Redacción El País
La tendencia de reunir erotismo y thriller sigue en alta y Netflix apuesta cada vez más a aumentar su catálogo con esta combinación. Hace unos días, por ejemplo, lanzó Mea Culpa, un sensual drama judicial protagonizado por la cantante Kelly Rowland.

Esta no es la primera película de Rowland. La exintegrante del grupo Destiny's Child también ha protagonizado títulos como Merry Liddle Christmas y Bad Hair.

La película narra la historia de Mea Harper (Rowland), una abogada penalista que defenderá a Zyair Malloy, interpretado por Trevante Rhodes (Moonlight y Mike: Más allá de Tyson), un atractivo artista plástico que es acusado de asesinar a su novia.

Harper tiene problemas en su matrimonio y, al principio, se enfrenta a un conflicto a la hora de decidir aceptar el caso: su marido prefiere que lo rechace y no defienda a un posible homicida. Sin embargo, está desempleado y eso pesa en la decisión de la abogada, que acepta llevar adelante la defensa de Malloy.

En el correr de la trama, lo que parece verdad se vuelve dudoso cuando el deseo toma el control de abogada y cliente. La química entre ambos se hace tórrida, peligrosa y promete subir la temperatura.

La protagonista debe elegir entre su familia, su profesionalismo y sus propios deseos mientras descubre que todos, al final, son culpables de algo. Acá el deseo y la peligrosidad se fusionan, ofreciendo a la audiencia una trama de giros y revelaciones bajo la dirección del polifacético Tyler Perry, quien ha participado de decenas de películas como actor y director.

Durante dos horas Mea culpa recorre los dilemas internos de la abogada: ¿Malloy es culpable?, ¿cómo seguirá al frente del caso sintiéndose atraída por su cliente?

De esta manera explora las dinámicas de poder, deseo y justicia y apuesta a una reflexión sobre la naturaleza humana, al final, indica, todos son pasibles de errores.