El director Ben Leonberg quiere asegurarse de que, al hablar del actor principal de Good Boy, se pongan comillas alrededor de la palabra “actuación”. “No puedo enfatizar lo suficiente que él no sabe que está en una película”, dijo Leonberg.
Eso se debe a que la estrella de su película de terror es su perro, Indy, un retriever de ocho años con pelaje rojizo y una nariz curiosa. Para que quede claro, Indy no solo aparece en la película: es el indiscutible protagonista de esta historia sobre un perro cuyo dueño enfermo se muda a una inquietante casa familiar en el bosque. Todos los personajes humanos (vivos) aparecen casi completamente en sombras. El público ve cómo se desarrolla el terror enteramente a través de los ojos de Indy, mientras percibe una presencia malévola.
Pero Leonberg y su esposa y productora, Kari Fischer, insistieron en que el proceso de producción no fue aterrador para su mascota. De hecho, el truco de la película es que, mediante la cinematografía, el diseño de sonido y otras herramientas cinematográficas, Leonberg proyecta una actuación sobre Indy, un giro que le valió el premio Howl of Fame en el festival South by Southwest.
“Repetíamos el título de la película constantemente durante la producción”, dijo Leonberg.
En una crítica destacada para The New York Times, Erik Piepenburg escribió que los “ojos suaves y la notable concentración” de Indy transmiten “alegría, pathos y, lo más asombroso, terror”, y agregó que el director y la productora “deberían sentirse orgullosos: su bebé del nepotismo realmente merece los elogios”.
Good Boy —que dura solo 73 minutos, se exhibe el miércoles en Life 21 dentro del Festival Terror y Sangre y el jueves tiene su estreno oficial— fue un experimento cinematográfico y de convivencia con un perro para Leonberg y Fischer, quienes filmaron más de 400 días durante tres años mientras vivían con Indy en la casa del norte de Nueva Jersey que sirvió como set principal. Más tarde, los actores grabaron las voces de los personajes, pero durante el rodaje principal solo participaron Leonberg, Fischer (que aparecen como sombras) e Indy.
Por supuesto, Indy nunca comprendió del todo el concepto de que estaba actuando en una película, pero sí empezó a disfrutar del trabajo.
“Como es tan inteligente, llegó al punto en que sabía que sacar la cámara significaba que iba a hacer algo, y eso lo entusiasmaba mucho”, dijo Fischer, y agregó que cuando “filmábamos una toma subjetiva desde su perspectiva, él no aparecía en cuadro, pero teníamos que cerrar la puerta porque intentaba entrar y ponerse frente a la cámara”.
El concepto surgió después de ver varias veces Poltergeist, incluso antes de que Indy llegara a sus vidas en 2017.
Esa película de terror de 1982 “empieza con el golden retriever recorriendo la casa, claramente consciente de que está por comenzar un suceso sobrenatural antes de que los personajes humanos se den cuenta”, dijo Leonberg. “Pensé que alguien debería hacer una historia como Poltergeist, pero que fuera solo la película del perro”.
Una vez que Indy llegó, Leonberg empezó a usarlo para ver cómo podía funcionar eso. Al principio hizo cortos que eran recreaciones plano por plano de escenas de otras películas de terror, pero con Indy. Una de las primeras fue Indy en la escena de El resplandor cuando una pelota rueda hacia el pequeño Danny mientras juega en un pasillo.
“El desafío es: ¿cómo controlas la línea de mirada de un perro?”, dijo Leonberg. “Porque esa historia, tal como se desarrolla en El resplandor, no depende realmente del diálogo. Es pura tensión cinematográfica a través del tamaño de los planos, la perspectiva y la relación entre la cámara y la mirada”. Era un buen modelo para Indy, agregó el director, porque Danny “no expresa muchas emociones”.
Indy tiene una mirada intensa que, según Leonberg, es familiar para la mayoría de los dueños de perros: esa expresión que aparece entre el momento de servirle la comida y colocar el plato en el suelo. Pero Leonberg necesitaba que Indy mantuviera una mirada estable para poder emplear el efecto Kuleshov, una técnica clásica nombrada en honor al cineasta soviético Lev Kuleshov, que explica cómo el público puede interpretar emociones en una expresión neutra según lo que percibe que el actor está viendo mediante el montaje.
Si Indy estaba jadeando, eso no servía, porque “parece un tonto que respira por la boca”, dijo Leonberg. Fischer lo expresó de manera más amable: “Cuando Indy tiene una expresión neutra, es Ryan Gosling en Drive. Cuando Indy está jadeando, es Ryan Gosling en Barbie. Es una película completamente distinta”.
Resolvieron el problema manteniendo el set fresco y tranquilo, trasladando aires acondicionados a las habitaciones donde filmaban.
Otro desafío: Indy nunca podía repetir la misma marca, como lo hacen la mayoría de los actores humanos (e incluso algunos animales profesionales).
“Conseguíamos solo una toma por día”, dijo Leonberg. Al día siguiente revisaba el metraje para elegir el cuadro exacto que usarían y así capturar la toma inversa que replicara perfectamente lo que Indy estaba mirando.
Los primeros planos también eran difíciles porque si Indy se movía un poco, quedaba fuera de foco, y es un perro muy activo. Por otro lado, algunas secuencias que parecían particularmente complejas resultaron fáciles. Leonberg podía obtener una toma de seguimiento de Indy caminando por la casa dejando un rastro de comida. A Indy también le encanta el agua, así que estaba feliz cuando lo rociaban con lluvia falsa, aunque, como dijo Leonberg, “un perro mojado simplemente parece triste”. Eso funcionó cuando el personaje de Indy debía parecer preocupado.
Cuando parece que expresa emociones, en realidad suele estar reaccionando a palabras aleatorias o sin sentido que decían Leonberg o Fischer.
“Hay una escena en la que lo sostienen mientras ocurre algo bastante horrible y parece asustado”, dijo Fischer. “Y cuando revisábamos la toma, se escucha que yo digo: ‘¡Pollo! ¡Faisán!’”.
Después del rodaje principal, cuando se incorporaron los actores para grabar las voces, los realizadores registraron la producción en la Asociación Humanitaria Estadounidense, conforme a la política del Sindicato de Actores. Pero Indy no llegó a trabajar con ningún otro humano.
Esther Zuckerman, The New York Times