: el dramático de La caída de Oliver Hirschbiegel o la magistral sátira que hizo Charles Chaplin en El gran dictador.

Pero el cine reciente también ha continuado indagando en este particular momento de la historia. Además de la recientemente estrenada Corazones de hierro (donde Brad Pitt encarna, como en Bastardos sin gloria, a un sargento aliado), el año pasado se estrenó Operación Monumento de George Clooney, con algunos aciertos en humor pero un conjunto flojo, y Angelina Jolie está por el mundo presentando su debut como directora de Unbroken, basada en el héroe de guerra Louis Zamperini.

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